Capítulo 23. | Primeros encuentros.

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Era un martes cualquiera del mes de septiembre, al menos eso creía yo en ese momento. Salí de una junta casi interminable, tenía el tiempo justo para ir a dejar mi auto al departamento, tomar mi maleta y dirigirme al aeropuerto. El tráfico estaba imposible, había habido un accidente de tres coches y bloqueaban dos carriles de la avenida, yo miraba desesperado el reloj, cuando finalmente llegamos, le pagué al taxista y le dije que guardara el cambio.

Corrí por los pasillos del aeropuerto y al llegar al mostrador, me dijeron que el avión estaba por despegar y que ya no podía abordar. Suspiré frustrado, no me quedaba más que comprar un boleto para otro día, en eso estaba cuando mi iPhone sonó.

– Hola papá – respondí al reconocer su número.

– Hola hijo, ¿cómo estás?–

– Bien, ¿y tú?–

– También, hijo te llamo para pedirte un favor, ¿sigues en Nueva Jersey?–

– Sí, perdí el avión y creo que no hay vuelos para mañana, ¿qué necesitas?–

– ¿Recuerdas a Erika?, una de las chicas que ayudamos en la fundación, que tiene cáncer de estómago en fase terminal.–

– Sí, es una chica de veinte años, ¿no?, italiana si no mal recuerdo. –

– La misma, ¿sabes?, nunca ha viajado y tiene la ilusión de estar hospedada en un hotel de lujo, en una habitación con jacuzzi y pensé que podríamos hacerle realidad ese sueño en su ciudad natal, y ese es el favor que quiero pedirte, que le consigas una habitación en el Rose Imperial por unos días para ella, su mamá y su enfermera.–

– Por supuesto papá, pásame su dirección y yo mismo voy por ellas para llevarlas.–

– Gracias Norman, ahora te la envío por mensaje.–

– No tienes nada que agradecer, sabes que me gusta apoyar en lo que se pueda, ahora mismo llamo para reservar una suite.–

– Vale, y entonces, ¿cuándo vienes?–

– Yo creo que hasta el fin de semana, quería tomarme unos días libres, pero ya que perdí el avión aprovecharé para hacer otras cosas.–

– Bueno,cuídate mucho hijo y de nuevo gracias.–

– Ni lo menciones, salúdame a mi mamá y dile que los veo el viernes.–

- Hasta el viernes entonces–

Salí del aeropuerto, tomé un taxi y le di la dirección de mi departamento. Llamé al hotel y pedí que reservaran una de las suites presidenciales a nombre de Erika Villareal y les dije que yo cubriría los gastos. Recibí el mensaje de mi padre con la dirección de ella y después de pasar por mi auto me dirigí hacia allá.

Su mamá me abrió la puerta, me recibió con un gran abrazo, mi padre ya le había llamado por teléfono para darle la noticia, me dijo que éramos unos ángeles y yo le sonreí, mi padre sí lo era y, en dado caso que yo lo fuera, tenía las alas quemadas. Terminé por entrar a la casa y saludé a Erika que estaba sentada en el sofá, con una sonrisa en su pálida cara y la cabeza cubierta por un turbante para cubrir la calvicie a causa de las quimioterapias, le di un abrazo y la ayudé a levantarse. La encaminé al auto y después de que subió, me regresé por las dos maletas y las metí en el maletero, en tanto su mamá y su enfermera subían también.

Me puse en marcha y manejé a una velocidad bastante lenta para mi gusto, normal para la mayoría de la gente y minutos después me encontraba estacionándome frente al Rose Imperial, de inmediato nos abrieron las puertas del coche para bajar, saqué las maletas y el botones las metió al lobby. Yo mismo me dirigí a la recepción por la tarjeta de la habitación y las acompañé hasta ahí, volvieron a agradecerme el gesto y les prometí que regresaría a verlas los días que estuvieran.

Ardiente Tentación | Norman Reedus | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora