Capítulo 3.

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Al día siguiente, llegué muy temprano a la oficina. Ni siquiera había llegado Olivia, y eso que siempre es la primera.
Encendí el ordenador y revisé mi correo. Había uno marcado como importante, en el que me recordaban que a las 4 debía entregar las fotos para el folleto de un nuevo perfume de Armani.

– ¡Genial! – exclamé en voz alta, yo con las hormonas hasta el cielo y encima tenía que pasar al menos dos horas eligiendo fotos sensuales y a la vez sutiles.

Tenía otros asuntos pendientes a los que les di prioridad. A la una salí a almorzar con Olivia que me estuvo platicando, emocionada, que estaba preparando la fiesta del cumpleaños número tres de su pequeña Marian. Justo una conversación como esa era la que necesitaba, algo completamente inocente que mitigara mis bajas pasiones;  que seguro aumentarían a la hora de estar escogiendo las fotos para el dichoso folleto.

Al regresar, me encerré en mi oficina y me dispuse a hacer el trabajo que había estado postergando toda la mañana, después de revisar miles de fotos para elegir las diez que aparecerían se me ocurrió una brillante idea.
Como el lugar donde las llevaría estaba un poco alejado, le diría a mi jefe que ya no regresaría y llamaría a aquel extraño para volver a encontrarnos. No podía demorarlo un día más, ¡me urgía volver a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos en mi boca y su olor embriagándome!

Eran las 5:15 cuando salí del edificio donde llevé las fotos, no entendí como es que me citaron a las 4 y me hicieron esperar 45 minutos para recibirlas.

En cuanto estuve en la calle saqué el movil y a toda prisa busqué su número y lo marqué. Escuché el primer repique y mi corazón se aceleró al 100.

– Hola... – escuché decir a esa voz tan sexy que me alteraba.

– ¿Estás libre esta noche? – dije, pero, esta vez con un tono sensual, tentándolo.

– Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho, ¿te parece?–

– ¿No podría ser más temprano?, ¿a las 6:30? – estaba necesitada y se lo hice saber.

– Lo siento, me es imposible a esa hora.–

– Vale, entonces a las ocho. – no me quedo más remedio que aceptar.

– A las ocho, en el lobby. Cerca de los elevadores.–

Y volvió a colgar primero, sin darme tiempo a decir algo más.
En ese minuto me arrepentí de haber mostrado mi urgencia, seguro él tenía una vida y un trabajo. Al menos,  tendría tiempo suficiente para ir mejor arreglada esta vez.

Le hice la parada a un taxi y le indiqué el domicilio de mi departamento.

Al llegar, me dirigí al armario y saqué un vestido beige, de tirantes delgados cruzado por la parte de atrás y que me llegaba a mitad de los muslos, era atrevido y por eso no lo había estrenado, pero para esta ocasión era perfecto. Abrí el cajón de la ropa interior y por más que revolví, no encontré prendas lo suficientemente sensuales.
Miré el reloj y faltaban quince minutos para las seis, así que tenía tiempo de sobra y me dirigí hacia una tienda de ropa interior que quedaba a diez minutos de mi departamento.

Mientras caminaba, pensaba que estaba completamente loca.
¿Cómo era posible que estuviera yendo ex profeso a comprarme ropa, sólo para tratar de impresionar a un completo desconocido que seguramente conocía miles de modelitos de todos colores y formas?

Suspiré un tanto desilusionada, no había podido dejar de pensar en él desde que lo conocí, y para él yo era una más en su lista.

Entré a la tienda sacudiendo mi cabeza para borrar esos pensamientos, lo mejor era concentrarse sólo en la diversión.

Ardiente Tentación | Norman Reedus | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora