Capítulo 7 - "Friday Night" p.3

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*Aaron en multimedia* (No encontré un gif :'v)

Aaron:

Llegué a mi casa, un viernes. 

—Hola, preciosa.—La nueva empleada de la casa me sonrió coqueta, enseñándome sus largos colmillos. Su cabello rojo cereza hacía juego con su labial, pero era algo normal en los vampiros, siempre se ven hermosos y juveniles por fuera, y por dentro están más muertos que todo un cementerio junto. Bueno, yo no me incluyo porque aún soy joven, por ahora.

Mi padre era político, y mi madre una empresaria, por lo que dinero nos sobraba. De hecho, si se presta atención, los especiales son quienes más manejan al pueblo y, me atrevo a decir, hasta al país entero.

—¿Ya llegaste?—Me preguntó mi madre, mientras se pasaba un labial bordó por sus labios, con ayuda de un espejo pequeño—. Tu padre quiere hablar contigo, tenemos una agradable sorpresa.—Odié su sonrisa ácida y la mirada de víbora que me echaba de reojo. No me esperaba algo bueno, lo sabía. Pero fingí indiferencia, aquí nos manejábamos así. La frialdad, lastimosamente, movía al mundo.

(...)

—¿Me extrañaste, hermanito?—Repulsión, por él y por todos, era lo único que sentía. Estaba sentado en una de las sillas de la oficina de mi padre, con éste apoyando una mano en su hombro, en señal de orgullo.

—¿Qué haces aquí?—Traté de no alterarme—. ¿No deberías estar en Canadá?—Tenía la misma sonrisa ácida de mi madre, odioso.

—Me parecía mucho más divertido visitar a mi hermanito y, quién sabe, tal vez quedarme.—Sonreí amargamente.

—No te das una idea de lo que te he extrañado, a ti y a toda tu mierda.—El sarcasmo teñía mi voz.

—¿Por qué tan cruel con tu hermano? Deberías aprender de él...—El comentario de mi padre no pasó desapercibido, lo observé.

—Él no es mi hermano.—Ambos rieron, disfrutando de mi desagrado.

—Me duelen tus palabras, son como una estaca al corazón.—Sonreí, irónico.

—¿Siquiera tienes uno? Quién lo diría, viniste con sorpresas...—Su mirada reflejó puro veneno.

—Sí, he vuelto con muchas sorpresas... 

(...)

Las luces del salón se movían repetidamente, a la par de los cuerpos pegados. Mentiría si dijera que no había tomado ni una sola copa, porque obviamente no era así. La noticia de Derek, ese a quien debía llamar "hermano", me había afectado más de lo que me gustaría admitir. 

Me quedé en un rincón, ya varias chicas pasadas de copa se me habían acercado, pero no era lo que buscaba. Primero, porque estaban ebrias y no eran conscientes de lo que hacían, y aunque no me consideraba una buena persona, me gustaba hacer las cosas de la forma correcta. Bueno, algunas cosas. 

Las horas pasaban, el lugar siempre olía a desodorantes baratos y transpiración, pese a que había bailado bastante pegado con algunas, me harté del ambiente por lo que salí del lugar.

Ya no era plenamente consciente de mis actos, el alcohol nublaba mi juicio, pero tampoco era un justificante. Una rubia, aparentemente la asocial del grupo, se encontraba afuera, bastante alejada del lugar, temblando por el clima algo frívolo de la noche. Me acerqué a ella, sigilosamente.

—¿Te gusta la soledad?—Se sobresaltó, para luego sonrojarse y negar con la cabeza, incómoda-No te preocupes, a mí también me gusta...—Deslicé delicadamente mi mano por su suave cabello. Se tensó.

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