Capitulo 8: Vuelta a casa.

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Aquí os dejo el capítulo 8, no es que sea muy bueno por lo que intentaré subir el siguiente esta tarde.

Espero que os guste. cualquier cosa que queráis decir mejor que sea por twitter (@Milusa98).

Besimiaus.

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A la mañana siguiente sonó la alarma de mi móvil y no lo dudé dos veces, agarré el aparato y lo estampé contra la alfombra. Supongo que se le saldría la batería y se apagaría, porque no volvió a molestarme.

Me di la vuelta y volví a dormirme. Esto son vacaciones y lo demás son tonterías.

Un rato después unas voces me sacaron de los brazos de Morfeo. Me acordé de ellos y no precisamente de buen modo. Me habían despertado de mi sueño, con lo bonito que era. Estaba soñando con… oh no, ¡ESTABA SOÑANDO CON KIKE! Abrí los ojos de golpe al recordar el sueño.

Se me habían quitado las ganas de dormir, así que me levanté de la cama, retiré las sábanas y aireé la habitación. Cogí ropa limpia, unos shorts vaqueros y una camisa de cuadros verde y blanca abierta con una básica de tirantes debajo, y salí de la habitación con dirección al baño. Estaba tan metida en mis pensamientos que no vi a Blas y me choqué con él.

-Buenos días –me saludó-.

-Buenos días –dije sin levantar la mirada-.

-¿Cómo es que tienes tanta prisa?

-Es que como se meta Dani, no hay dios que lo saque –le mentí-.

Corrí hacia el baño y me encerré con cerrojo. Me desnudé y me metí en la ducha. Necesitaba relajarme. Sólo había sido un sueño. Sonreí a recordar el cosquilleo en mi estómago cuando posó sus labios sobre los míos. Cristal, ¡deja de pensar en eso! Me ordené a mí misma para poder relajarme.

Salí de la ducha y me enrollé una toalla al cuerpo. Me vestí lo más rápido que pude y salí del baño en dirección a la cocina con el objetivo de desayunar.

La cocina estaba desierta, pero esa paz no duró mucho tiempo ya que detrás de mí llegaron los dos rubios peleándose.

-Buenos días –dijimos los tres al mismo tiempo y acto seguido una sonora carcajada por parte de los tres retumbó por toda la casa-.

-Rubios teníais que ser –dijo David entrando a la cocina, por lo que se llevó un capón de cada uno-. ¡Ay! –se quejó cual niño de tres años-.

-Pero no le peguéis que luego no se acuerda de la letra de las canciones –nos regañó Álvaro-.

-Si es que yo no soy despistado, sino que me están dejando tonto a base de capones –se quejó el pastelito-.

-Escusas, escusas, escusas –dijimos los tres rubios a coro-.

-Dan miedo –dijo David en el oído de Álvaro para que no le escuchásemos, cosa que le salió mal-.

Levanté la mano dispuesta a acariciar fuertemente su nuca (vamos, para darle una colleja, pero así queda más fino) y él se escondió detrás del smiler.

-Creo que tendremos que replantearnos seriamente lo de los capones, le hemos matado demasiadas neuronas –les dije a Carlos y Dani-.

-Ves, si es que además de mala gente, asesinos –David estaba pidiendo a gritos una yoya bien dada-.

-Mejor me voy con Lucía antes de que me den más ganas de matarte –le dije al moreno de ojos marrones mientras pasaba su hermana por delante de la puerta-. Vamos Lucía –dije enganchándome a su brazo y saliendo por la puerta-.

-Sabes que no tenemos llave ¿verdad? –dijo Lucía después de haber cerrado la puerta de un portazo-.

-Mierda –giré y llamé al timbre-.

-Qué poco habéis tardado en llegar –dijo Álvaro abriendo la puerta-.

-Se nos ha olvidado la llave –la comenté mientras tiraba de Lucía hacia dentro de la casa-.

Fui andando lo más rápido que pude a mi cuarto para buscar las malditas llaves. Después de haber puesto la habitación patas arriba dos veces, las encontré en el bolso que había llevado ayer.

Salí de la habitación maldiciendo mi torpeza en dirección a la puerta. Estaba tan ocupada regañándome por mi mala cabeza que no vi a Álvaro tapando la puerta y me choqué con él-.

-¡Au! –me quejé ya que me había caído-. ¿Qué haces ahí? –le pregunté confusa-.

-Tienes que hacer la maleta –me tendió la mano para ayudarme a levantarme-.

-¿Qué?

-Pues que nos vamos esta tarde y tienes que hacer la maleta, así que vamos –me metió prisa-.

Entré en el cuarto seguida de Álvaro (creería que me iba a escaquear) y saqué mi malea de debajo de la cama.

Nos tiramos toda la tarde haciendo la maleta (Álvaro, que es muy buena persona, se ofreció a ayudarme) ya que yo no me acordaba de dónde había dejado las cosas, ni de todo lo que me había traído. Así que cada dos por tres encontrábamos algo mío.

Comimos los ocho juntos y sobre las cuatro vinieron Magí y el morsa con el auryncar para poner rumbo a Madrid.

Me pasé todo el camino durmiendo, incluso cuando paramos a descansar me dejaron dormida en el coche. Pero no os asustéis, Dani se quedó conmigo. Y os preguntaréis ¿cómo lo sabe si estaba dormida?, pues porque me desperté un momento y le vi trasteando con el móvil. Después de eso me volví a quedar dormida hasta que llegamos.

Me despertaron de la manera más dulce que pudieron (ironía mode on), a cojinazo limpio.

Después de gritarles y repartir capones a diestro y siniestro, salí del coche, cogí la maleta y entré en casa despidiéndome de los chicos con la mano.

-¡Ya estoy en casa! –saludé a voz de grito-.

-¿Qué tal el viaje? –Ángela salió a mi encuentro-.

-Bien, muy bien. He conocido a una chica muy maja que es Auryner y fuimos juntas al concierto –le expliqué-.

-Me alegro.

-Voy a deshacer la maleta y a darme una ducha –dije subiendo con la maleta a cuestas -. Por cierto, ¿y mi madre? –pregunté en el primer descansillo-.

-Trabajando, supongo que vendrá a cenar.

Subí a mi habitación y me puse a deshacer maleta y a recoger todo lo que tenía tirado por el cuarto. Después de una hora de trabajo y caídas, terminé.

Me dirigí al baño y con la música a todo volumen y en modo aleatorio, comencé con mi concierto bajo el agua caliente que caía de la ducha.

Media hora después salí enrollada en una toalla.

Con mucho cuidado de no besar el suelo por decimoquinta vez, fui a buscar el pijama. Una vez vestida, me sequé y cepillé mi larga melena rubia.

Bajé a cenar y pude comprobar que mi madre todavía no había llegado. Era raro en ella ya que siempre era muy puntual y siempre llegaba a la hora de la cena. “Se habrá entretenido con algún informe” pensé.

Cené sola en un absoluto silencio. Cuando terminé llevé los platos a la cocina y me despedí de Ángela hasta el día siguiente.

No me dio tiempo a apoyar la cabeza sobre la almohada cuando me quedé dormida.

-Siempre ahí. -Junto a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora