Prólogo

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-¿Papá? –caminaba lento y precavido, aún sin poder creer lo que sus ojos veían. -¡Papá! –gritó horrorizado cuando se dio cuenta de lo que pasó.

. . .

-Escucha, debes mantenerte callado, no digas nada que se ponga en tu contra, recuerda que nuestro objetivo es probar tu inocencia. –a cada palabra un abatido rubio asentía.

. . .

-Te juro que soy inocente. –decía con lagrimas en los ojos. –Yo amaba a papá, nunca le haría daño.

-Yo te creo hermano. –Lo besó en la frente mientras lo abrazaba. –Todo saldrá bien.

. . .

-Hijo. –llegó una dolida pelirroja. –Estoy destrozada por esto, y peor, indignada por que estás aquí, no dudes en que saldrás. –La mujer sonrió. –Conseguí a un nuevo y mejor abogado. –El rubio sonrió.

-Creí que el sr. Hiruzen hacía un buen trabajo. –mencionó limpiando sus lagrimas.

-Sí, pero creo que el licenciado Danzou podrá hacer un mejor trabajo que ese anciano. –Naruto se extrañó por ese tono frío pero asintió, confiaba en su madre.

. . .

-El ciudadano Naruto Namikaze es declarado culpable del homicidio de Minato Namikaze. –dijo el juez dando por cerrado el caso.

Sus ojos se abrieron de par en par, mientras se levantaba exaltado de su lugar. –¡No puede ser, están equivocados! –fue sujetado por dos policías. -¡Haga algo! –gritó exigente a su abogado el cual solo le sonrió cínicamente. Sus ojos azules se llenaron de lagrimas.

Kushina observaba en silencio.

. . .

Vio llegar a su madre al sitio, antes de que lo trasladaran a una prisión en Litchfield, Nueva York.

-Mamá, sácame de aquí, juro que soy inocente. –Se aferró a los barrotes blancos que lo separaban de la pelirroja.

-Yo te creo cariño. –mencionó falsamente mientras le acariciaba una mejilla.

Dos sujetos más fueron colocados en la misma celda, dos varones.

-¿Qué significa esto? –preguntó con un nudo en la garganta.

-No lo sé. –Dijo viendo a los dos corpulentos hombres.

-¡Esto es un error! –susurró exasperado. –Ellos deberían ir a una prisión de varones. –dijo no entendiendo.

-¿A, sí? –la mujer fingió ingenuidad. –Pues que mala suerte la tuya, Naruto. –

-¿Mamá....? –

-Deja de llamarme así. –cortó. –Me encargué de que seas transferido a una cárcel con varones, para que aprendas tu lección. –

No podía creer lo que escuchaba. –Soy un doncel, no puedo ir a ese lugar...-murmuró a pocos segundos de romper a llorar.

-Si puedes. –se acercó. –Y deja ya de decir que eres un doncel, no querrás que ellos te escuchen y le cuenten a sus amigos criminales cuando lleguen. –dijo con malicia.

-No puedes hacer esto. –apretó los barrotes con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

-Ya lo hice. – Terminó

-¡No te vayas! –gritó en vano cuando la elegante mujer desapareció de su vista.

. . .

Su pequeño y delgado cuerpo temblaba. Con temor se preguntaba como haría para pasar desapercibido.

Al llegar con el uniforme naranja de los recién llegados todos tenían la mirada sobre él. En especial unos ojos profundos y negros que lo miraban escuetamente. De pies a cabeza.

Con miedo y sintiendo sus manos sudar se preguntó ¿Ya se habrá dado cuenta?

Esta solo y tendría que sobrevivir en ese infierno. Defendiéndose con sus propias uñas.

Hasta demostrar que es inocente. 

CONTINUARA...

P R I S I O N E R ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora