× Veinticuatro ×

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No hay problema, mantenga al paciente en condiciones normales, la ambulancia no tarda.

—Vale, hasta luego— Saludó, para luego finalizar la llamada, quitarse las lentillas, guardarlas, y ponerse su sudadera marrón.

[...]

Miguel comenzaba a ponerse más pálido, su piel totalmente fría y su respiración era bastante lenta.

Minutos más tarde, la ambulancia llegó y se dirigieron al hospital. Se llevaron al chico a una sala y lo atendieron.

Juan podía verlo a través de la ventana que la pared de la habitación portaba. Conectado a varios cables y con una máscara para respirar.

—No, joder, no, Migue... Quédate conmigo— Mordió su labio, reprimiendo un sollozo.

—¿Familiares del señor Martos?— Preguntó un doctor, quien parecía haber atendido a Miguel.

—Aquí— Juan se acercó al hombre, esperando buenas noticias.

—Vale, pues... El joven sólo tuvo un desmayo a causa de falta de glucosa en sangre, pero se resolverá si consume azúcar. Puede pasar a verlo si gusta— Informó el médico y se hizo a un lado, dejando la puerta libre.

—Vale— Entró a la habitación y se acercó a Miguel, quien estaba acostado en la cama del lugar, con sus ojos cerrados—. Hola, pequeño...

Los ojos de Miguel querían abrirse, pero le costaba, el desmayo había sido fuerte.

—Sh... Mantente tranquilo— Susurró Juan al oído del mayor.

El albino continuaba respirando por aquel artefacto artificial, su respiración ya no era tan lenta y su piel había retomado color y una temperatura normal.

—Ya saldremos de aquí... Sólo... Aguanta un poco— Le continuó susurrando el menor.

Miguel le escuchaba a pesar de no poder hablar. Poco a poco, logró ir abriendo sus ojos, dejándole ver a un entristecido Juan junto a él.

—Despertaste— El moreno dibujó una pequeña sonrisita en sus labios.

—Y-yo... Debí hacerte caso... En lo que decías... Lo s-siento— La voz del mayor era débil y baja, recién despertaba y no tenía demasiadas fuerzas.

—Oye, lo hablaremos en casa, con tranquilidad, ahora descansa, ¿Vale?— Juan besó la frente de Miguel, dejándole un diminuto beso allí—. Me quedaré contigo... Aquí a tu lado— Juan tomó asiento en el pequeño sofá individual que se encontraba al lado de la camilla.

Miguel asintió lentamente con su cabeza, y en ese momento comenzó a cerrar sus ojos. Minutos más tarde, su brazo cayó por uno de los lados de la camilla, demostrando que ya se había dormido.

En los pensamientos –sueños– del mayor merodeaban muchas cosas, sobre todo el sentimiento de culpa al haber preocupado al otro.

Juan comenzó a acariciar los cabellos desteñidos del más bajo, logrando que la tranquilidad invadiera el cuerpo del mismo.

«Guapo. Lindo. Hermoso. Bonito...», Comenzó a pensar el moreno, «Atractivo... Deseable...» Una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios, mientras relamía el inferior con su húmeda lengua.

Pedro hizo su llegada junto a Alex, quienes entraron a la habitación con permiso del doctor.

Juan no se dio cuenta, por lo que continuó observando cada detalle del ‘perfecto’ rostro de Miguel.

El par recién llegado, miró con pena al chico internado. Alex llegó a soltar unas pequeñas y saladas lágrimas, Miguel siempre había estado para los malos momentos.

Cruzados - Rompiendo el Zarcronno || Zarcronno & más ShippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora