XVII

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–¡Vamos, vamos, vamos!– apremió Jeonghan metiéndose en la parte trasera del camión y quejándose por sus piernas adoloridas.

Definitivamente no eran las mejores para correr.

Seungcheol fue el último en subirse, debido al rechazo que le generaba montarse de nuevo en un camión como ese, pero Jihoon tomó su mano y lo subió de un tirón con la ayuda de los demás, provocando que terminara encima de él, aplastándolo.

–Ella es mi hermanita, Sofía– presentó Hansol fuera de todo contexto con una sonrisa de oreja a oreja.

–Estamos encantados de conocerte ¡Pero este no es el momento para presentaciones!– exclamó Seungcheol, tratando de aferrarse a algo. O alguien.

Seungkwan arrancó de golpe, provocando que todos los pasajeros se tambalearan y algunos (como Hansol y Jun) se cayeran y se golpearan, soltando varias maldiciones.

El rubio conductor estaba bastante orgulloso de sí mismo, había logrado poner aquél vehículo en marcha, pero en cuanto comenzó a acercarse a la reja principal a toda velocidad, comenzó a creer que tal vez hubiera sido mejor que otro tomara el volante. El menor vio como Seungkwan bajaba la velocidad progresivamente, sin darse cuenta, por lo que abrió una pequeña ventanilla que daba hacia el compartimento de carga para hablar con sus amigos.

–¡Jisoo! ¡Necesitamos que abras la puerta con una corriente!– gritó Chan por el pequeño espacio para hacerse escuchar entre tanto traqueteo.

–¡Está demasiado cansado! ¡No puede hacer magia alguna!– vociferó Jeonghan de vuelta, quien sostenía la cabeza de Jisoo en su regazo que ante todo pronóstico, se había quedado dormido profundamente.

Agotándosele las ideas, Chan mordió nerviosamente sus uñas, Hansol no podría hacer una explosión o algo (seguramente saldría mal y desde dónde estaba no tenía un buen ángulo para hacerlo) y a él no se le ocurría ninguna forma ingeniosa de usar su magia.

Cuando se encontraban a unos 30 metros, tres flashes, rojo, amarillo y negro pasaron muy cerca del vehículo, dejando una leve estela de polvo atrás. Chan las reconoció inmediatamente como lo que eran, sólo unas sirenas podrían ser tan veloces en agua como en tierra.

–¡Son ellas! ¡Han venido a ayudarnos!– exclamó Jihoon, preso de la emoción mientras sacudía a Hansol que parecía no entender mucho.

– ¿Quiénes son "ellas"?– preguntó quedamente Sofía, viendo como su hermano era zarandeado de un lado a otro.

–Son las sirenas... Han venido a ayudarnos una última vez.– susurró Jun.

–¿¡En serio!?– la chica se acercó hasta la pequeña ventanilla para tener una mejor visión desde el parabrisas.

Las tres sirenas, llegaron hasta la reja en un abrir y cerrar de ojos, la inspeccionaron en pocos segundos y la más joven, Yeri, se encargó de romper la cadena con el candado como si no fuera nada en especial.

De todas formas, eso era lo más fácil, el portón estaba hecho a base de hierro, y, si el camión chocaba contra eso, definitivamente no sería nada bueno.

Los rostros de Joy, Yeri e Irene se colorearon de rojo debido al esfuerzo de empujar las rejas hacia afuera, mientras el camión se acercaba a toda velocidad, las tres tenían miedo de no llegar a tiempo.

El camión pasó cerca, demasiado cerca.

Las tres sirenas evitaron ser golpeadas por unos pocos centímetros, pero los laterales del vehículo se habían rayado con la verja. Aunque a nadie le importaba ¿Verdad?

Las muchachas se vieron entre ellas con complicidad, podían volver al mar al cual los chicos habían ido una vez, o podían ir con ellos y conocer la ciudad, los edificios, las luces... No les tomó mucho tiempo decidirse.

Voodoo DollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora