× Treinta y cinco ×

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—¿Por qué querrías ser mi amiga?— Preguntó confuso, observándola fijamente, intentando leer sus expresiones.

—Ah...— Anna cerró su boca, y mordió internamente su labio, mientras Miguel la observaba expectante—. Yo...

—¿Tú...?— El chico incitó a que continúe con la oración, pero la de pelo largo se mantenía en silencio—. Venga, habla.

Y cuando menos lo esperó, lo tomó por sorpresa una Anna que se había abalanzado sobre él.

[...]

—¿Qué coño?— Sorprendido, Miguel reaccionó rápidamente a su acción, separándola casi instantáneamente.

—Sólo déjate llevar... Sé que quieres...— Anna relamió sus labios, tomó la mano del albino por la muñeca y, llena de seducción y nada de pudor, la posó sobre su abdomen, subiendo hacia sus pechos por su torso, llegando a ellos tentativamente—. Venga... Sé que quieres...— Repitió en un susurro jadeante.

—No, Anna, tienes tu pareja y yo la mía— Miguel estaba por entrar en pánico, haciendo el intento de teclear un mensaje a Juan, sin éxito.

—A la mierda mi novio y el tuyo— La chica comenzaba a desabrochar su vestido, y cuando estuvo a punto de caer al suelo y dejar a la vista su deseable cuerpo, por detrás, un brazo la tomó por el cuello.

—Gracias...— Habló bajito Miguel, viendo la alta, estrecha y oscura figura de su novio.

—¿¡Q-Quién eres!?— Preguntó la de pelo castaño oscuro, aterrorizada—. ¡Eres un loco, suéltame!— ¿Quién no opinaría eso de un chico de ojos blancos, un pañuelo cubriéndole el rostro y mirada asesina?

—Cállate o verás las consecuencias— Amenazó el recién llegado, entrecerrando los ojos y rasgando su voz.

—Eso pasa cuando eres demasiado pretenciosa y quieres algo con tu ex-novio, Anna— Miguel sonrió ampliamente, pero sus ojos destacaban algo: perversidad.

—¡¿Q-quién es?!— Chilló Anna, cada vez su cuerpo se sumergía en un miedo más profundo.

—Yo te avisé— Juan trasladó su agarre hacia la cintura de la chica, y amenazó colocando la punta de una navaja en su cuello, tirando su cabeza levemente hacia atrás, buscando lugar.

—Eso no importa ahora, mi niña— Miguel se aproximó al cuerpo de la menor, y en la parte libre de su cuello susurró:— Qué alegría estar sin ti ahora, sólo eras una inútil carga más para mí. ¿Me explico? No me importas, más vale que no intentes nada, o como ves— Rió levemente— podrías acabar en una camilla de hospital.

—¡No entiendo nada, por favor, y-yo-!— Allí comenzó el llanto de Anna, quien seguramente lamentaba haberse metido en esto.

—Mejor así, no puedo creer que por tu mensajito asqueroso casi caigo— Tomó el rostro de la fémina en una de sus manos, su dedo pulgar estaba en la mejilla izquierda y, los otros cuatro dedos, en la otra. Le dio un golpe de palma abierta a la altura de la sien— Te pasa por querer violarme, y puede esto ser peor.

Juan apretó la navaja contra el cuello Anna.

—Discúlpate o la próxima resonará fuerte, «amante de los animales»— Dicho esto por el albino, el más alto de la habitación dejó una pequeña, pero no insignificante, herida en la zona donde se apoyaba el cuchillo.

—Miguel, p-por favor, no dejes que me haga daño— Sollozó la castaña oscura, rogando por ayuda.

—Ni pienso defenderte, eres pasado, ¿lo entiendes? P-a-s-a-d-o- Deletreó el albino—. No me importas, me da igual tu estado, vida, vínculos, color de braga u ojos.

—¿Quién es este loco?— Se refirió a Juan—. Miguel, te lo suplico, ayúdame.

—Pues esa es la locura que me agrada de mi pareja, cierra tu maldita boca y ve con ella a chupar pollas en lugar de joder la vida de los demás— Miguel estaba furioso, molesto, no recordaba a su «novia» tan pesada y ser un intento de manipuladora—. Si así puedo dejar de oír tu voz, te diré quién es quien te está sosteniendo. ¿Recuerdas a Katia? Él fue su pareja.

—¿Qué? ¿J-ju-juan?— Anna tragó grueso.

—Abres la boca y no verás la luz del día— Amenazó con odio y frialdad Juan, acomodando su agarre nuevamente donde debería estar—. Me llego a enterar de alguna denuncia, juro por Miguel que vengo y te asesino.

—¡Miguel!— Replicó Anna, inundada de temor. Juan cortó parte de su cuello. El nombrado primeramente sonrió ante aquello.

—Que te quede claro, te metes con uno de nosotros y te metes con los dos. Adiós, cariño— Segundos después, Anna cayó al suelo.

La pareja de tórtolos abandonó la casa de la chica, sin dejar rastros de su presencia.

El camino de vuelta fue silencioso. Miguel notó que finalmente el caso Anna había acabado, por lo que su corazón se fue ablandando para volver a ser el amigable Miguel de siempre. Por su parte, Juan continuaba con aquella mirada de odio y rencor, repasando una y otra vez la escena, recordando cómo la chica pasaba la mano del albino por su cuerpo, y la expresión de ayuda de este. El mayor entrelazó sus dedos.

—Calma, ya pasó— El más bajo habló en un susurro. Juan apretó el agarre, tenso—. Pues puedes estar tranquilo, calma, ya acabó todo— Los intentos de Miguel de querer desaparecer la actitud distante de Juan eran en vano. Luego de un rato llegaron a casa.

Cruzados - Rompiendo el Zarcronno || Zarcronno & más ShippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora