Capítulo 25

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Han pasado unas semanas desde que Mía perdió a su bebé

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Han pasado unas semanas desde que Mía perdió a su bebé. Fueron difíciles los primeros días, es un vacío que se va a quedar con ella una larga temporada, si no es que para toda su vida. No puedo imaginar como debió sentirse o cómo se siente aún. Los doctores recomendaron que ella asistiera con un psicólogo para ayudarla a recuperarse poco a poco, Michael también asiste.

Todos intentamos ayudar y no lo mencionamos mucho, aunque el bebé no naciera es como si hubiera un hueco en la familia. He estado platicando mucho con ella por teléfono cuando tengo tiempo libre del trabajo, y procuro ir más seguido a casa a visitar.

En cuanto a mí, Ev y yo hemos pasado mucho tiempo acompañados, aunque él tuvo que mudarse unos días después de lo ocurrido, siempre llega con comida cada tarde. Incluso me ha acompañado a casa, a visitar a mi familia. Es como si él sintiera que lo qué pasó me pasó a mi. En realidad aún me siento un poco triste, tanto por mi hermana como por lo que tuvo que pasar.

Estoy comiendo un puñado de palomitas del tazón cuando el celular de Evan comienza a vibrar en su bolsillo y puedo sentirlo porque estoy acostada sobre sus piernas.

—¿Hola?— dice con ceño fruncido esperando respuesta del otro lado— Claro, lo había olvidado. Estaré allí en treinta minutos.

De inmediato me acomodo en el respaldo del sofá y él se levanta de un salto.

—¿Está todo bien?

Mamá entra en la estancia con una taza de té en sus manos— Oh, ¿ya se van?

—Yo me tengo que ir. Lo siento, Sarah— Se disculpa con mamá evidentemente apenado. Ellos se han llevado bien, tanto que ella lo ha dejado llamarla por su nombre.

—Olvidé que tengo unas cosas que recoger. Puedo volver más tarde para llevarte a casa, Abejita.

No me pasa por desapercibida la sonrisa de mamá. Esa sonrisa.

Con un gesto despectivo de mano me niego respondiendo que bien puedo volver sola a casa. Ev me dedica esa mirada que significa un: definitivamente no aceptaré una negativa, así que termina por convencerme. Tan pronto como se cierra la puerta principal mamá suelta un chillido de emoción.

—Abejita.

—No molestes.

—¿Eso que significa?— cuestiona.

—No molestes.

—Me refiero al apodo.

Me encojo de hombros.

—Ya sabes, cosas de Ev.

Chista —Ya.

—¿Qué? Escupe.

—Es sólo que él es tan atento contigo, tan cortés, es un muy buen muchacho ¿Sabías lo bien que le cae a Elliot? Eso no es fácil.

—¿Qué quieres decir?

Definitivamente, tal vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora