Dad To My Dreams ➵Phan

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—Colin —Llamó Dan haciendo que su pequeño levantara la vista de su cereal—. Hoy iremos los dos a comer un helado.

Al pequeño se le iluminó la mirada y su linda sonrisa junto a sus oyuelos aparecieron.

—¿Lo estás diciendo en serio? —Preguntó, aún no se lo creía.

—Yep, saliendo de la escuela iremos directamente a la heladería.

—¿Solo tu y yo?

—Solo tu y yo.

—¡Eres el mejor! —Se levantó rápidamente de su lugar para ir a abrazar a su papá—. Gracias, gracias ¡Gracias!

—No hay de que —Se separó del abrazo—. Ahora ve por tu mochila, ya nos vamos.

—¡En seguida!

¿Qué haría Dan sin su pequeño?

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A Dan le estresába demasiado su trabajo, todos los días había problemas nuevos, gente loca, miles de llamadas y papeleo, mucho papeleo.

Pero con el solo saber de que haciendo todo eso le está dando a su pequeño lo mejor lo conforma, sin el no sería nada.

Escuchó como tocaban la puerta de su oficina, molestandolo.

—Ugh —Murmuró—. Adelante.

Por la puerta se asomó su secretaria.

—Ya están aquí las cinco personas para la entrevista del puesto de niñera.

—Pasa a la primera, por favor.

—Si, señor Howell —Salió del lugar.

Dan siente un gran temor en el pecho, no quiere tomar una mala decisión.

La puerta de su oficina se volvió a abrir, dejando a la vista a una adolescente.

Será un largo rato de egocentrismo.

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Al final ninguna de las personas que se presentaron lo convencieron al cien por ciento, cuatro de ellas eran adolescentes y una era una anciana, y no quería que derrepente dejara el mundo frente a su hijo.

¿Por qué es tan difícil conseguir una buena niñera?

Como sea, ya era su hora de salir. Tomó sus cosas y salió para poder irse.

—¡Señor Howell! —Lo llamó su secretaria—. No quiero sonar chismosa pero, ¿Cómo le fue con lo de las niñeras?

—No muy bien, Cat. Ninguna de ellas era la adecuada, pero tranquila, ya encontraré a una.

—Pues...eh, yo podría....

—¿Si? —Esperó su respuesta.

—Yo podría desearle la mejor de las suertes en su búsqueda, si, eso.

—Gracias —Sonrió—. Ya me voy, es tarde.

—Eh, si si, ¡Que tenga un lindo día!

Ella nunca se atreverá a decírselo.

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Dan ya había recogido a Colin de la escuela y ya estaban dirigiéndose a la heladería favorita del pequeño.

—¿Me dejarás pedir lo que yo quiera?

—Claro que si, campeón.

—¡Yupi!

Estacionó el auto frente a la calle del lugar, bajaron y entraron, para su suerte no estaba tan lleno como de costumbre y no había fila para ordenar.

Se acercaron al mostrador.

—Espero que estén teniendo un lindo día —Les sonrió el empleado—. Mi nombre es Phil, ¿Qué van a ordenar?