Capítulo 9: Él

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Katniss

Todo ocurre en una velocidad absurdamente lenta; mis parpadeos, el aire entrando y saliendo de mis pulmones, los latidos de mi corazón, mis músculos contrayéndose y los labios de Peeta, uniéndose con los míos.

Una parte de mi, la miedosa e insegura, desea con todas sus fuerzas que Willow entre corriendo por la puerta a interrumpir, pero mi mente me contradice al acercar mi cuerpo y rostro al del panadero para unir mi boca a la suya.

Una extraña brisa nos envuelve, y podría jurar que el ambiente entre ambos se vuelve más leve.

Me preocupo por no saber qué hacer, pero resulta ser natural y espontáneo. Abro un poco los labios, dejándole paso a Peeta que se adueña de mi boca, de manera tan intensa que casi me deja sin respiración y con un leve temblor corporal.

Peeta suelta mi mano para agarrarse a mi cintura, mientras que yo paso mis brazos por sus hombros para evitar caer. Lo acerco aún más, experimentando el sabor y suavidad de sus labios, nunca me había detenido a pensar en cómo sería este momento, pero estoy segura de que es mucho mejor de cualquier cosa que me pude haber imaginado.

Y él es la pieza fundamental, todo lo que es acompañado de su gentileza, su manera de calmarme en los momentos de tormenta interior, las difíciles de superar y también ahora cuando sus labios no quieren soltar los míos.

Permanecemos parados, aún unidos por nuestras bocas, absorbiendo las sensaciones que no dejan de transitar por nuestras almas, es extraño, surreal, pero demasiado bueno.

En algún momento nos quedamos sin aire, por lo que nos separamos lentamente.

— Eso fue... increíble —murmura Peeta con la respiración acelerada.

Me imagino de la misma forma y pienso en que si apenas con un beso tranquilo nos quedamos de esa manera, no será nada comparado cuando realmente debore su boca.

Fue un beso corto, casto y suave, pero que me deja con ganas de más.

— Sí... —susurro apenas, en respuesta, sintiéndome extraña con las nuevas sensaciones aún dentro de mi.

Peeta une su frente a la mía, me regala una sonrisa tan alegre que todo se difumina de mi mente, siento que estoy haciendo las cosas bien y estoy feliz por ello.

Paso delicadamente mis uñas sobre la tela de su remera, mis piernas parecen flaquear de un momento a otro y pienso en que debería sostenerme de él.

— Vas a resfriarte —le digo, es la cosa más idiota que se me ocurre mencionar, pero veo que a Peeta le hace gracia ya que me permite oír una carcajada.

Ladea su cabeza ligeramente hacia atrás y yo aprovecho para esconder mi rostro en el hueco de su cuello, pincelo la punta de mi nariz sobre su piel, dejándome llevar por su aroma tan especial para mi.

— Es por eso que estoy enamorado de ti, cazadora —dice y siento de nuevo esa cosa extraña en la boca del estómago, como si fuera un tipo de emoción apenas descubierta.

Rápidamente sus labios besan la piel de mi mejilla derecha y sube hacia mi sien, donde deposita un beso más.

Entonces una nueva ronda de estornudos me asalta y me obligo a separarme de él, el resfriado no sólo llegó para hacerme sentir mal, sino para alejarme de Peeta.

— Vamos abajo, necesitas tomar algún medicamento —me dice y lo miro pensativa.

¿Qué se supone que hago luego de haberlo besado?

Al final de cuentas, le acabo de dar esperanzas, quise hacerlo y se lo retribuí.

— ¿Un té para mi? —le pregunto mientras me extiende una mano que no se la niego.

Tiempo » [Katniss & Peeta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora