Capítulo VI: Érase una vez La Desesperación

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Capítulo VI

Érase una vez La Desesperación

Sábado 30 de Octubre, 2010. 5:34 am.

Fue una noche muy agitada la anterior. Ninguno de los involucrados en la expedición hacia la enfermería con el fin de salvar a Antonio, tuvo el estómago suficiente para comer algo. Los tres infectados encerrados en la capilla no pararon de golpear las puertas de madera en toda la noche. Buena forma de enterarse que esas cosas no tienen necesidad por dormir. Por lo menos ahora los de afuera no golpeaban las puertas del jardín trasero; estaban casi todos en la enfermería.

A tan solo dos noches desde la invasión al colegio, el insomnio se presentaba como algo común entre los sobrevivientes. Cada tres horas alguien debía vigilar la capilla. Brenda sólo durmió una hora y únicamente porque la profesora Tania se ofreció a reemplazarla cuidando a Antonio, pero pronto ella retomó sus labores de enfermera temporal.

— ¿Cómo sigue?— Iván entró en la improvisada enfermería, hablando suavemente y caminando despacio.

— Muy mal. No ha reaccionado desde hace casi cinco horas. Creo que morirá— Brenda acariciaba la mano pálida y fría de Antonio— ¿Crees que él... se convertirá en una de esas cosas?

— No lo hará. Te lo prometo.

— No prometas cosas que no puedes cumplir— Nicholas hablaba desde su cama, arropado con lo poco que tenía y agarrándose la mano lastimada.

— Eso de transformarse luego de una mordida pasa sólo en las películas. Es ficción.

— ¿Y qué crees que estamos viviendo, Iván? Es como una jodida película. Nada de lo que está ocurriendo allá afuera parece real.

Samuel irrumpió en el salón, terminando así la pesimista conversación.

— Brenda, chica, deberías descansar. No has pegado el ojo en toda la noche.

— Ya lo sé, pero no puedo apartarme de Antonio.

— Yo lo cuidaré bien. Ve y duerme un poco.

— Tú no sabes nada de primeros auxilios. Mejor vuelve con Kenji. Tal vez te extraña.

— ¿Sabes? Es muy aburrido estar con él las veinticuatro horas— Samuel soltó una pequeña carcajada.

— Creí que lo amabas.

— Lo amo, pero también necesito mi espacio.

Las risas suaves surgieron entre los dos, pero Antonio cortó el momento abriendo los ojos y comenzando a convulsionar agresivamente. De su boca salía una extraña sustancia blanquecina, como si tuviese rabia y la pupila en sus ojos se tornaba cada vez más opaca. Dio un último suspiro y los espasmos terminaron.

— ¿Qué le sucede?— Iván se acercó rápidamente a él.

— ¡Brenda haz algo!— Samuel retrocedió un par de pasos y tapó su boca con la mano.

La chica tomó la muñeca de Antonio para comprobar su pulso. Aguardó casi un minuto. Tocó su cuello y luego colocó la oreja en su pecho en un intento de escuchar los latidos de su corazón. Nada.

— Ha...— las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas— Ha muerto...

— Oh Dios... no...— Samuel también inició con su propio llanto.

— Sabía que era en vano intentar salvarlo— Nicholas se puso en pie, se acercó al cuerpo de su compañero muerto y lo tomó por las pantorrillas— Iván, ayúdame a llevarlo a otro salón.

Bogotá Z: Colegio zombiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora