Capítulo 26: Willow

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Katniss

El primer contacto que tienes con alguien siempre termina siendo memorable, automáticamente recuerdas cosas vividas al estar en un buen o mal momento.

Un claro ejemplo es exactamente lo que ocurrió conmigo al volver a ver Peeta, es como si hubiese regresado al día en que lo vi por primera vez.

El frío en el estómago aparece, acompañado de aquella leve sensación de agitación dentro del pecho; el sudor en las palmas de las manos, la garganta seca y la sonrisa boba que delata cualquier rastro de felicidad.

Sólo me confirman algo que ya sé: estoy muy enamorada del panadero.

De tal forma que, al verlo, quiero alargar los brazos para que con ellos pueda cubrir todo su cuerpo, acercar mi cabeza hasta su pecho y alegrarme de escuchar los latidos de su corazón, acariciar la piel de su cuello con la punta de mi nariz, besar sus labios y terminar lo que dejé pendiente aquella noche de fiesta en el Capitolio.

El color azul de sus ojos nunca me pareció tan llamativo e hipnotizante, nunca me sentí tan a la defensiva, shockeada y nerviosa.

— ¡Mamá! ¡Papá está aquí! —la sonrisa de Willow no puede ser más grande, de tal manera que sus mejillas se ponen coloradas.

— Feliz cumpleaños, hija.

Desisto de mi idea de protección, Peeta parece recuperado, con tal sólo mirarlo y ver que no tiene ganas de atacarme me relajo un poco. Quiero acercarme, obtener un contacto un poco más cercano, pero trato de contenerme.

Entramos y él sienta a los niños en el sofá y le entrega la caja, que supongo es el regalo, a Willow. Veo la pequeña maleta encostada en la esquina de la puerta antes de cerrarla y la recojo sonriendo.

— Katniss, ¿puedes buscar otro paquete igual dentro de la maleta, por favor? —asiento y abro el zíper para retirarlo, se lo paso y él se lo entrega a Rye.

Sus acciones demuestran lo buen padre que está siendo, no por dar regalos, pero sí por acordarse de los niños antes de subir al tren.

Los dejo en la sala y me dispongo a limpiar la mesa en donde tendré que recibir el pastel y los bocadillos, en poco tiempo la fiesta comenzará y todo debe estar preparado para entonces.

— Éste es para tí —soy sorprendida, me sobresalto y las piernas me tiemblan, tengo que sujetarme al borde de la mesa para no tambalearme, giro chocando contra su pecho; se ha puesto demasiado cerca de mi.

— ¿Qué...?

— Compré algo para tí.

Abro la boca intentando formular, inútilmente, algunas palabras de agradecimiento, pero su tibia respiración acariciando mi rostro bloquea cualquier pensamiento.

Bajo la mirada hasta sus labios, las ganas de probarlos me golpean con la fuerza de un rayo; por una vez quiero dejar de pensar en las consecuencias y seguir a mi impulso.

Desvío la mirada hasta la caja que sostiene, está cubierta con papel de colores y dejo escapar una sonrisa mostrando los dientes, Peeta Mellark siempre termina haciendo que ceda a cualquier idea que tenga con sus actos.

— Peeta...

Él levanta un poco más el regalo hacia mí, insistiendo.

— Acéptalo, por favor.

Levanto los brazos y abro las manos, cerrándolas sobre las suyas.

— Gracias —le sonrío y él de a poco hace lo mismo.

Me separo un poco y giro de nuevo dejando la caja sobre la mesa, lentamente descubro el envoltorio y encuentro una caja un poco más pequeña, suspiro antes de abrirla y cuando por fin lo hago ahí la veo; una cadenita plateada con una pequeña medalla en forma de flecha.

Tiempo » [Katniss & Peeta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora