Capítulo III Érase una vez Los Sobrevivientes

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Capítulo III

Érase una vez Los Sobrevivientes

Quince minutos atrás. 7:25 am.

Los golpes en las puertas eran interminables y cada minuto que pasaba se hacían más aterradores. Todos en el fondo sabían que más temprano que tarde, esas puertas terminarían en el suelo y los infectados iban a ingresar.

— ¡Warein, debemos refugiarnos antes de que esas personas enfermas puedan entrar!— sugería Miguel, tan alterado que sus piernas y manos temblaban inconscientemente.

— Cálmate ¿quieres?— Warein hablaba con un cigarro en la boca y un fósforo entre sus dedos, expectante a encender el tubo de cáncer—Deberíamos disfrutar un poco de libertad ahora que los maestros se preocupan por otras cosas.

— ¡Nosotros también debemos preocuparnos por otras cosas!

— ¿Siempre eres tan aguafiestas, Miguel?

Antes de que Miguel pudiese responder con lo que probablemente hubiese sido un insulto, Paloma y Antonio regresaron a la cafetería.

— ¿Y bien? ¿Qué averiguaron?— preguntó Warein expulsando el humo del cigarrillo por su nariz y boca.

— Algunos salones están cerrados. Los alumnos de décimo se encuentran todos juntos en el salón de séptimo. Dicen que es el lugar más seguro de la escuela porque está alejado de las puertas y tiene ventanas de seguridad. No nos dejaron entrar— fue la respuesta de Paloma, aquella chica del peinado extravagante y los mechones de color púrpura y rosado.

— ¿Eso es todo?— por primera vez desde que la conversación inició, Warein alzaba su mirada para ver directo a los ojos marrones de Paloma.

— No. Hay otro lugar que también puede ser seguro— dijo Antonio antes de que la chica contestase— Pero es sólo una suposición.

— La vida está llena de riesgos. ¿De qué lugar se trata?

— Es la casa colonial de administración.

Jueves 28 de Octubre, 2010. 7:42 am.

— Hay una buena y una mala noticia— anunció el profesor David al grupo de estudiantes que ahora estaba bajo su cargo— La buena es que la puerta principal estaba cerrada. La mala... es que no estamos solos en la casa.

Durante los primeros segundos hubo confusión. Ninguno de los estudiantes vio entrar a nadie más en la casa. Algunos se asustaron al pensar que el visitante no deseado podía ser un infectado. Otros expresaron su alegría con una sonrisa, pues era motivo de felicidad que alguien más se salvase con ellos. Pero todos estaban de acuerdo en que ahora la prioridad era encontrar a estos huéspedes desconocidos.

— La mejor opción es separarse —dijo Nicholas arrodillado en el suelo frente a Sebastián, que estaba lastimado y tirado sobre el asfalto por la pequeña pelea contra Johan.

La casa de administración no era un lugar pequeño. Se dividía en tres secciones. Por un lado estaba la casa principal: el edificio de dos pisos que contaba con oficinas en el primer piso y salones de primaria en el segundo. También tenía el jardín trasero, que era donde estaba el grupo de alumnos sobrevivientes en ese momento. El jardín tenía una pequeña capilla, el laboratorio de química, un corredor de árboles florales y la casa de Arturo, el conserje. Y por último, estaba el pasillo que conectaba con el resto del colegio, donde estaban los baños, la bodega, la sala de maestros, la sala de sistemas, la de música, la de inglés y el auditorio. En esa última sección era donde se encontraba la puerta principal.

Bogotá Z: Colegio zombiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora