Capítulo 1

1.1K 106 2
                                    

Parece que, cuando estás lo suficientemente cansado, simplemente existes aparte de tu cuerpo. No sientes nada, no piensas en nada...

Cómo si nisiquera estuvieras vivo.

Eso es lo que me pasaba después de cada mi entrenamiento. Y cuando superaba la dificultad de éste y este cansancio disminuía, aumentaba los ejercicios, los doblaba o incluso me inventaba nuevos. Se me hizo tan común este sentimiento, y tan gratificante la sensación de no pensar que era como una droga para mí.

Sueño con cansarme y dormir hasta el siguiente entrenamiento, para sacar todo de mí y volver a dormir. Así era mi rutina.

Salvo algunos días como hoy, que necesitaba la mente clara. Normalmente consistía en días en los que hacía diferentes misiones para sacarme dinero para la comida, o íbamos con Igneel a investigar una zona.

Destruimos tres puntos de los seguidores de Acnologia y descubrimos varios refugios del mismo, abandonados desde hace tiempo.

También aprovechaba estos días de lucidez para contactar con Saber. Fiona había querido ir conmigo pero no quería involucrarla por lo que las llamadas eran regla número uno. Y única en realidad.

Con gran esfuerzo subí la meseta y me di unos instantes para recobrar el aliento. La comunicación en este lugar era nula debido a que estaba rodeado de montañas y tenía que subir lo suficientemente para que la roca no bloquee las ondas mágicas.

Limpié la nieve de una de las piedras que sobresalía del suelo y me senté quitándome la mochila y dejándolo caer suavemente a mis pies. Desde dentro saqué una bola grande de cristal, lacrima, y la encendí con mi magia.

No tuve que esperar mucho pues la cara de Minerva apareció instantes después.

—¡Rubia!—exclamó alegre. Su sonrisa era de una chica extremadamente feliz, pero dudo que solo era por mi llamada, la saludé también muy cortamente para escucharla—¡Adivina quién va a ser madre!

Agarré la lacrima antes de que se me caiga de las manos enguantadas—¿¡Queee!?—grité sin cortarme ni un pelo, el lugar era desértico—¿¡Cuando pasó!?

—Bueno, hace como un par de semanas hicimos lo nuestro oficial... Y de repente aquí todo eran fiestas seguidas y ya sabes, la emoción, sentimientos y pues pasó. Nosotros ni siquiera nos lo imaginábamos hasta que Fiona lo dijo, hablando de ella, ¡Fioooona!—gritó en alguna dirección—¡Lucy está en línea!

Sonreí sin poder evitarlo, estaba muy alegre por la parejita MiRo y me imaginé al niño que tendrían. Seguramente sería uno de los magos más fuertes y muy feliz en el gremio. Ojalá pueda volver para conocerlo, o conocerla.

—Si eso hablamos después, quiero saber de tu vida—dijo antes de que su rostro fuera sustituido por el de Fiona.

—Vaya, ¿Nuevo corte?—pregunté y me sorprendí ante cuánto creció. Se veía madura y sus ojos azules resplandecían, curados totalmente. Su pelo normalmente largo ahora estaba cortado en capas hasta los hombros y su pelo se mantenía liso, su flequillo que antes estaba recto sobre las cejas ahora estaba sujetando hacia arriba con una pinza. Y sin olvidarnos su más grande sonrisa.

—¡Hola Lucy!—exclamó.—Si, Minerva-san ayudó a cambiar mi look. Me gusta este, me hace ver mayor.

—Te ves muy bien—asentí, además sabía por experiencia propia que Minerva sabía que hacía cuando necesitabas un cambio. Hace tiempo ella me ayudó, aunque solo con ropa.—¿Como has estado?¿Progresaste con la magia?

—Muy bien, invoco sin problemas a los plateados y me llevo muy bien con ellos, son raritos pero lo aprecio. También estoy entrenando con Sting como tú lo de la luz, pero en eso no tengo progresos—su sonrisa disminuyó un poco antes de volver a parlotear con entusiasmo sobre todo literalmente. Ella conocía a cada uno del gremio y siendo igual de cotilla que las gemelas Mao se enteraba de todo. Encantadora.

Vi movimiento delante mío y cuando alcé mis ojos me encontré con Igneel en su forma humana con alguna presa sobre el hombro.

—Por cierto, todo el mundo te manda saludos, abrazos y besos—añadió—Y esperamos tu vuelta.

Le sonreí—Gracias, ¿me pasas a Minerva un rato?

—Claro, un besuco Lucy.—puso sus dedos sobre sus labios y después en la lacrima.

—Otro para ti peque.—la imité y después volvió Minerva—¿Como lo hace?

Vi que ella vacilaba un rato antes de inclinar ligeramente la cabeza—Ella está bien, la cuidamos como si fuera la hija del gremio, es fuerte. En cambio ¿Como estás tú?

—Bien—respondí demasiado rápido. La respuesta me salía automáticamente ya, y vi que ella lo había notado.

—Incluso a través de la lacrima veo que te descuidas te bastante ¿acaso vives en una selva salvaje? ¿Duermes bien?¿Comes?

Suspiré cansada mentalmente—Min, creo que ya tuvimos estás charlas antes. Sabes que no te voy a decir mucho más.

—Solo estoy preocupada, tienes grandes círculos bajo los ojos y te ves malditamente pálida como la nieve e a tu alrededor. Por cierto—Ella pausó un momentos abriendo los ojos como recordando algo—Alguien pasó por el gremio buscándote y estuvo muy triste al no encontrarte.

—¿Levy?—pregunté, la primera de mis opciones, pero ante su negativa probé otro, dudando—...¿Gray?¿Ju?

—Es un chico, hombre ya, y tiene un pequeño compañero azul...

—¿¡Natsu!?—grité, no sorprendida, lo siguiente. ¿No es que se fue por un año?¿Acaso ese año ya pasó? Miré a Igneel y vi que estaba emocionado, aunque intentaba esconderlo tras una máscara de interés exagerado hacia el conejo muerto que empezaba a trabajar con un cuchillo con movimientos exactos y eficaces. Esa piel iba directo a mi capa.

—Sip, vino cual tormenta buscándote a gritos, no se tranquilizó ni cuando le dijimos que te fuiste. Preguntó a donde.

Mi corazón se paró unos instantes antes de volver a comenzar su carrera a doble velocidad.

—Espero que no le dijiste nada.

—Por favooor—rodó los ojos—Puede que él aprendió nuevos trucos y sea aún más achispado pero yo soy maga S clase con hormonas revolucionadas que me hacen aún más achispada.

Solté una risita—En este caso él no tiene nada contra ti.—vi el gesto burlón de Igneel y puse los ojos en blanco, dragones y su ego—Bueno te dejo Minerva, ya hablamos. Y recuerda, nadie debe saber que estoy en Grahpan.

—Dalo por hecho, soy una tumba—me enseñó su meñique como una promesa infantil—Ya hablamos rubita.

—Cuida de tu pequeño,  quiero ser madrina.

—No esperaba menos.

Desconecté la bola de cristal y la imagen se desvaneció de su interior. Y los colores subieron al instante a mi rostro. Me lo cubrí con manos.

—Mi madre, pero que he hecho.

—Hm, ¿Escribirle una carta en la cual le dices que puedes estar muerta cuando vuelvas? ¿Declararte en una carta? ¿D...

—Ya—lo corté. Odiaba que él sabía todo lo que me pasaba, pero a la vez era reconfortante. No tenía que recontar le nada otra vez.—¿Conejo?

—Sip.

—Ñam, la sopa de hoy promete—recogí la lacrima y me puse de pie palmeando mi abrigo para quitarle nieve. Juntos emprendimos el camino de descenso para llegar a la cueva en la que nos estábamos quedando. Ahí él fuego ya ardía con agua calentándose.

Si, era muy salvaje pero a estas alturas no me importaba. Si me paro a pensar, en realidad pocas cosas me importaban ya.

Y no sé si considerarlo preocupante o pasar de lado.

No Te Rindas [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora