Capítulo 10

9.8K 622 41
                                    

Para eso de las ocho de la noche Cece y yo estamos de regreso en mi edificio subiendo por el elevador

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Para eso de las ocho de la noche Cece y yo estamos de regreso en mi edificio subiendo por el elevador.

—¿Qué te dijo?— pregunto, una vez que ella ha colgado el teléfono.

—Dice que ya cerró la florería, está en camino. Le dije que trajera vino.

Suelto un suspiro cansino y le lanzo una mirada de advertencia que la hace soltar una risita burlona al tiempo que rueda los ojos.

— Ya sé, Señorita, nada de alcohol entre semana, que mañana hay trabajo temprano— rueda los ojos— Tranquila, sólo será una copa— dice, en un intento de calmarme y me guiña un ojo.

No digo nada porque en cuanto las puertas se abren en mi piso me quedo quieta al ver a Evan sentado en el piso, está recargado en la puerta de mi apartamento con dos cajas de pizza a un lado de él.

—Uy, pero mira quién está ahí— dice Cece.

Yo la observo mientras mira con interés al chico que está ahí sentado. Por un momento me pasa por la mente la posibilidad de que le atraiga él, pero la dejo a un lado cuando pronuncia lo hambrienta que está y se echa a correr por el corto pasillo para tomar una caja de pizza.

Evan, quien parecía absorto en la pintura blanca de la pared vuelve su atención a Cece con el ceño fruncido, pero se relaja de inmediato al reconocerla. 

Yo llego junto a ellos y él se levanta mientras se sacude sus jeans negros.

—¿Hace cuánto estás aquí?— pregunto.

—No lo sé— desvía su mirada a otro lado, está quieto, como si tratara de recordar algo— ¿media hora? tal vez— dice, saliendo de sus pensamientos.

—¡Dios! Quiero casarme con esta pizza— apenas entendemos lo que dice Cece porque ya se ha llenado la boca de comida.

Hago un gesto de asco y le dedico una mirada de desaprobación mientras abro la puerta y ellos entran detrás de mi.

—Ahora podría considerarte mi mejor amigo, Evan— pronuncia ella y se lleva el dedo índice a la boca para limpiar la salsa de tomate en su comisura.

—¿Ahora somos un grupo?— cuestiona él.

—Te conocemos desde hace unos días pero podría considerarlo— ella toma otra rebanada de pizza— la tacaña de Bian jamás nos compra pizza.

Yo ruedo los ojos y suelto una pequeña risa.

Cuando me he cambiado por una ropa más cómoda para estar en casa me dirijo a la puerta pasando por un lado de Cece y Evan —que se han sentado en el suelo a comerse la pizza—para abrirla, África viene cargando dos enormes ramos de flores; Uno de tulipanes y otro comestible, hecho de fresas con chocolate.

Definitivamente, tal vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora