2

1.1K 21 0
                                    

Estoy en un pensionado estatal. En saigón. Duermo y como ahí. En este pensionado. Pero voy a clase fuera. A la escuela francesa. Mi madre. Maestra. Desea enseñanza secundaria para su niña. Para ti necesitaremos la enseñanza secundaria.  lo que era suficiente para ella ya no lo es para la pequeña. Enseñanza secundaria y después unas buenas oposiciones de matemáticas. Desde mis primeros años escolares siempre oí esa cantinela. Nunca imaginé que pudiera escapar de las oposiciones de matemáticas. Me contentaba relegandolas a la espera. Siempre vi a mi madre planear cada día el futuro de sus hijos y el suyo. Un día ya no fue capaz de planear grandezas para sus hijos y planeo miserias. Futuros de mendrugos de pan. Pero lo hizo de manera que también tales planes siguieron cumpliendo su función. Llenaban el tiempo que tenía por delante. Recuerdo las clases de contabilidad de mi hermano menor. De la escuela universal. Cada año. En todos los niveles. Hay que ponerse al corriente. Decía mi madre. Duraba 3 días. Nunca 4. Nunca.   Cuando cambiamos de destino abandonamos la escuela universal. Volvíamos a empezar en el nuevo. Mi madre aguanto 10 años. Todo era inútil. El hermano menor se convirtió en un simple contable en saigón. Al hecho de que la escuela Violet no existiera en la Colonia debemos la marcha de mi hermano mayor a Francia. Durante Algunos años permaneció en Francia para estudiar en la escuela Violet.  no terminó. Mi madre no debió hacerse ilusiones. Pero no podía elegir. Era necesario separar a aquel hijo de los otros dos hermanos. Durante Algunos años no forma parte de la familia. En su ausencia. La madre compró la concesión. Terrible aventura. Pero para nosotros. Los niños que nos quedamos. Menos terrible de lo que hubiera sido la presencia del asesino de los niños de la noche. De la noche del cazador.

Con frecuencia me han dicho que la causa era el sol demasiado intenso durante toda la infancia. Pero no lo he creído. También me han dicho que era el ensimismamiento en el que la miseria sume a los niños. Pero no. No es eso. Los niños viejos del hambre endémica. Sí. Pero nosotros no. No teníamos hambre. Nosotros éramos niños blancos.  nosotros tenemos vergüenza. Nosotros vendíamos nuestros muebles. Pero no teníamos hambre. Nosotros teníamos un criado y comíamos. A veces. Es cierto. Porquerías. Zancudas. Caimanes. Pero tales porquería estaban cocinadas por un criado y servidas por él ya veces incluso no las queríamos. Nos permitimos el lujo de no querer comer. No. Algo sucedió cuando tenía 18 años qué motivo que ese rostro fuera como es. Debió de suceder por la noche. Tenía miedo de mí. Tenía miedo de Dios. Cuando amanecía. Tenía menos miedos y menos grave parecía la muerte. Pero el miedo no me abandonaba. Quería matar. A mi hermano mayor. Quería matarle. Llegar a vencerle una vez y verle morir.  para quitar de delante de mi madre el objeto de su amor. Ese hijo. Castigarla por quererlo tanto. Tan mal. Y sobre todo para salvar a mi hermano pequeño. Mi niño. De la vida llena de vida de su hermano mayor plantada encima de la suya. De ese velo negro ocultando el día. De la ley por el representada. Por el dictada. Un ser humano. Y que era una ley animal. Y que cada instante cada día de la vida de ese hermano menor sembraba el miedo en esa  vida. Miedo que una vez alcanzó su corazón y lo mató.

He escrito mucho acerca de los miembros de mi familia. Pero mientras lo hacía aún vivían. La madre y los hermanos. Y he escrito sobre ellos. Sobre esas cosas sin ir hasta ellas.

La historia de mi vida no existe. Eso no existe. Nunca hay centro. Ni  camino. Ni línea. Ahí bastos pasajes donde se insinúa que alguien hubo. No es cierto. No hubo nadie. Ya he escrito. Más o menos. La historia de una reducida parte de mi juventud. En fin. Quiero decir que la he dejado entrever.  me refiero precisamente a esta. La de la travesía del Río. Con anterioridad. He hablado de los periodos claros. De los que estaban  clarificados. Aquí hablo de los periodos ocultos de esa misma juventud. De ciertos ocultamientos a los que he sometido ciertos hechos. Ciertos sentimientos. Ciertos sucesos. Empecé a escribir en un medio que pre disponía exageradamente al pudor. Escribir para ellos aún era un acto moral. Escribir. Ahora. Se diría que la mayor parte de las veces ya no es nada.  aveces se eso. Que desde el momento en que no es. Confundiendo las cosas. Ir en Pos de la vanidad y el viento. Escribir no es nada. Qué desde el momento en que no es. Cada vez. Confundiendo las cosas en una sola incalificable por excelencia. Escribir no es más que publicidad. Pero por lo general no opino. Sé que todos los campos están abiertos. Qué no surgirán ningún obstáculo. Que lo escrito ya no sabía dónde meterse para esconderse. Hacerse. Leerse. Qué su inconveniencia fundamental ya no será respetada. Pero no lo pienso de antemano.

El AmanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora