Penúltimo capítulo de esta historia. Como dije (aunque ya nadie lo recordará) después del epílogo subiré un final alternativo con el que daría paso a la segunda parte. Segunda parte que no pienso escribir, pero como ya tengo los dos finales pues os los dejo que no me cuesta nada.
Espero que os guste, que votéis y comentéis.
Hasta más ver.
-C.
P.D: no os olvidéis de pasar por mi otra historia, se llama "Déjame Ser" y ya tiene ocho capítulos.
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Otra vez el estridente sonido del despertador. Estaba deseando que llegaran las vacaciones para poder perder de vista a ese maldito aparato que me traía por la calle de la amargura.
-Miércoles - suspiré en la entrada del vestidor-.
Me tiré media hora buscando qué ponerme, ya que con la tontería de la reforma, había olvidado dónde estaba cada cosa.
Me metí en el baño para darme una relajante ducha, estaba tan a gusto que tiré otra media hora bajo el agua sin darme cuenta. A este paso me perdía la primera clase. Me vestí a mi ritmo, porque no llegaría ni en broma a la primera hora, y bajé a desayunar después de haber hecho la cama.
-¿Pero qué haces todavía aquí? - me preguntó Ángela cuando me vio en la cocina. Eran las nueve y las clases empezaban a las ocho y media-.
Después de contarle el porqué llegaba tarde mientras desayunaba y ella recogía la cocina, salí hacia el instituto. No sin antes decirle que hoy también vendrían todos a comer.
Cuando llegué a la parada de autobús, el coche se acababa de ir y no pasaría hasta dentro de media hora. Me tocaba ir andando.
-¿Qué haces aquí a estas horas? - me preguntó una voz de chico desde un coche-.
-¿Kiko? - pregunté para asegurarme de que era mi amigo-.
-¿Cómo es que no estás en clase?
-Me dormí - no tenía ganas de explicarle todo el rollo-.
-¿Te llevo? - me ofreció y sin pensármelo dos veces, abrí la puerta del copiloto y entré en el coche-.
Por el camino fuimos hablando de temas triviales intentando evitar el tema de Kike.
Cuando llegamos a la puerta del instituto, me despedí de él con dos besos y corrí hasta mi clase. Sí, como leéis, corrí.
Llegué justo a tiempo, entré en el aula y ocupé mi sitio. Me tiré toda la mañana intentando no pegarles dos tortas a Cris y Manuel ya que se pasaron todo el día riéndose de mi torpeza.
-Pero si lo decimos con cariño - se excusó Cris cuando opté por no prestarles atención y poner morritos-.
Al igual que el día anterior, al tocar el timbre de salida, los chicos nos esperaban en la entrada con el Auryncar. Eva y Carla hoy no podrían venir ya que tenían que estudiar filosofía para un examen muy difícil que, según ellas, tenían esta semana.
Durante la comida comenzó una guerra de servilletas que terminó como una guerra de comida como Dios manda. Como castigo, Ángela nos mandó limpiar todo, que no era poco, con un cepillo de dientes. Al final acabamos más pringados de comida si era posible.
Una vez estuvimos todos en el sótano, comenzamos a sacar cajas. Empapelamos todo el suelo para que no se manchara y comenzamos a pintar. Pintamos todas las paredes de negro, dividimos el sótano por más o menos la mitad para usar una parte como cine y la otra como discoteca.
En la mitad del cine colocamos varios sillones, una mesita de té y colgamos un proyector del techo (obviamente no lo colgué yo, de haberlo hecho podríamos haber muerto en cualquier momento aplastados por el aparato). En uno de los laterales colocamos una barra de bar, con distribuidor de bebidas y una máquina de hacer palomitas. En frente de los sillones había una pared pintada de blanco, la única en toda la sala, que sería usada como pantalla.
En la otra parte de colgamos una bola de discoteca, distribuimos por el techo varios focos de colores, hicimos una pista de baile y colocamos en un rincón un equipo de DJ.
Durante toda la semana estuvimos pintando y reformando toda la casa. Las habitaciones de invitados de la primera planta dejé que cada uno decorara una a su gusto. El viernes recibí un anónimo, poco anónimo todo hay que decirlo, de Diego citándome al día siguiente en las afueras de Madrid a la medianoche. Se lo conté a David y Carlos que no duraron un segundo en decidir que me acompañarían.
Cuando terminamos las reformas de la casa, me dejaron caer que por el esfuerzo dedicado por parte de todos, a partir de ese momento todas las reuniones, también conocidas como fiestas, se harían en mi casa.
Una vez se fueron todos, me fui al cuarto multiusos. Era la única habitación en la que todos metimos mano a la hora de decidir cómo decorarla. Estaba decorada al más puro estilo algodón de azúcar, habíamos metido allí todos los peluches que antes estaban en mi cuarto y ahora no cuadraban con la nueva decoración, las paredes acabaron pintadas con goterones de todos los colores ya que ninguno era capaz de dar su brazo a torcer sobre cuál quedaría mejor. Habíamos puesto una mesa con todo tipo de maquillaje y pinturas que fuimos recolectando de mi cuarto y ni sabía que existían. Una estantería llena de los libros que no cabían en mi habitación y una tele con alguna PlayStations con las que jugábamos de vez en cuando David y yo. Por las paredes habíamos colgado todo tipo de fotos, con mis amigos, familia, yo sola, algunas postales,... bueno ya os vais haciendo una idea de cómo quedó.
Cogí un libro aleatorio de una de las estanterías, me acurruqué en una esquina de la cama y leí hasta quedarme profundamente dormida.
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-Siempre ahí. -Junto a ti.
Teen Fiction-Siempre ahí. -Junto a ti Es una historia de amor adolescente. En ella aparecerán, además de los personajes principales, personajes famosos como Sweet California, Auryn, Mario Jefferson, Andy y lucas... Esta es una historia totalmente inventada. Qu...