Capítulo 2

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El sol entraba por la ventana y me hizo despertar, debido a que me estaba dando en los ojos.

Me vestí lo más rápido que pude y salí de casa, el sol estaba ya en lo más alto del cielo, por lo que el mediodía se estaba acercando.

Comencé a correr por el camino de tierra para llegar los antes posible al pueblo, ya comenzaba a verlo.

Llegué jadeando a la comisaría y vi al señor O' connor sentado en una silla tras una mesa de madera, no hacia nada, por suerte nuestro pueblo era bastante tranquilo.

Volví la vista hacia la celda. allí estaba él sentado en el suelo, tal y como lo había dejado.

- Señor ¿ puedo hablar con él?

- Claro, es tu prisionero- el comisario polifacético se levantó lentamente para que pudiéramos hablar tranquilamente.

Me senté en el suelo para poder estar a su mismo nivel.

- ¿ Cómo has pasado la noche?- dije con miedo

-Bien, es la primera vez, después de vete a saber cuando , que duermo sobre un colchón y no sobre el duro y el frío suelo- levantó su cabeza del suelo para mirarme, tenía un ojo morado y la nariz le había sangrado y sobre ella tenía algunos golpes más, la herida que tenía en el labio inferior era más grande, una gran pena recorrió mi delgado cuerpo que se llenó también de responsabilidad

- ¿ Has comido o bebido algo?

-Solo el chocolate que me distes- sus ojos estaban fijos en los los mios y me incomodaba

Me levanté y sobre la mesa del comisario vi un plato de barro con gachas y patatas, junto a él había un trozo de pan. de lo pasé entre los barrotes.

Lo cogió como si fuera oro y se lo comió con las manos, como si fuera un animal.

Le pasé mi cantimplora llena de agua por los barrotes. La abrió y le dio un buen buche.

Mientras comía podía ver como sonreía

- Llevo días sin comer, esto es lo mejor que he comido nunca

- ¿ Sabes que van a hacer contigo?- mi voz estaba llena de culpabilidad.Él solo asintió con la cabeza, no dejaba de comer.

Dio un gran sorbo a mi cantimplora, dejándola casi vacía.

- Lo más seguro es que me dejen en libertad esta tarde, ha comprobado que no soy peligroso y que tampoco soy un soldado enemigo- ya había terminado de comer y su mirada volvía estar fija en mi.

Observaba mi rostro, mis manos, mi cuerpo, lograba que me sintiera incomoda e intimidada.

- ¿ Y que harás cuando salgas de este antro?- mi mirada se fijó en mis manos que jugueteaban con un palo pequeño que había encontrado por el camino.

- No lo sé, el comisario me permite quedarme aquí, pero debo construir mi propia casa

- Puedes quedarte en el granero de casa, no es gran cosa, pero al menos tendrás un sitio para cobijarte e incluso si trabajas para mamá, puede que te de más comida.- mi voz no sonaba muy segura, pero sus ojos se abrieron como platos ante la idea.

La puerta del edificio se abrió y entró el corpulento comisario .

- Muchacho, es hora de que te deje el libertad, ya no eres responsabilidad mía- se acercó a la celda y abrió la puerta con el manojo de llaves.

El muchacho, se levantó lentamente, estaba dolorido, aunque no salieron quejas de sus labios, solo se limitó a sonreir levemente.

- Bueno ¿ en que dirección vamos?- el sol le pegaba en la cara y achinaba los ojos para que no le molestara, sus nuevas heridas estaban al descubierto.

Y en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora