Capítulo 22. | El Club secreto.

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– Resulta mi amigo, que hace cinco meses fui invitado a pertenecer a un exclusivo y secreto club de sexo, de gente de nuestro nivel social y ¡uff!, es la gloria, así que conociendo tu historial de la universidad, eres el candidato perfecto para pertenecer a él – explicó David.

– ¿Pero cómo te atreves a meterme sin consultarme primero?–

– ¡Vamos Norman!, no te queda hacerte el santurrón conmigo que te conozco bien. ¿Acaso no disfrutaste la experiencia de anoche?, tú mismo dijiste que la chica era un bombón, así que no te hagas el ofendido.–

– Es que al menos  me hubieras avisado viejo, ahora comprendo varias cosas. ¿Qué es eso de las
reglas?–

– ¡Ah!, es que el club se rige por tres rigurosas reglas que no hay que romper. Tú sabes, se trata de mantener esto en secreto, no tienes idea de quiénes pertenecen a él, por eso te digo que es la gloria. A muchos no les conviene que salga a la luz pública.

Las reglas son simples:
uno: no nombres, dos: no preguntas personales, tres: no lazos afectivos, así que, como verás, se trata única y exclusivamente de gozar de un buen sexo sin ningún tipo de compromisos, así como nos gusta a ti y a mí.–

– Sexo entre desconocidos, ¿ah?–

– Así es mi amigo, de lo más excitante, aunque puede que te encuentres con alguna chica famosa, pero tú pretende que no la conoces. Ese es el juego, yo tengo mi regla personal, no más de tres revolcones con la misma, eso crea lazos y sería romper con una de las reglas, te vas a divertir, ya lo verás.–

– ¿Y a ti quién te invitó?–

– Un amigo. Por cierto, casi lo olvido, existe una cuarta regla: no repartir los teléfonos indiscriminadamente y menos a desconocidos, te digo que es exclusivo. Puedes pedir más teléfonos o proporcionar otros, como yo lo hice en tu caso, pero siempre y cuando sea gente de nuestro nivel social y que sea sumamente discreta.–

– ¿Y si no quiero pertenecer?–

– ¡Ay por favor Norman!, en primera, ya estás dentro, en segunda, sé muy bien que no podrás resistirte, así que recuerda muy bien las reglas y si por algún motivo te encuentras en la calle con alguna de las chicas, recuerda, tú no la conoces y olvida volver a citarla. La cosa es que no se sepa nada de la vida personal.–

– Pues hoy me regreso a Seattle.–

– Por eso no hay problema, en un momento te mando el teléfono de una preciosa chica que vive allá, el club es nacional, así que donde quiera que te encuentres podrás conseguir a alguien. Así que tú diviértete hermano, como lo hemos hecho.–

– Bueno viejo, pues te dejo, ya vinieron a recoger mis cosas.–

– Vale, seguimos en contacto, nos vemos.–

A los dos minutos que colgamos, me llegó un mensaje al móvil  con el teléfono de la chica, la clave y las reglas, aún no estaba seguro de querer participar en ese juego.

Se llevaron todas las cajas, después tomé mi maleta y miré por última vez aquella habitación que había sido más que eso, había sido mi guarida, mi refugio, la que sabía de todos mis proyectos, mis sueños y mis alocadas aventuras de universitario. Bajé las escaleras, me despedí de algunos compañeros que me encontré en el camino y subí al taxi que ya me esperaba para llevarme al aeropuerto.

Al llegar al de Seattle me estaban esperando mis padres con Julieta, que sostenía un gran cartel que decía “Bienvenido a casa Licenciado Reedus”, yo sonreí y corrí a su encuentro.
Primero abracé a mi madre que estaba más que feliz de volver a verme, la cargué y le di vueltas, después varios besos en ambas mejillas, ella sólo sonreía.
Luego abracé a mi padre, que me dio un apretón en la espalda y unas palmaditas en una mejilla y por último le di un gran abrazo a Julieta.

Ardiente Tentación | Norman Reedus | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora