× Treinta y seis ×

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El camino de vuelta fue silencioso. Miguel notó que finalmente el caso Anna había acabado, por lo que su corazón se fue ablandando para volver a ser el amigable Miguel de siempre. Por su parte, Juan continuaba con aquella mirada de odio y rencor, repasando una y otra vez la escena, recordando cómo la chica pasaba la mano del albino por su cuerpo, y la expresión de ayuda de este. El mayor entrelazó sus dedos.

—Calma, ya pasó— El más bajo habló en un susurro. Juan apretó el agarre, tenso—. Pues puedes estar tranquilo, calma, ya acabó todo— Los intentos de Miguel de querer desaparecer la actitud distante de Juan eran en vano. Luego de un rato llegaron a casa.

[...]

—La niña, la niña, joder— Susurró Juan una vez entraron a la casa, sentado en el sofá, dándose en lujo de observar la oscuridad de la ciudad a través de la ventana—. Primero la niña, ahora Anna, ¿Qué coño estoy haciendo? Anna desmayada, una niña huérfana seguramente— El moreno llevó sus manos a su rostro, preocupado y nervioso, sin dejar de lado su ira y molestia por el reciente acontecimiento con la exnovia de su pareja—. ¡Ya sé! Debo buscar a la pequeña y... ¿Secuestrarla? O...

Y lo que Juan pensaba que estaba susurrando o diciendo en una voz baja, se estaba dejando oír por todo el apartamento. Un Miguel asustado por aquellas extrañas y horrendas ideas se escondía bajo su almohada, recostado en el colchón de su recamara.

—Emm... ¿La salida fácil? Acabar con su vida. ¿Algo menos... Fuerte?— El moreno calló unos instantes—. Secuestrarla, quizás.

El albino se encontraba aferrado a las sábanas, temiendo lo que Juan podría hacer en un impulso. Una lágrima salió de su ojo, ¿qué sería de esa pequeña? Sabía que lastimó a Juan, pero era su manera de proteger a su madre.

—Pobre niña— El de mayor altura carcajeó—. No se debería haber metido en esto.

El albino cerró sus ojos por instinto y soltó un leve sollozo; ese no era el Juan del que estaba enamorado. Definitivamente no lo era. Una, dos, tres lágrimas y sus ojos se abrieron. Aterrorizado, observó a la alta figura frente a él: el chico que se hacía llamar su novio. ¿Por cuánto tiempo había cerrado sus ojos? ¿Un minuto? ¿Quizás había caído en un corto sueño? No importaba, estaba atemorizado por el joven frente a él.

A pesar de ya no tener esa extraña vestimenta con la que había salido, el chico mantenía una mirada perdida, brillosa, profunda y desquiciada.

—¿Pasa algo? Te noto asustado— La tonalidad fría de Juan no lograba calmar en ningún sentido al mayor, continuaba provocándole terror.

—Emm— Miguel tenía los nervios a flor de piel—. N-no, para nada, corazón— El más bajito armó una temblorosa sonrisa.

—¿Otra vez escondiendo cosas? ¿No recuerdas lo que te dijo Pedro?— El contrario asintió con su cabeza, mudo—. No parece que lo hayas tomado en cuenta. ¿Qué carajos te ocurre?

—T-te escuché planeando un secuestro a esa niña... Todo aquello que planeabas hacerle— Miguel apretó el agarre a sus sábanas, cerró los ojos y mordió su labio fuertemente. Una lágrima recorrió su mejilla—. No eres el Juan que conocí, ni que conozco— Dispuesto a charlar con Alex e Iker, tomó su móvil entre sus manos. Necesitaba aire fresco.

—Te advierto: tú no saldrás de esta casa— Sentenció el moreno, su mirada eran como lanzas de hielo.

—¿E-eh? Pero si sólo iba con Alex e Iker...— Respondió el teñido con un hilo de voz, perplejo. ¿Acababa de condicionarlo?—. ¿P-por qué?

—¿Acaso no has escuchado?— El menor elevó su voz y achicó sus ojos, una mirada desafiante e intimidante.

—S-sólo pregunto por qué quieres retenerme aquí.

Juan tomó a Miguel, quien estaba recostado, por los hombros y se aproximó a él.

—Repito. ¿Acaso no has escuchado?

—¡Que sí te escuché!— Un grito leve se escapó de los labios del de menor altura—. Sólo quiero saber la razón...— Los ojitos de Miguel se inundaron de saladas lágrimas nuevamente.

El más alto levantó su puño dispuesto a estamparlo contra el rostro del otro. Miguel ya podía sentir el impacto que tendría y la ráfaga de viento del puño. Presionó sus ojos esperando el golpe que jamás llegó.

—Ay no... Ay no— El de cabellos oscuros había logrado entrar en razón—. No joder, no.

Miguel se encontraba temblando entre las frías cobijas. Juan cayó de rodillas al suelo, logrando llamar la atención del albino, quien lo observó por un segundo.

—¿J-Juan?

—Yo... Yo lo siento mucho Migue— El menor se sentía horrible, se sentía una horrible y desagradable arpía.

— T-tranquilo— Miguel se reincorporó en su sitio, acercándose al contrario. El moreno sollozaba entre sus manos—. No pasa nada... Todo está bien, sólo fue un ataque, tranquilo— El mayor colocó su mano en la nuca de su novio, acariciando suavemente la zona con su pulgar.

—No q-quise... Perdóname— Los ojos del más alto, hinchados por la fuerza con la que los cerraba y rojos, observaron al otro— Ve con Alex e Iker, si... Si quieres.

—No no, solo tenía miedo... Era eso...— Miguel abrazó a su pareja, odiaba verlo mal, necesitaba de su sonrisa para vivir.

—¡Perdona! Lo siento mucho, soy lo peor, me quema el hecho de que casi te pego— Juan sollozó nuevamente.

—Ya no te disculpes, ya estás perdonado, Juan— Respondió el mayor—. Lo importante es que no lo hiciste.

—Pero te amenacé... Yo de verd- — El de cabellera oscura sintió unos suaves labios sobre los suyos, esos que tanto apreciaba y anhelaba. Segundos más tarde, se separaron—. Creo que debo dejarte verme tierno e infantil, ya sabes, como una pequeña recompensa por todo esto.

—No. Sé que odias esa parte tuya, así que no.

—Una vez no me hará daño— Juan jugueteó con lo claros cabellos del otro.

—No no, en serio, no te quieras sentir obligado.

—Lo tomaré como un sí— Juan sonrió como tonto, de verdad amaba a su novio. Carraspeó su voz—. ¿Pasha algo?— Miguel no respondió nada—. ¿Migue? ¿Te ocurhe algo?— El chico negó— ¿Shegurito?

—Sí, claro— Miguel caía rendido cuando su pareja actuaba de aquella forma, sin duda era algo que le encantaba, a pesar de no admitirlo.

—¡No me mientas!— Juan habló con tonalidad infantil.

—Pero no lo hago.

—¿Ah, que ñoh?

—Lo juro— Una leve sonrisita se asomó en los labios del mayor. Juan lo observó en un intento de intimidación, pero parecía hacer un tierno puchero con los ojos achinados—. Hasta intentando amenazar es tierno— Susurró para sí el albino.

—¡Oye!— Replicó Juan.

—Eres adorable, cuando quieres, pero lo eres— El más bajo le revolvió el pelo a «su niño».

—¡A-aish!— Juan frunció adorablemente su entrecejo—. ¿Por qué sonrhíes tanto?— Escuchó como respuesta por parte de su novio un «Por lo tierno que eres», que fue proseguido por un leve sonrojo sobre las mejillas de Juan y un beso en estas.

—¿Tienes chuches?— El de cabello claro negó, algo apenado— ¿Sabes?— La tonalidad de Juan cambió repentinamente a una seductora, tomando por sorpresa a Miguel— Tú eres la mejor chuche que probé en mi vida.

Miguel se sonrojó abruptamente. A veces conseguía dejarlo sin palabras.

Cruzados - Rompiendo el Zarcronno || Zarcronno & más ShippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora