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-En el internado me juntaba mucho con una chica, de nombre Alexa. Fue la única a la que le hablé sobre mi embarazo, el abandono de Tom, y todos los problemas que había en casa con mi madre y mi padrastro. Me desahogué por completo. Le dije que apenas tuviera al bebé y lo diera en adopción, regresaría a casa como si nada hubiera pasado.

-¿Y por qué no lo hiciste de ese modo, mami?, ¿por qué me arrancaste de tu vientre?

-Alexa me ofreció ayuda. Me dijo que podía volver a casa sin tener que esperar nueve meses. Me comentó que su padre tenía una clínica en la que ayudaba a muchas jóvenes a acabar con los pequeños inconvenientes. Enseguida supe a qué se refería.
Sin embargo, yo sabía que no sería posible. Era menor de edad, y mis padres jamás aprobarían un aborto. Necesitaba las firmas, o de otro modo no podría llevarse a cabo.

-¿Y entonces?

-Alexa me aseguró que no era necesario un papel de permiso. Que su padre no lo necesitaba. Me dio esperanzas, semillita. Me apresuré demasiado sin pensar las cosas. Incluso sin pensar que estaba poniendo en riesgo mi vida al acudir a una clínica clandestina...

Mamá de mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora