Capítulo 12

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Sábado, día de descanso

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Sábado, día de descanso.

No para mi. Estoy desesperada.

¿Saben de esos días en que las chicas parecemos no tener nada que ponernos o que nos guste? bueno, hoy es uno de esos días.

Se supone que en una hora tengo que estar en casa de Martin vistiendo elegante, y no hay nada decente que pueda usar.

Resulta que la cena a la que Tom había invitado el miércoles a mi amigo Martin salió mejor de lo que él esperaba y nos invitaron a una pequeña comida para hacer un anuncio. Claro que no es un secreto para nadie lo que quieren anunciar.

Mi teléfono suena al otro lado de la habitación, interrumpiéndome tratando de decidir si usaré zapatos de piso o tacones, el celular no deja de sonar así que me apresuro a llegar a él, pero en el transcurso tropiezo con mis tenis y cuando lo alcanzo me percato de que es una llamada perdida de mi hermana, Mía.

Frunzo el ceño de inmediato, es algo extraño que ella esté llamándome, jamás lo hace a menos que sea una emergencia. De inmediato marco de regreso pero me manda directo a buzón. El reloj marca las 2:15 p.m. Ya voy tarde, me digo a mí misma que me comunicaré más tarde con ella.

Luego de una hora por fin estoy lista para irme. En el camino voy haciendo un mini karaoke, cantando algunas canciones que hay en la estación de radio. La casa de Martin no queda demasiado lejos así que llego de inmediato, estaciono el auto en cuanto entro al edificio. Las puertas del elevador se abren en el penthouse, yo me encamino a la terraza en donde ya se encuentran varias personas, algunas las conozco del trabajo, y a otras simplemente jamás las había visto.

El lugar es enorme, la primera vez que vine me sentí cohibida al ver su casa, pero ahora parece más un lugar acogedor, casi como un hogar. Entre ellos se han encargado de dar una ambientación cálida.

La terraza está muy bien ambientada, con una música bastante suave que me recuerda a las reuniones familiares que solíamos hacer en la casa del abuelo antes de que muriera. Un suspiro triste se escapa de mi boca al recordarlo, también lo extraño. Me obligo a alejar esos pensamientos tristes de mi mente y recorro la mirada por el lugar. Está decorado de forma simple pero elegante a la vez, hay una pequeña mesa justo a un lado de la puerta en donde hay un montón de bocadillos que hacen que se me haga agua la boca de inmediato. Mis pies me suplican por caminar hacia ahí pero me obligo a no hacerlo por el momento y me dedico a buscar con la mirada a los chicos.

No hay mucha gente, a lo mucho unas cincuenta personas, pero me es difícil localizarlos. Camino un poco encontrando a algunos amigos que conozco, dándoles un leve asentimiento de cabeza a forma de saludo. Luego de unos minutos alguien me toma del antebrazo haciéndome girar.

Una enorme sonrisa se dibuja en mis labios y me lanzo a darle un gran abrazo a mi amigo Martin.

—Me alegra que hayas venido— dice, mientras toma una copa de vino rosado de la charola de un camarero y me la ofrece. Yo la acepto y tomo un pequeño sorbo.

Definitivamente, tal vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora