XI

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A hurtadillas, volvieron a dirigirse a los dormitorios, ninguno de los dos deseaba volver a clases después del desahogo de Hansol. En cuanto llegaron, Hansol se sentó en su cama mientras miraba sus manos, distraído y sin muchas ganas aparentes de hablar, por lo que Seungkwan aprovechó y le solicitó a los chicos si luego de clases, les podrían llevar sus cosas y también, que en lo posible no hicieran preguntas -sobre todo a Jun que era un boca floja-.

–Seungkwan – lo llamó Hansol – ¿Le has puesto cuarzo rosa a esto, verdad?– le preguntó mientras sacaba el collar de adentro de su camiseta para verlo.

– Solo... ¿Tal vez? – respondió el aludido algo dudoso –¿Por qué lo preguntas?

–Porque eso explicaría el cómo me abrí y lloré como magdalena en frente de ti – se quejó con una mueca de reproche y fastidio. –Aunque supongo que para que las hayas colocado, no debí de haberte tratado de la mejor manera, lo siento de veras he sido un terrible... ¡Argh, espera, es el maldito cuarzo rosa hablando, olvídalo! – exclamó mientras se dirigía al baño y cerraba de un portazo.

¿Qué tenía en contra de las puertas ese chico?

Seungkwan suspiró cansado y se acostó a dormir aunque fuera temprano. Por su parte, Hansol decidió tomar una ducha aprovechando que se había encerrado en el baño; se sentía tenso, ansioso. Abrió la ducha y se sacó la ropa y el collar, mirándolo ahora, con más detenimiento esbozó una sonrisa, algo enternecido por la runa que Seungkwan había tallado y las cuentas que había añadido para él. A pesar suyo, se sentía agradecido de que, entre todas las personas, le hubiera tocado aquél chico como compañero.

Jeonghan y Jisoo llegaron varios minutos después con Hansol aún en la ducha -él no admitiría que se había quedado dormido dentro- y con Seungkwan durmiendo profundamente y que con, los repetitivos golpes en la puerta, se despertó exaltado.

Atendió sin entender nada y con los ojos apenas abiertos con el sonido de la canilla del agua cerrándose apresuradamente del lado del baño, pero no lo notó. Jeonghan y Jisoo lo miraron confundidos, pero sólo alcanzaron a entregarle sus cosas antes de que el rubio les cerrara la puerta en sus narices y se vieran entre ellos como si esperaran esa reacción. Por más que Seungkwan fuera amable el 90% del tiempo, no soportaba cuando alguien interrumpía su sueño. Ni tampoco notaba cambios como que el cabello de Jisoo ahora estaba igual de claro que el suyo por obra de Jeonghan.

–¿Quién era? – preguntó Hansol saliendo del baño con sólo una toalla en su cintura y el colgante en su cuello, y la ropa sucia en un brazo. Solían dejar la ropa en un canasto cerca de la cama de cada uno para luego hacer la lavandería.

–Sólo Jeonghan y Jisoo. Nos trajeron nuestras cosas– murmuró Seungkwan dejándolas a un costado, sin muchas ganas de ponerlas en orden –Hansol, ¿Cuántas veces te dije que te pusieras ropa al salir de la ducha? –le recriminó soltando un enorme suspiro, cansado como quien se lo repite a un niño una y otra vez.

–¿Y cuántas veces te respondí que me importa una mierda? – respondió sin inmutarse mientras iba a buscar su ropa y se sacaba la toalla en el camino, sin pudor alguno.

–¡Hansol! ¡Tapa tus miserias por favor! No todos somos unos desnudistas por la vida –exclamó el cachetón tapándose los ojos con una mano.

Una toalla húmeda le aterrizó en la cara segundos después, y Hansol soltó una muy ligera risa como consecuencia, había descubierto que a veces era divertido molestarlo.

–Ya puedes ver – anunció al cabo de un rato.

Seungkwan se sacó la toalla del rostro, provocando que su pelo quedara disparado en todas direcciones, aunque se quedó pasmado en su lugar cuando vio a Hansol en bóxers usurpando su cama como si nada.

Voodoo DollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora