XIX

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Jungkook padecía de insomnio desde hace un par de años; el doctor al que acudía le había recetado pastillas para poder dormir con más facilidad.

Claro, que el doctor nunca le dijo que la dosis para dormir era de un frasco y medio de pastillas. Pero esa tarde Jungkook se sentía extrañamente cansado. En verdad quería dormir, y sintió que tal vez su dosis regular de una pastilla no sería suficiente. Estaba recostado en su cama, mirando hacia la nada. Sostenía en su mano izquierda una pequeña pulsera que Jimin le había regalado, y en la otra, el frasco de pastillas. Ni siquiera lo pensó con claridad. La terrible migraña, la tristeza, la culpa y las ganas de dormir, eran demasiado para él. Odiaba sentirse así, tan frágil y débil.

Necesitaba a alguien que le escuchara, alguien que le dijera que a pesar de que era un idiota, todo estaría bien. Pero había echado a su mejor —aunque no quisiera aceptarlo— amigo. ¿Sus padres? Ni hablar, él le había llamado a su madre quién se limitó a decir "Estoy ocupada, no molestes". Su padre ni siquiera respondió el teléfono. Y Jimin... Para él estaba claro que no lo quería ver.

Nunca se había sentido de esta manera, y le dolía mucho saber que estaba solo.

Su mente estaba tan ocupada con esos pensamientos, que, sin saberlo, ya había consumido el primer frasco.

Volvió a llorar; si él pudiera volver a amar a Jimin, le amaría con más intensidad. Si pudiera regresar el tiempo, lo regresaría para hacer las cosas bien.

No todo era su culpa. Jungkook nunca tuvo a sus padres cerca, nunca le dieron un consejo, nunca le dieron amor. Nadie nunca le dijo que ese extraño palpitar en el corazón es amor. Que cuando necesitas verle, es amor. Que si aún cuando está en sus peores fachas te sigue pareciendo hermoso, es amor. Él no lo sabía.

Y ahora que lo sabía era muy tarde.

Quería a Jimin de vuelta, sin él, se sentía como un barco de papel en un gran mar. Sin fe de volver a tierra firme. Jungkook no sabía vivir sin él, le extrañaba demasiado.

Así fue como, nuevamente sin darse cuenta, se tomó la otra mitad del frasco. Una sensación de mareo le invadió. La primera media hora no sintió nada raro en realidad. Pensó que tal vez las pastillas eran inofensivas.

Pero pasada la media hora, su temperatura comenzó a subir. Su respiración se agitó, de pronto el aire le hacía falta. Los efectos sedantes ya estaban llegando, él luchaba contra ellos.

No quería morir, no de esa forma. Al menos no sin despedirse de Jimin. Como pudo, se estiró hasta alcanzar su celular. Llamó su primer número en favoritos, rezando por que respondiera.
Escuchó como respondían, un par de murmullos y luego una voz, esa que a él le encantaba.

—¿Hola?

—¿Ji-Jimin?

Intentaba hablar lo más claro posible, pero la falta de aire no se lo permitía.

—¿Jungkook? ¿Qué...?

—No, no, deja que  hable ésta vez. Yo no se cuanto tiempo más aguante.

—¿C-Cómo? Jungkook, ¿que tienes?

—El corazón roto.

—¿Eh?

—Y mu-muchas ganas de de-scansar. Jimin, te amo. Te amo tanto, pe-pero soy un co-barde que no su-supo como decírtelo.

Color pastel 🌙 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora