Prólogo.

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─¡Tú no eres el jodido padre! ─solté de repente.

Tenía que decirlo de una sola vez, posiblemente no fue la mejor forma para hacerlo pero me tenía harta con cada una de sus acusaciones.

Su mirada desesperada de antes, desapareció, y en su lugar una mirada llena de odio se plantó en esos ojos hermosos que alguna vez me vieron con amor. Frotó las manos por su cara logrando que desaparecieran por completo las lágrimas que lo amenazaban con salir, pero al cabo de un rato volvieron para quedarse, y él se mantuvo ahí... Llorando en silencio como un niño.

Yo estaba sorprendida con su reacción, no sabía como lo tomaría, si iba a estallar o a derrumbarse. Miles de imágenes se me plasmaban en la mente cada vez que pensaba en como reaccionaría al enterarse, y después de tanto tiempo al fin llego ese momento. Ahora posiblemente era el tiempo "perfecto" para que lo supiera.

Los minutos transcurrían y yo sólo lo observaba detalladamente, mi cabeza estaba en blanco, no sabía que hacer ni que decir, yo realmente lo había lastimado.

Lo había roto por completo.

Maldición.

Mis pensamientos me estaba comiendo por dentro y mi sentimiento de culpa provocaba que me sintiese como la peor persona de este jodido mundo. Por qué todo tiene que ser tan complicado?

Dicen que sólo los hombres rompen corazones y son los malos de la historia, pero se equivocan, también las mujeres podíamos hacerlo, y mucho peor que ellos.

Mi mente no me dió tiempo para retener las lágrimas y de un momento a otro comencé a llorar de la misma manera. Me incliné junto a él mientras veía cada gota caer por sus mejillas. No soportaba verlo sufrir así, y menos por mi. Debía hacer o decir algo.

─Lo siento. ─susurré a su lado, pues fue lo único que salió de mis labios temblorosos.

Yo sabía que un simple "Lo siento" no cambiaría absolutamente nada de lo que había estado haciéndole a la única persona que dió todo sin esperar nada a cambio, pero era preferible decir eso a no decir nada.

Alzó su mirada, su fría mirada que me congeló por completo, sus ojos ya no tenían ese brillo de amor que siempre estaba presente cuando hablaba conmigo.

Ya nada era como antes, y presiento que nada volverá a serlo, empezando por los cambios que sufriría mi vientre.

─Di mi vida por ti, hice lo que ningún hombre hace ahora por nadie, te di mi corazón y mi alma, quería mi futuro contigo, y tú a cambio, me pagas de esta manera. ¿Tan miserable soy para ti como para merecer esto? Yo te amaba, juro que te amaba!. ─gritó entre las lágrimas que aún caían por sus mejillas, él estaba realmente molesto por su manera de hablarme, y la verdad, no lo culpo.

─Lo lamento, de verdad, debí decírtelo antes. ─musité.

Rió con amargura.

─¿Antes? ¿Desde cuando me engañas? ─preguntó. Yo no podía responder a eso, lo destruiría por completo. ─¡Respóndeme! ─gritó.

─Un par meses. ─dije sin más alternativas mientras agachaba la cabeza, no quería verlo a los ojos, ni si quiera podía.

Subió mi barbilla hasta que mis ojos llegaron a los suyos, quería hacerme sentir culpable, y vaya que lo logró.

Me soltó y vió mi vientre con asco, esa tal vez fue la expresión que más dolió.

─Pobre niño, tendrá a una zorra como madre. ─Él nunca me había hablado así, ni mucho menos faltado el respeto, y cuando creía decir algo inapropiado, se arrepentía segundos después, pero ahora en su voz no había ni rastro de arrepentimiento.

Sólo conservé el silencio y no dije nada, ¿Qué podía decirle? Lo había arruinado todo.

Dió media vuelta y fue hacia la puerta dispuesto a salir, pero antes de que lo hiciera regresó a verme por última vez y me lanzó las palabras más crueles que pudieron haber salido de su boca.

─Desde hoy, para mí, estás muerta.

Y se fue inundando la habitación con el sonido de un portazo.

Me dejó allí en el piso, con una cabellera revuelta por la confusión, con un llanto inconsolable y un bebé intentando comprender que demonios ocurría.

El Precio De Una Traición © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora