Capítulo 3

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—Yy.... Estás muerta.

Resoplé con enormes ganas de mandar a la mierda al espíritu pero contuve mi irritación. Suspiré y limpié el sudor de mi frente con el dorso de la mano. A pesar del frío invierno entrenaba en el traje abierto de Taurus. Sentía calor como nunca por el entrenamiento, pero Igneel ya me esperaba a un lado con mi cálido abrigo, manta, y un termo con algún te de hierbas bien caliente.

Hice desaparecer el arma celestial de Gemenis​, seguido del traje dejando solo unos pantalones ya desgastados y un ligero jersey. Y fue ahí donde el frío me atacó.

—Estas mejorando Lucy—Loki hablaba con una sonrisa orgullosa. A pesar de que al principio se negaba totalmente a enseñarme la magia de Guardián Celestial ahora trabajábamos a tope para que lo aprenda.

El pesado abrigo cayó sobre mis hombros y yo no tardé en interesarme en él. Con toda esta nieve estaba segura de que odiaba el invierno. Tanto como el frío.
Seguido del abrigo fue la manta, Igneel dejó el termo abierto en mi mano y me abrazó para que entre en calor más rápido. Se convirtió en una rutina después de que la primera vez casi cojo pulmonía.

—Pero todavía no estoy ni de cerca para vencerte—suspiré y le di un trago al té. Ésta vez parecía ser menta. Riquísimo.

Loki rió y me despeinó el pelo, a diferencia de mi él no se congelaba, y le tenía un poco de envidia la verdad—Te olvidas que tengo muchos años siendo espíritu celestial, he perfeccionado mis técnicas a lo largo de todo este tiempo y tu casi acabas de empezar.

—Compara lo que haces hoy con lo que hacías todavía en Saber—añadió el dragon detrás mío.

—Ah por cierto, se me olvidó mencionarte, Virgo preguntaba por ti—soltó muy casual el pelinaranjo—Y decía algo de castigo...

Sentí a Igneel estremecerse, antes de desaparecer en un brillo escarlata. Pasaron tres meses desde que lo hicieron oficial, pero seguía sin acostumbrarme a la pareja. Si, exactamente, Virgo y Igneel. Por los rumores de los espíritus me enteré de que con todo el ruido que hacían, les hicieron una casa en tiempo récord todo lo alejado que se podía. Según ellos la parejita hacia demasiado ruido mientras practicaban su...em, amor sádico.

[Eso sí que es cincuenta sombras XD, aunque me pregunto quién castiga a quién. Igneel Grey, Virgo Steele ajajajajajajajsjs]

—Es...raro—musité.

—¿El amor?—preguntó Loki viendo a lo lejos con las manos en los bolsillos. Su katana colgaba envainada en su espalda, junto a otras. Todas ellas convertidas desde anillos. Sip, más cosas de guardiana celestial. Cada día tenía alguna sorpresita de parte de cada espíritu.

—No. No sé. Puede—subí los hombros—Se me hace extraño que ellos se lleven tan de maravilla.—e igualmente envidioso. Era totalmente de una novela de romance, se vieron y pum, amor. Casi como si fueran hechizados.

—Toda la vida es extraña Lucy, ve a descansar.

—Ugh, todavía no estoy lo suficientemente cansada—de hecho ahora hubiera sido turno de entrenar con Igneel con fuego de estrellas. Porque con mis espíritus entrenaba físicamente, cuerpo a cuerpo, armas... Pero con Igneel era otra cosa. Primero era meditación para aumentar la cápsula mágica, y después venía la cosa de la magia. Él no podía enseñarme la magia asesina de dragones, aparte de que ahora no era un dragon real sino espíritu, pero si las bases del fuego en sí. Nos rompíamos el coco en busca de nuevos hechizos. Todo ello para enfrentarnos al dragón del apocalipsis.

Si mis espíritus sabían de mi plan de acabar con él no lo decían ni interferían por lo que lo tomaba como bandera verde.

Últimamente estaba obsesionada con el tema. Incluso Igneel, quién tenía sus razones, sino más, a veces tenía que interferir con: "Hey Heartfilia, frena el carro".
Pero yo no podía, necesitaba esos entrenamientos agotadores para no pensar. No pensar en Acuario, en el gremio, En Natsu, en Sabertooth y en Sting. Y en mi y lo que me pasaba. Era más fácil entrenar hasta el desmayo y ya.

—Te vendría bien un descanso—sonrió tenso mente mientras me observaba. Pero en mi mente sonó como "Dios chica, estás asquerosa", y la verdad es que me daba malditamente igual.—Por cierto, hice mis investigaciones y encontré una pequeña piscina natural con aguas termales algo al sur. Anímate.

Lo observé desaparecer en el brillo dorado y pateé de frustración. No quería estar consciente, pues las oscuras garras del dolor ya se me acercaban.

Pisoteé a través de la nieve hacia la cueva. Menos mal que tenía una salvación ahí, en forma de una botella de alcohol que conseguí en el pueblo más cercano.

¿Que mañana tendría resaca? Que más daba. Así tendría que concentrarme el doble, y esforzarme el triple en el entrenamiento.

[...]

Desperté con un grito ahogado mientras me sentaba como impulsada. El sudor me cubría bajo el grueso cobertor y respiraba como si acabará de correr un maratón de diez kilómetros.

—Re...spi...ra....Lu..cy—dije entre dientes a mi misma. Me golpeé en la cara varias veces antes de volver a mi misma e incluso entonces los temblores no habían cesado. Duh, como odiaba las malditas pesadillas y el sentimiento que las seguía. Y este era de los peores.

Mire en dirección a la salida viendo los rayos de sol ya. Que extraño, normalmente me levantaban a entrenar al amanecer. Me pregunto qué traman los espíritus celestiales con todos esos descansos.

Miré el fuego que estaba en el centro de la cueva y vi que estaba a punto de extinguirse.

Alargué mi mano temblorosa y el fuego se avivó un poco, más después de añadirle algunas ramitas secas.

La pesadilla volvió a mi mente, y eso que yo me encargaba de no pensar en nada y me estremecí de nuevo. No sabía por qué pero últimamente tenía muchas pesadillas con Acnologia matándome. Si, eso me animaba un montón seguir cazándolo.

Aparté la manta e hice una mueca ante el aire templado de la cueva, y alguna que otra corriente de aire helado con nieve. Otra vez estaba cayendo la maldita.

Me vestí rápido con mallas y camisa térmica y por encima vaqueros con jersey y busqué el termo. Tenia una sed horrible por culpa de la resaca.

Toqué mi muñeca viendo las llaves con extrañeza. Demasiado extraño que todavía no oía sus voces, o estarían aquí. Pues Loki le enseñó el "truco" de invocarse a sí mismo a Igneel, quién no tardó en "pillarlo" lo que significaba que ahora tenía dos molestas cabezas celestiales molestándome a cualquier hora.

Pero hoy todo estaba silencioso, y lo peor es que no tenía ganas para llamar a Saber, pues lo había hecho hace unos días.

Y encima no podía entrenar sola por mi promesa a Loki, de si entrenaba lo hacía cerca del espíritu celestial para que me vigilen.

Suspiré y me derrumbé delante del fuego con reflejos dorados tranquilizando mi cabeza pulsante y el estómago sensible por todo el alcohol ingerido ayer. Calenté un poco de agua y la puse en el termo, disolviendo lo que quedaba ahí. El resultado no era muy sabroso pero estaba caliente, me valía.
El fuego me hacía pensar en una persona concreta, relacionada con otro lugar concreto. Pero me negué a pensar en mi vida anterior, sino, me derrumbaría. Ha pasado mucho tiempo y parecía que la herida cicatrizó, pero todavía estaba sensible, como si con cualquier recuerdo que evoque, la costra se desprendería abriendo la herida de nuevo.

—Bien, si los malditos no quieren que entrenen pues haré alguna dichosa misión—decidí hablando sola. Cuando pasas mucho tiempo en un lugar abandonado por dios, el silencio se vuelve ensordecedor y necesitaba llenarlo de alguna manera. Hablar consigo misma no era tan malo en realidad.

Agarré el abrigo que estaba doblado al lado de mi improvisado colchón y fui a la entrada de la cueva donde una desagradable sorpresa me esperaba:

Una tormenta.

Con un suspiro de rendición, hoy realmente no era mi día, me subí la capucha y di un paso dentro de aquel infierno blanco.

No Te Rindas [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora