× Dieciocho ×

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—En tus brazos me siento bien, ¿Sabes?— Entonó tímido, mirándolo con un brillo en sus ojos.

Miguel también lo miró y besó su frente, a lo que una pequeña sonrisa se reflejó en los labios de Juan.

[...]

El mayor del par entrelazó sus dedos con los del otro, logrando que la mirada de Juan fuera a sus manos, las cuales se encontraban unidas ahora.

Luego, el más alto, devolvió su vista hacia Miguel y se acurrucó en su pecho. Miguel sonrió y, con su mano libre, le acarició el cabello, lo que provocó que un leve sonrojo se hiciera presente en el rostro del menor.

—Qué tierno eres...— Habló Miguel, observando cómo el sonrojo de Juan se intensificaba y cerraba lentamente sus ojos, pareciendo un niño pequeño.

—Qué ternurita— Repitió el albino.

—¡Joeh, n-no s-soy t-tierno!— Exclamó sonrojado el menor.

—Sí que lo eres— Le respondió sonriente.

—¡N-nu!— Negó el otro, nuevamente.

—Admítelo— La mano del más bajo se posó en la mejilla del otro.

—N-no M-migue.

Aunque, el nombrado, dijo con una voz ronca y susurrante:

—Vamos, Zomber...

Lo que provocó que un escalofrío recorriera el cuerpo de Juan, por primera vez en su vida.—A-aish— Se removió de su susurro, de forma algo tierna.

Sonrió, pero por primera vez algo del ego de Miguel salió a la luz.

—Mírate, desprendes aún más dulzura y ternura que yo — Sonrió ladino, observando con detenimiento al menor.

—¡O-oye! ¡Y-yo soy el e-egocentrico!— Replicó, con tono aniñado.

—Pero ahora tú estás siendo el tierno— Su sonrisa se tornó victoriosa.

—E-eso puede cambiar.. Y-y lo sabes...— Le recordó el más alto.

—Lo sé pefectamente, pero por ahora disfrutaré de ser así— Le besó la comisura de los labios, humedeciendo la zona del beso.

—Ups... Parece que tu tiempo se ha agotado, ¿Eh, Migue?— Tornó su tono a uno atrevido y algo desafiante.

Miguel intentó imponer resistencia ante el repentino cambio del chico, aunque por dentro se derretía literalmente.

—¿Alguien se está resistiendo a lo irresistible?— Juan lo tentó en su oído.

El mayor no quería caer en la gruesa voz de su pareja, la cual denotaba egocentrismo puro.

—Sabes que nada ni nadie puede contra mi— Seguía en su oído.

—E-estás equi-vocado— Respondía Miguel, aún intentando mantenerse firme ante toda la situación.

—Demuestrame eso, pues— Incitó el menor del par.

—Ya... Ya lo estoy haciendo— Sus nervios salían con el paso de los minutos.

—No me convences, sinceramente — Continuó el de mayor altura, aún más cerca de su oído.

—A-aish...— Se dio por vencido, logrando una risita con ego de parte de Juan.

—¿Ves? Soy irresistible si me lo planteo.

Miguel hizo un tierno puchero mientras sus mejillas enrojecían y bajaba su mirada.

Cruzados - Rompiendo el Zarcronno || Zarcronno & más ShippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora