Paioigna

1.1K 11 0
                                    

- ¿Entonces? ¿Vas? - preguntó mi mejor amigo con un tono de euforia en su voz.

- Claro - aseguré, lo veía demasiado emocionado como para decirle que no. El palmeo mi hombro satisfecho por mi respuesta, saliendo de allí.

Cerré la puerta del casillero, tomando mi botella de agua para adentrarme a la sala donde se encontraban todos los aparatos para hacer ejercicio.

Me encontraba terriblemente sudado, ya había terminado con mi rutina, mi cabello estaba empapado de sudor al igual que mis prendas. Tomé la botella de agua en mis manos para tomar una buena cantidad. De reojo podía ver como todas las miradas femeninas estaban posadas en mí, aunque a algunas se las podía ver como sin descaro alguno miraban el bulto entre mis piernas, observaban con detenimiento mi cuerpo.

Pasé mi mano por mi frente sudada para quitar mi flequillo, antes de salir de allí acomodé mi bulto con descaro viendo como ellas mordían sus labios.

- Que guarras - susurré dando media vuelta para irme a los vestidores.

Tomé mi mochila de mi casillero y mis cosas para irme de aqui, estaba claro que no me bañaría acá, lo haría en mi casa. Coloqué mis anteojos y salí.

Al pasar por al lado de un grupo de chicas una de ellas palmeó mi trasero, me detuve escuchando las risas de sus amigas. Me giré y con rapidez la acorralé contra uno de los aparatos para hacer ejercicio.

- No te atrevas a hacer eso de nuevo linda - susurré en su oído para que solo ella pudiera oírme. La miré directo a los ojos, en ellos podía ver algo de temor pero sobre todo se podía notar que ella solo lo tomaba como un tipo de coqueteo. Le sonreí y me fuí de allí.

Me encontraba saliendo de la ducha con una toalla envuelta a mi cintura. Entonces escucho que tocan la puerta de mi apartamento.

Camino sin prisa alguna a abrir la puerta.

- ¿Quie.. - no pude terminar de preguntar, mi boca enmudeció al ver a la chica de ojos marrones que se encontraba frente mío.

- ¿Qué tal hermano? - mi mejor amigo apareció de la nada, adentrándose a mi apartamento.

Mi mirada se fijó nuevamente en la chica, pero ella ya no se encontraba allí. Me dí la vuelta cerrando la puerta, pensando que tan solo fué una alucinación mia.

Pero no.

No sabía en que momento se había adentrado en mi casa, pero ahora se encontraba tranquilamente recostada sobre mi sofá.

- ¿quién es ella Miguel? - le pregunté a mi mejor amigo, el cual rebuscaba algo para comer en mi refrigerador.

- Mi hermana, una vez te hablé de ella. Llegó ayer de Estados Unidos - dijo dándole un sorbo a una cerveza.

- ¿Por qué la trajiste acá? ¿Y que edad tiene? - pregunté algo confuso mirando nuevamente a la chica, la cual parecía no importarle estar en una casa ajena, ya que tomó el control remoto encendiendo mi plasma.

Mi amigo arrugó el entrecejo.

- Tiene 17 y no te atrevas a tocarle un pelo ¿me oíste? - me amenazó.

Levanté mis manos sin dar respuesta alguna.

- Me voy a cambiar - dije dando media vuelta y llendo a mi habitación.

Al terminar de vestirme tomé mis llaves, llendo nuevamente a la sala.

- ¿Nos vamos? - pregunté a los dos hermanos, los cuales miraban televisión.

- Sos peor que las mujeres - dijo Miguel poniéndose de pie, al igual que su hermana.

- Espera ¿ella va con nosotros? - susurre mirando a su hermana, la cual clavó sus ojos marrones sobre mí, sonriendo de una forma que no me parecía confiable.

Cortos CombateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora