Capítulo 8. Perdiendo el control.

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– ¡Brandon, Mia!, ¡qué gusto de verlos! – exclamó Julieta alegremente – malvado, no me dijiste que los habías invitado – dijo a Norman dándole un golpecito en el hombro.

– En realidad no sabíamos que ustedes estarían aquí, Norman me prestó la casa por el fin de semana. – respondió Brandon mirándolo, como pidiéndole una explicación.

– ¿Qué no era el próximo fin de semana? – exclamó Norman serio y confundido.

– Bueno, ¡hay suficiente espacio para los cuatro y así será mucho más divertido! – agregó entusiasmada Julieta casi brincando.

Yo simplemente no podía hacer ni decir nada, estaba estupefacta tratando de procesar la información en mi mente. El shock había sido más grande a cuando me lo topé en el estadio y lo que más me había molestado era haberlo visto tan feliz con Julieta.

¡¿Cómo  podía decir que no era su novia si parecía todo lo contrario?!
Lo único que atiné a hacer, fue agarrar a Brandon del brazo para sacarlo de la casa mientras le daba una mirada de odio a Norman que nos veía seriamente.

– ¿Él fue quien te presto la casa? – pregunté molesta afuera de la puerta principal.

– Sí – respondió parándose frente a mí.–

– No podemos quedarnos aquí, busquemos un hotel, al fin estamos a diez minutos del centro de Las Vegas.–

– Pero baby, ¿desde cuándo eres antisocial?–

– ¿Baby? – pregunté extrañada olvidando por un segundo el origen de la pelea.

– Dije Mia, por el enfado ya ni me escuchas bien.–

– Te escuché perfectamente bien y me dijiste baby, ¿desde cuándo me dices así?–

– Ya sé porque fue la confusión – exclamó ignorando mi pregunta – es que primero le había dicho que vendríamos el siguiente fin de semana, pero como tengo que ir a… San Francisco en esa fecha le cambié el día a la mera hora. Fue mi culpa Mia, perdón... – se acercó y puso una mano en mi mentón – Pero no podemos hacerle un desaire cariño, Norman ha sido muy amable conmigo.
Además, se ve que a Julieta le caes muy bien, será como aquel viaje que hicimos con Cynthia y Diego, acuérdate que la pasamos genial.–

– Pero se suponía que la razón de este viaje era para estar solos tú y yo.–

– Y lo estaremos cariño, ¿a poco crees que ellos no querrán estar solitos también? – respondió guiñándome un ojo – Anda, no seas así, serían prácticamente 3 días.–

Sentí como se me revolvió el estómago con la insinuación, la escenita de la cocina estaba muy fresca en mi mente y no quise ni pensar como hubiera terminado si no hubiésemos interrumpido.
Brandon me dio un ligero beso en los labios y escuchamos que alguien carraspeaba, volteamos, pero él seguía sosteniendo mi mentón.

– Perdón, no quise interrumpir. La cena está casi lista, pasen y después vemos como nos acomodamos – exclamó Julieta desde el umbral de la puerta.

Norman estaba detrás de ella con una mirada de pocos amigos, como si quisiera fulminar a alguien.

– Gracias Julieta, pero nosotros acabamos de comer. Además supongo que ustedes querrán estar solos, creo que será mejor que Brandon y yo nos vayamos a un hotel – dije separándome de él, pero entrelacé mi mano con la suya.

– ¡De ninguna manera! Digo... el que se confundió fui yo, los que debemos irnos somos nosotros. – dijo Norman  abrazándo a Julieta por la cintura.

– No, Norman. Por supuesto que no, es tu casa, además la culpa fue mía porque primero te dije que vendríamos el siguiente fin de semana y apenas el martes te avise que  llegaríamos hoy, yo fui el de la confusión.–

Ardiente Tentación | Norman Reedus | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora