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Cuando la hora de partida se acercaba, el banco lanzó tres llamadas de sirena, muy largas, de una intensidad terrible, se propagaron por toda la ciudad y el cielo, por encima del puerto, se tiñó de negro. Entonces, los remolcadores se acercaron al barco y lo arrastraron hacia el tramo central del río. Una vez hecho esto, los remolcadores soltaron amarras y regresaron al puerto. Entonces, el barco, una vez más, dijo adiós, lanzó de nuevo sus mugidos terribles y misteriosamente tristes que hacían llorar a la gente, no sólo a la del viaje, la que se separaba, sino también a la que había ido a mirar, la que estaba allí sin ninguna razón precisa y que no tenía a nadie en quien pensar. El barco, enseguida, muy lentamente, con sus propias fuerzas, se internó en el río. Durante mucho rato se vio su alta silueta avanzar hacia el mar. Mucha gente permanecía allí, mirándolo, haciendo señas cada vez mas ralentizadas, cada vez mas desalentadas, con sus chales, sus pañuelos. Y luego, por fin, la tierra se llevó la silueta del barco en su curvatura. Con tiempo despejado Se le veía oscurecer lentamente.

Ella también, cuando el barco lanzó su primer adiós, cuando se levantó la pasarela y los remolcadores empezaron arrastrarlo, alejarlo de la tierra, también ella lloró. Lo hizo sin dejar ver tus lágrimas, porque él era chino y esa clase de amantes no debía ser motivo de llanto. Sin demostrar a su madre ni a su hermano menor que se sentía apenada, sin demostrar nada, como era habitual entre ellos. El gran coche negro estaba allí, con, delante, el chófer de blanco. Ella se hallaba un poco apartada del estacionamiento de las Agencias Marítimas, aislada. Lo había reconocido por esas señales. El iba detrás, esa forma apenas visible, que no hacía ningún movimiento, abatida. Ella estaba acodada en la borda, como la primera vez en el transbordador. Sabía que la miraba. Ella también le miraba, ya no le veía pero seguía mirando hacia la fortaleza del coche negro. Y después, al final, ya no le vio. El puerto se desdibujó y, después, la tierra.

El mar de China, el mar Rojo, el océano Índico, el canal de Suez, despertar por la mañana, y ya estaba, se sabía por la desaparición de trepidaciones, se avanzaba por las arenas. Pero ante todo, ese océano. Era el más lejano, el más vasto, tocaba el Polo Sur, el más largo entre las escalas l, entre Ceilán y Somalia. A veces estaba tan calmo y el tiempo tan puro que, al atravesarlo, se trataba como de otro viaje distinto de aquél mar a través. Entonces el barco entero se abría, los salones, las crujías, los ojos de buey. Los pasajeros huían de sus tórridos camarotes e incluso dormían en el puente.

En el curso de un viaje, durante la travesía de ese océano, avanzaba la noche, alguien moría. Ella ya no sabe exactamente si fue en el curso de ese viaje o de otro viaje cuando sucedió. Había gente jugando a cartas en el bar de Primera, entre esos jugadores había un hombre joven y, en un momento dado, ese hombre joven, sin una palabra, dejó sus cartas, salió del bar, atravesó corriendo el puente y se arrojó al mar. El tiempo de detener el barco que iba a toda velocidad y el cuerpo ya se había perdido.
No, al escribirlo, no ve el barco sino otro lugar, donde ha oído contar la historia. Fue en Sadec. El hijo del administrador de Sadec. Lo conocía. También iba al instituto de Saigón. Lo recuerda, muy alto, el rostro muy dulce, moreno, las gafas de concha. En el camarote no encontraron nada, ninguna carta. La edad permaneció en la memoria, terrorífica, la misma, diecisiete años. Al alba, el barco reemprendió la marcha. Lo más terrible fue eso. La salida del sol, el mar vacío, y la decisión de abandonar la búsqueda. La separación.

Y otra vez, en el curso de ese mismo viaje, durante la travesía desde mismo océano, también ya estrenada la noche, en el gran salón del puente principal se produjo el estallido de un vals de Chopín que conocía de un modo secreto e íntimo porque había intentado aprenderlo durante meses y nunca había logrado interpretar correctamente, nunca, lo cual fue el motivo de que, enseguida, su madre consintiera en permitirle abandonar el piano. Esa noche, perdida entre noches y noches, de eso estaba segura, la chiquilla la pasó en ese barco y estuvo allí cuando se produjo el estallido de la música de Chopin bajo el cielo iluminado de brillanteces. No había un soplo de viento y, en el paquebote negro, la música se propaló por todas partes, como una exhortación del cielo de la que no se supiera de que se trataba, como una orden de Dios de la que se ignora el contenido. Y la joven se levantó como para ir a su vez a matarse, a arrojarse a su vez al mar y después lloró porque pensó en el hombre de Cholen y no estaba segura, de repente, de no haberle amado con un amor que le hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y que lo reconocía sólo ahora en este instante de la música lanzada a través del mar.
Como más tarde la eternidad del hermano pequeño a través de la muerte.

A su alrededor la gente dormía en vuelta en la música pero sin despertarse por su causa, tranquila. La muchacha pensaba que acababa de ver la noche más calma que nunca más volvería a darse en el océano Índico. Cree que fue también en el transcurso de esta noche cuando vio llegar hasta el puente a su hermano menor con una mujer. El se había acodado en la borda, ella le había abrazado y los dos se habían besado. La muchacha se había escondido para ver mejor. Había reconocido a la mujer. Con el hermano menor ya no se dejaban nunca. Era una mujer casada. Se trataba de una pareja muerta. El marido parecía no darse cuenta de nada. Durante los últimos días del viaje el hermano menor y la mujer permanecían toda la jornada en el camarote, sólo salían por la noche. Durante esas mismas jornadas hubiérase dicho que el hermano menor miraba a su madre y a su hermana sin reconocerlas. La madre se había vuelto arisca, silenciosa, celosa.



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Ha llegado la hora chicos ¡Estamos ardiendo! 🔥🔥
¡Se viene el final! 😪.
Como había dicho desde un principio, también agregaré información sobre la autora Marguerite Duras.
Espero que les haya gustado y que lo hayan disfrutado. Gracias por el apoyo 💕.

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