Capítulo 30. | ¡Malditos celos!

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Apagué la luz y salí del cuarto, tiré el condón en el bote de basura, recogí el pañuelo del suelo, subí a mi habitación y lo guardé en mi maleta. Entré al baño y después de lavarme las manos, pegué la oreja en la puerta que daba hacia la habitación de ellos tratando de escuchar algo. ¡Qué conveniente me había resultado que eligieran esa recámara precisamente, que conectaba con la mía a través del baño!

No escuché absolutamente nada, reinaba el silencio así que me fui a acostar, pero no podía dormir, me atormentaba la idea de tenerla tan cerca y que estuviera durmiendo con ese infeliz en lugar de hacerlo conmigo.

Me desperté muy temprano, había dormido pocas horas, vi un rato la televisión y después me levanté por un jugo, en la sala me topé con Brandon.

– Buenos días Norman.–

– Buenos días, ¿vas a salir?–

– Sí, voy a correr, lo hago todas las mañanas, ¿no quieres
acompañarme?–

– No, gracias, no dormí bien y estoy cansado.–

– Bueno, nos vemos más tarde.–

Entré a la cocina, saqué el jugo del refrigerador, lo serví en un vaso y me lo tomé. Debía reconocer que a veces le daba a Brandon las gracias por dejar sola a Mia, si no fuera así no la hubiera conocido, así que decidí ir a darle los buenos días.

Abrí lentamente la puerta de su habitación y la vi dormida boca abajo, con las sábanas cubriéndole medio cuerpo, cerré cuidadosamente y me acosté a su lado, empecé a acariciarla y me di cuenta cómo iba despertando poco a poco, así que bajé mi mano por debajo de su cintura y ella volteó, se levantó asustada de la cama cuando se dio cuenta que era yo, me cuestionó lo que hacía ahí. Le aterraba la idea de que Brandon nos descubriera, así que le dije que no estaba, y le reproché el hecho de que no me hubiera detenido mientras la tumbaba en la cama y me subía en ella, que me aclaró que sabía bien que era yo, que su cuerpo me reconocía, yo le sonreí feliz y después de quitarle un mechón de la cara la besé.

– ¡Buenos días, Mia! – exclamé rozando su nariz con la mía.

– ¡En serio que sí estás loco!, ¿te caíste de niño y te golpeaste la cabeza?–

– No, me la golpeó una hermosa desconocida la noche de un martes, y ella fue la que me hizo enloquecer – le aclaré metafóricamente en tanto besaba su cuello.

– ¿Así que estás loco por una desconocida?–

– Sí, no sé que me ha hecho, creo que me embrujó – respondí jugando.

– Deberías hacerte una limpia para librarte del hechizo – sugirió graciosamente.

– No se me había ocurrido, gracias por el consejo – le dije, pero yo no quería librarme de su hechizo.

Volví a besarla mientras nuestros sexos se rozaban, me fascinaba tenerla así y más que ella respondiera a mis juegos y a mis caricias, pues se movía suavemente provocando un delicioso roce, sabía bien que no podríamos culminar el acto en ese momento, pero mientras, me conformaría con esas caricias y besos furtivos.

Me pidió que me detuviera y volvió a recordarme a su noviecito, así que un tanto enfadado me levanté de la cama y ella también para dirigirse al baño, no pude controlar el impulso y la besé una vez más, no tenía idea en qué momento podríamos estar a solas de nuevo y necesitaba un poco más de sus besos, para poder sobrellevar el día alejado de ella. Me detuvo de nuevo y no me quedó más remedio que hacerle caso, así que me fui luego de darle un pequeño beso en los labios.

Entré a mi habitación y me acerqué a la puerta del baño, escuché el agua correr y sentí el impulso de entrar y bañarme con ella, pero tuve un instante de cordura y me arrepentí, no quería ponerla en más predicamentos, Brandon podría llegar en cualquier momento, así que tomé mi ropa para bañarme en el baño de la habitación de enfrente que conectaba con la de Julieta, así que primero entré ahí y me di cuenta que ella no estaba y también escuché el agua, entonces esperé a que saliera.

Ardiente Tentación | Norman Reedus | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora