6. Busca tú muerte natural.

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Ruedo los ojos.

Seguramente  era la tercera vez  que lo hacía en menos de diez minutos.

-Madison, no  te llamé ayer porque me quede dormida. ¡Ya deja el drama mujer! Te he dicho por milésima  vez que no te estoy  reemplazando.

-Si claro. Mucho cuidado - Su voz suena en tono amenazante bien reconocible apesaar de estar a unos 1.300 km de distancia.

  Ruedo los ojos. De nuevo, sólo que está vez lo acompaño  de una pequeña  risa.

Mi hermano detiene  el auto frente a la entrada de Wittmore. Le sonrió a la vez que hago un leve movimiento con mi mano despidiéndome, él imita mi gesto y  salgo del auto ignorando unos segundos lo que decía Maddison.

-Mad...-Interrumpo  lo que dice  a la vez que acomodo la mochila en mi hombro izquierdo-Sabes que te quiero mucho amiga mía, pero debo colgar se me hace tarde para la primera clase.

-Algo muy normal en ti- Puedo escuchar su risa burlona pero, aún asi que es en mi contra dejo salir unas carcajadas.

-Ya me conoces.

-Bien, te dejo que tambien debo entrar a clases. No te olvides de llamarme, perra.

- Si si, estúpida. Luego hablamos.

Cuelgo la llamada  y cruzó las puertas del instalaciones. Como siempre los pasillos estaban vacios y solo se encontraba Horace trapeando, al igual que lo hacia todas las mañanas.

En el mes que llevo aquí, Horace se habia vuelto una buena compañía, especialmente  en las salidas cuando tengo que esperar  lo que parece una eternidad a que Christopher venga por mi. Él es como un (no muy convencional) psicólogo, me da sabios consejos y frases bastante motivacionales.

-Buenos días.

-Señorita Camila, ¡Buenos días! Y esta vez que sucedió ¿náusea? ¿problemas con el auto?

El coloca ambas manos sobre la parte superior del trapeador  apoyando su barbilla sobre ellas y entonces suelto una risa seca asintiendo a la vez.  Horace es el mejor testigo  de mis llegadas tardes y de los motivos  que  doy para excusarme.

-Trafico. Consecuencia de la lluvia de anoche- Sonrió  con inocencia fingida y satisfecha  con mi gran idea de último momento. Mentir  es malo, todos lo sabemos, pero una pequeña mentira piadosa no afecta a nadie. Por lo menos en esta situación no.

Horace  ríe negando  con su cabeza mientras toma de nuevo el trapeador  con sus manos y comienza  a trapear   nuevamente.

-Suerte señorita.

Murmura el amable sujeto de mediana edad, le respondo con un cordial gracias, para luego marcharme a mi respectiva clase, biología. Por suerte para mi el profesor García no es tan estricto con el horario como lo es él muy imbécil de Mcflay.

Abro la puerta sigilosamente e inevitablemente interrumpo la explicación sobre lo que creo que eran las leyes de Mendel. Odio a Mendel.

-Señorita Parker, adelante pase. Cuéntenos  ¿ A qué se debe su tardanza?- Interroga él profesor en tono mas burlesco que amargado en el fondo  sabe que mis "motivos"no son más que solo excusas, le doy una sonrisa a medias.

-Había tráfico gracias  a la lluvia de anoche, profesor.- Le sonrió sin ganas que puede llegar a parece fingida-que realmente lo es-, él  mira hacia sus zapatos y riendo levemente niega con su cabeza antes de mirarme nuevamente.

-Si claro señorita Parker. Tome asiento y, para la próxima intente llegar temprano.

-Siempre tarde Camil- Aaron  murmura y chaquea la lengua a la vez que niega levemente en un acto desaprobatorio, suelto una pequeña risa acomodandome en el asiento a su lado y sacando  mi cuaderno de la mochila.

CAMILA  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora