Capítulo 21

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Mi cabeza duele, los rayos del sol entrando por la ventana me lastiman los ojos, coloco la mano por encima tratando de hacer un poco de sombra mientras abro poco a poco los ojos

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Mi cabeza duele, los rayos del sol entrando por la ventana me lastiman los ojos, coloco la mano por encima tratando de hacer un poco de sombra mientras abro poco a poco los ojos. El sonido de la civilización allá fuera entra por el apartamento, apoyándome sobre mis codos miro a mi alrededor encontrando a Evan comiéndose mi cereal en el sofá de en frente mientras me mira con una sonrisa ladina.

—Alguien se divirtió anoche.

Por un momento quiero responderle algo borde pero de pronto empiezan a llegar a mi pequeños flashes de lo que pasó ayer: fui con él al mirador, llegamos temprano a casa, vino Cece, estuvimos bebiendo, bailando, haciendo karaoke... ayer fue...

—¡Mierda! ¡Evan! ¿Qué hora es?—saltando del sofá en el que estaba me apresuro a mi habitación.

—No más de las seis y treinta de la mañana.

—¿Por qué no me despertaste? ¡Tengo que llegar al trabajo en media hora!

—De verdad tienes que relajarte.

Paso de él directo a la ducha, ahora no tengo tiempo para discutir. Si no llego en treinta minutos, Stella va a matarme. Ni si quiera recuerdo exactamente ayer, excepto por la parte en la que Cece estaba casi al borde del vómito quejándose de, no sé qué, cuando Miles vino a recogerla. Yo también creí que ella había dicho que eso no era serio, pensé que ya ni siquiera se veían.

En diez minutos después ya estoy lista, es un tiempo récord para mi rutina de cada mañana y casi puedo asegurar que la ropa que uso ni siquiera combina pero prefiero preocuparme primero por llegar a tiempo. Entrando de regreso a la sala para recoger las llaves de mi auto caigo en cuenta de que Evan está plácidamente sentado comiendo wafles, como si no lo hubiera visto justo aquí hace diez minutos con el pelo revuelto y comiendo mi cereal en pijama, ahora luce como un pulcro doctor de alguna de esas series famosas.

—Acabas de comerte mi cereal.

Encoge sus hombros tranquilamente.

—Tengo hambre y necesito energía.

Sin decir nada más cierro de un portazo y me encamino al estacionamiento encontrando una llanta de mi auto ponchada. Por favor, no hoy. No tengo un repuesto.

A la distancia soy capaz de oír un silbido alegre que poco a poco se apaga, Evan le dedica una rápida mirada a la llanta antes de hacer un gesto hacia su auto. En cualquier otro momento declinaría la oferta pero hoy en verdad lo necesito.

El camino es silencioso pero no porque no haya tema de conversación, sino porque no paro de revisar los montones de mensajes que me llegan, tanto de Martin como de Nina.

Ella no para de quejarse del último chico con el que estuvo saliendo, quien esta vez no estaba casado pero tampoco libre del todo. Así que ahora ella ha vuelto al modo  "odio-a-todos-los-chicos" sólo lo usual cuando algo no sale como quería.

Definitivamente, tal vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora