La acompaña al pensionado en su limusina negra. Se detiene un poco antes de llegar para que no lo vean. Es de noche. Ella se apea, corre, no se vuelve hacia el. En cuanto cruza el portal, ve el gran patio de recreo, que aún está iluminado. En cuanto llega al pasillo la ve, estaba esperándola, ya inquieta, en pie, sin sonreír. Le pregunta: ¿donde estabas? Dice: no regresé a dormir. No dice por qué y Helene Lagonelle no se lo pregunta. Le quita el sombrero y le deshace las trenzas para dormir. Tampoco has ido al instituto. Tampoco. Helene dice que han telefoneado, por eso lo sabe, tiene que ir a ver a la inspectora general. Hay muchas chicas en la sombra del patio. Todas de blanco. Hay grandes focos en los árboles. Algunas salas de estudio aún están iluminadas. Hay alumnas que todavía trabajan, otras se quedan en las aulas para charlar, o para jugar cartas, o para cantar. No hay un horario para que las alumnas se acuesten, hace tanto calor durante el día que dejan correr la tarde un poco como cada cual quiere, como las jóvenes vigilantas quieran. Somos las únicas blancas de la pensión estatal. Hay muchas mestizas, la mayoría ha sido abandonada por su padre, soldado o marino o pequeño funcionario de las aduanas, de los puestos, de servicios públicos.
La mayoría procede de la Asistencia Publica. También hay algunas cuarteronas. Helene Lagonelle cree que el gobierno francés las educa para convertirlas en enfermeras de los hospitales, o en vigilantas de los orfanatos, las leproserías, los hospitales psiquiátricos. Helene Lagonelle cree que también las mandan a los lazaretos de coléricos y de apestados. Es lo Helene Lagonelle cree y llora porque no quiere ninguno de esos destinos, habla siempre de escaparse del internado.
Voy a ver a la vigilanta de servicio, también ella es una joven mestiza que nos observa mucho a Helene y a mi. Dice: No has ido al instituto ni has dormido aquí esta noche, tendremos que avisar a tu madre. "Le digo que no he tenido mas remedio, pero que a partir de ahora, en lo sucesivo, intentare regresar cada noche a dormir en el internado, que no vale la pena avisar a mi madre". La joven vigilanta me mira y me sonríe. Reincidire. Avisaran a mi madre. Vendrá a ver a la directora del pensionado y le pedirá que por las noches me deje libre, que no controle las horas a las que regreso, que no me obligue a ir de paseo con las pensionistas los domingos. Dice: Es una niña que siempre ha sido libre, sin eso se escaparía, ni yo misma, su madre, puedo hacer nada contra eso, si quiero conservarla debo dejarla libre. La directora acepto porque soy blanca y porque, para la reputación del pensionado necesita algunas blancas entre la masa de mestizas. Mi madre también dijo que yo estando libre trabaja bien en el instituto y que lo que le había sucedido con sus hijos era tan terrible, tan grave, que los estudios de la pequeña era la única esperanza que le quedaba.
La directora me dejo vivir en el pensionado como en un hotel.Pronto tendré un diamante en el dedo de pedida. Entonces las vigilantas dejarán de hacerme observaciones. Sospecharán que no estoy prometida, pero el diamante es muy caro, nadie dudará de su autenticidad y nadie tendrá ya nada que decir debido al precio del diamante que le han regalado a la chiquilla.
Vuelvo junto a Helene Lagonelle. Está tendida en un banco y llora porque cree que voy a dejar el pensionado. Me siento en el banco. Estoy extenuada por la belleza del cuerpo de Helene tendido contra el mío. Ese cuerpo es sublime, libre bajo el vestido, al alcance de la mano. Los senos son como jamas los he visto. Nunca los he tocado. Helene Lagonelle es impúdica, no se da cuenta, se pasea completamente desnuda por los dormitorios. Entre las cosas mas bellas hechas por Dios, esta ese cuerpo, incomparable, ese equilibrio entre la estatura y la manera en que el cuerpo sostiene los senos, fuera de el, como algo aparte. Nada mas extraordinario que esa redondez exterior de los senos sostenidos, esa exterioridad dirigida hacia las manos. Incluso el cuerpo de pequeño culí de mi hermano menor se eclipsaba frente a ese esplendor. Los cuerpos masculinos tienen formas avaras, recluidas. Tampoco se echan a perder como como las de Helene que quizá solo duren un verano, calculando largo, nada más. Helene procede de las altiplanicies de Dalat. Su padre es funcionario del puesto. Llego hace poco tiempo, en pleno curso escolar. Tiene miedo, se te pone al lado, se queda ahí sin decir nada, llorando con frecuencia. Tiene la tez rosada y morena de la montaña, destaca, aquí, donde todas las niñas poseen la palidez verdosa de la anemia, del calor tórrido. Helene no va al instituto. No sabe ir a la escuela. No aprende. No retiene. Asiste a los cursos primarios del pensionado pero eso no sirve para nada. Llora contra mi cuerpo, y acaricio su cabello, sus manos, le digo que me quedare con ella en el pensionado. Ignora que Helene es hermosa. Sus padres no saben que hacer con ella, intentan casarla. Lo mas deprisa posible. Helene encontraría todos los novios que quisiera, pero no los desea, no desea casarse, desea volver con su madre. Ella. Helene Lagonelle. Al final hará lo que su su madre quiera. Es mucho mas hermosa que yo, la del sombrero de clown, calzada de lame, infinitamente mas casable, Helene, pueden casarla, instalarla en la conyugalidad, asustarla, explicarle lo que le da miedo y no comprende, ordenarle esperar ahí, esperar.
Helene, todavía no sabe lo que se yo. Sin embargo ella tiene diecisiete años. Como si lo adivinara, nunca sabrá lo que yo sé.
El cuerpo de Helene es torpe, aun inocente, que dulzura la de su piel, como la de ciertos frutos, esta a punto de ser percibida, un poco ilusoria, es demasiado. Helene inspira deseos de matarla, incita al maravilloso sueño de matarla con sus propias manos. Lleva sus formas de flor de harina sin ninguna sabiduría, las exhibe para que sean amasadas por las manos, para que la boca las coma, sin retenerlas, sin conocerlas, sin conocer tampoco su fabuloso poder. Me gustaría comer los senos de Helene Lagonelle como el come los mios en la habitación de la ciudad china donde cada tarde voy a profundizar en el conocimiento de Dios. Ser devorada por esos senos de flor de harina que son los suyos.
Mi deseo de Hellene Lagonelle me extenúa.
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El Amante
RomanceNarración autobiográfica de marguerite duras. En la que se expresa la intensidad del deseo en una historia de amor entre una adolescente de 15 años y un rico comerciante chino de 26. Historia ganadora del prestigioso premio goncourt. Noviembre de...