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Te explicaré cuando volvamos a encontrarnos en el apartamento. Le digo que esa violencia de mi hermano mayor. Fría e insultante. Acompaña todo lo que nos sucede. Todo lo que nos pasa. Su primer impulso es el de matar. El de quitar la vida. El de disponer de la vida. El de despreciar. El de cazar. El de hacer sufrir. Le digo que no tenga miedo. Que no corre ningún riesgo. Porque la única persona a la que le teme el hermano mayor ante la que curiosamente se intimidad soy yo.

Nunca Buenos días. Buenas tardes. Buen año. Nunca gracias. Nunca una palabra. Nunca la necesidad de pronunciar una palabra. Todo permanece mudo y lejano. Es una familia pétrea. Petrificada en una espesura sin acceso alguno. Cada día intentamos matarnos. No sólo no se habla y no que tampoco se mira. Desde el momento en que se nos ve. No se puede mirar. Mirar es tener un impulso de curiosidad hacia  perder. Nadie que se ha mirado merece ser objeto de una mirada. Siempre es deshonroso. La palabra conversación está proscrita. Creo que es la que mejor expresa aquí la vergüenza y el orgullo. Toda comunidad sea Familiar o de otra índole nos resulta odiosa. Degradante. Estamos Unidos en una vergüenza de principio por tener que vivir la vida. Ahí es donde estamos en lo más profundo de nuestra historia común. La de ser los tres hijos de esta persona de buena Fe. Nuestra madre a la que la sociedad ha asesinado.  Pertenecemos a esa sociedad que ha reducido a mi madre a la desesperación. A causa de lo que se le ha hecho mi madre. Tan amable. Tan confiada. Odiamos la vida. Nos odiamos.

   Nuestra madre no perdió aquello en lo que nos hemos convertido a partir del espectáculo de su desesperación. Me refiero sobre todo a los chicos. A los hijos. Pero si lo hubiera previsto. Como hubiera podido silenciar lo que se había convertido en su propia historia. Hubiera hecho mentir su rostro. Su mirada. Su voz. Su amor. Habría podido morir. Suprimirse. Dispersar la comunidad invivible. Hacer que el mayor fuera separado de los más jóvenes. No lo hizo. Fue imprudente. Fue inconsecuente. Irresponsable. Era todo eso. Vivió. Los tres la quisimos más allá del amor.  la causa del mismo hecho de no haber podido. De que no pudo callar. Esconder. Mentir. Por diferentes que los tres hayamos sido la hemos querido igual.

  Fue largo. Duró 7 años. Al empezar teníamos 10 años. Después 12 años. Después 14 años. Y después 17 años.

   Duró todo ese tiempo. 7 años. Y después al final se renunció la esperanza. Se abandonó. Se abandonaron también las tentativas contra el océano. A la sombra de la Vereda contemplamos la montaña de siam. Muy oscura a pleno sol casi negra. La madre por fin está tranquila y aislada. Somos niños heroicos. Desesperados.

    El hermano menor murió en diciembre de 1942 bajo la ocupación japonesa. Me había marchado de saigón en 1931.  después de mí bachillerato Superior. Me escribió una sola vez a lo largo de 10 años. Sin que yo supiera porque. La carta era convencional. Pasada a limpio. Sin faltas. Caligrafíada. Me decía que estaba bien. Que la escuela funcionaba. Quiero una carta larga de dos páginas enteras. Reconoci su escritura de niño. También me decía que tenía un apartamento. Un coche. Que había reanudado el tenis y que todo iba bien. Que me abrazaba tal como me quería. Muy fuerte. No hablaba de la guerra a nuestro hermano mayor.

   A menudo habló de mis hermanos como de un conjunto. Como lo hacía mi madre. Digo mis hermanos. También ella. Fuera de la familia decía. Mis hijos. Siempre hablaba de la fuerza de sus hijos de manera insultante. Para los de fuera de casa. No pormenorizada.  no decía que el hijo mayor era mucho más fuerte que el segundo. Decía que era tan fuerte como sus hermanos. Los labradores del Norte. Estaba orgullosa de la fuerza de sus hijos como le había estado de sus hermanos. Cómo escribo mayor despreciaba a los débiles. De mi amante de cholen decía lo mismo que mi hermano mayor. No escribo las palabras que utilizaba. Eran palabras que había sacado de las carroñas que se encuentran en los desiertos. Digo. Mis hermanos porque era así como yo lo decía también. Después de llamar los de otra manera a mi hermano pequeño creció y se convirtió en mártir.

En nuestra familia no sólo no se celebraba ninguna fiesta sino que tampoco había árbol de navidad. Ni ningún pañuelo bordado. Ni ninguna flor. Nunca. Pero tampoco ningún muerto. Ninguna sepultura. Ella sola. El hermano mayor seguir haciendo un asesino. El hermano menor morirá por eso hermano. Pero yo me marché. Mi desarraigue. Hasta su muerte. El hermano mayor la tuvo para él solo.

    En esta época. La de cholen. La de la imagen. La del amante. Madre tiene un ataque de locura. No sabe nada de lo que ocurrió en cholen. Pero notó que me observa. Que sospecha de cualquier cosa. Conoce a su hija. A esa niña.  alrededor de esa niña flota desde hace un tiempo un aire de extrañeza. Una reserva. Diríamos. Reciente. Que llama la atención. Su habla es aún más lenta que de ordinario. Y tan curiosa por todo. Está distraída. Su mirada ha cambiado.  se ha convertido en espectadora incluso de su madre. De la desdicha de su madre. Diríase que asiste a su acontecer.

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