Biancaio (II)

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Sentí la puerta de mi habitación, no estaba dormido, solo que no tenía ganas de levantarme.

- ¿Bianca? - La voz me salio ronca.

Ella se giro y la pude observar detenidamente.

Sus pecho firmes, su cintura y ombligo estrechos, pero no pude apreciar su glorioso trasero.

- Oh solo venía para ver si necesitabas algo - Sonrió, apoyandose en el marco de la puerta.

Me senté en la cama, y ví una carpa debajo de las sábanas, solo traía bóxers, su mirada bajo hacia mi grande erección, relamió sus labios y luego los mordió.

Acomode mi pene descaradamente.

- ¿Y no crees que eso necesite ayuda? - Oí que preguntaba.

- No lo sé, ¿estarías dispuesta a ayudarme? - Sonreí arrogante.

Ella sonrió y se acercó.

Estiró sus brazos hasta la parte de atrás de su bikini y la desprendió.

Me quedé helado.

Se acercó aún más, tomó mis manos y las colocó en sus pechos.

Un escalofrío de excitación recorrió todo mi cuerpo hasta llegar a mi pene que parecía roca.

- ¿Te gustan? - Susurró.

- Me encantan - Toqué sus pechos.

Baje mi cabeza a la altura de estos y chupe su pezón, sentí como se estremecía.

Tomo mi barbilla e hizo que la mirara, se acercó y miró mis ojos y luego mis labios. Sonrió.
Sentí sus suaves labios, rápidamente correspondí a su beso

Bajo hasta la altura de mi palpitante erección, mordiendo por sobre el bóxer haciéndome gruñir, estaba demasiado excitado.

Finalmente lo bajo, haciendo que mi pene saliera disparado por lo duro que estaba.
Lo tomo en sus manos me miró y sonrió.

- Me encanta, es grande grueso, pero me gustaría saber que sabe hacer, en realidad si su dueño sabe moverlo - Dijo seductoramente.

- Eso ya lo sabrás y no pararás de gemir mi nombre perra - Mi comentario le gustó, ya que comenzó a chupar mis testículos y su dedo tocaba una parte sensible cerca de mi ano, nunca había experimentado eso, era totalmente nuevo, y me hacía gemir como loco.

Metió mi pene en su linda boca, sentí que llegó hasta su garganta, me estremeció y gemí.

Tome su cabello con fuerza y comencé a follarle la boca.

No hacía arcadas, era toda una experta y eso me encantaba.

- ¡Quiero leche ya! - Habló con voz de perra.

Eso me calentó aún más, estaba extasiado.
Sentía un lindo calor recorrer mis testículos.

- ¡Oh! Aquí tienes perrita y quiero que te lo tragues todo!
Si no te castigare y no te va a gustar.

- ¿Castigar? - Oí que preguntaba.

A propósito tiro un poco de mi semen en el piso.

Tome su cabello e hice que de pusiera de pie.

- ¡Por eso! - Baje su cabeza al semen en en suelo - Te castigaré - Pegué una nalgada en su trasero.

- No por favor - Fingió dolor.

- ¿Tú no pones las reglas entiendes? -  Asintió.

- Me iré bañar, pero no me olvido de tu castigo -

Cortos CombateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora