Siento como unos brazos me tomaban de los hombros y me levantaban, era Eduard, me abalancé sobre su pecho y le abrace, necesitaba notar su calor, mi llanto no cesaba, él me rodeó con su brazos y me apretó aún más contra su pecho, acurrucó su cabeza en mi cuello. Quería que supiera que estaba conmigo, que no me abandonaría en tal duro momento.
Mamá y Cristin también se levantaron del suelo, sin fuerzas y sin ganas, comenzaron a andar arrastrando los pies.
Ya estaba todo preparado para el entierro. El carpintero, que hacia las veces de funerario, nos esperaba junto a un carro que lo tiraba un burro. Allí, sobre el carro, estaba la caja de madera y dentro el cuerpo sin vida de mi hermano.
Llegamos a la altura del carro y empezó a caminar, nosotros fuimos tras ellos, Eduard también lo seguía, pero más alejado, dejándonos intimidad. Nuestras lágrimas no dejaban de brotar. Unas frías gotas comenzaron a caerme en mi cara, estaba empezando a llover. Parecía que el cielo también lloraba la muerte de Charly.
Caminamos durante un buen rato, mi mirada estaba fija en el suelo, mirando el camino, la lluvía era algo más fuerte. Estabamos lejos del pueblo, en una gran ladera, era nuestro pequeño cementerio. Llegamos hasta un profundo hueco en el suelo y nos paramos.
El carpintero espero la llegada de Eduard, necesitaba su ayuda para concluir este rito. Al llegar éste, tomó la caja por uno de los extremos y a la trajo hacia él. Las gotas de agua hacian un delicado sonido al caer sobre el ataúd de mi hermano. Una vez la caja fuera de carro tomaron dos cuerdas y poco a poco la fueron bajando en aquel profundo hoyo. Fue Eduard quien se encargó de echar la tierra.
Fijé mi mirada en mamá, tenía la tez más pálida de costumbre, el dolor la estaba consumiendo, posé mis ojos en Cristin, apoyaba su cabeza sobre el hombron de mamá y las lágrimas no dejaban de brotar de sus hermosos ojos.
Eduard estaba terminando y subió su mirada para mirarnos, Parecía afectado.
-Señora Stuart- su voz era seria y entrecortada, parecía que reprimía sus ganas de llorar- ¿ quiere que ponga algún símbolo... como una cruz?- mamá asintió, sabía que podían destruir el símbolo religioso, pero asumiría el riesgo.
Tomó un par de tablones y un clavo abandonado que había cerca y con una gran piedra formó una cruz,luego la clavó en el suelo en la cabecera, de lo que ya era la tumba de Charly. Dejó la pala, como símbolo de que ya había terminado y nos miró.
Comenzamos a caminar dirección al pueblo sin hablarnos, en primer lugar estaban mamá y Cristin, no dejaban de abrazarse, un poco más alejada estaba yo y en la retaguardia el cabizbajo Eduard. Comenzó a soplar un fuerte y gélido viento, anticipador de que se acercaba una gran tormenta, removió nuestras ropas pero apenas nos importó. Continuamos caminando.
Pronto llegamos al pueblo, estaba vacío, pero notaba cada una de las miradas de los vecinos clavarse sobre nosotros, sentía como nos acusaban con sus ojos.
La lluvia comezó a ser más fuerte, sonó un trueno provocando que elevara mi mirada, me paré en seco y con los brazos abiertos dejé que me abrazara de forma fría, colándose por cada uno de mis poros de la piel.
Advertí como Eduard me miraba, con pena y dulzura al mismo tiempo. Clavé mis ojos sobre él, estábamos mojados. Dejé caer mis brazos sobre mi cuerpo y luego la cabeza, un pensamiento abordó mi pensamiento.
Estabamos en mi casa de Londres, creo que eran nuestras últimas navidades, antes del fin del mundo, parecíamos felices, jugaba con papá y Charly, parecíamos tan felices, como los echaba de menos.
Giré mi cabeza a un lado, ante mi se descubría el profundo y hermoso bosque y siguiendo un impulsó comencé a correr hacia él, quería adentrarme, perderme entre los árboles. La lluvia comenzó a apretar más y el cielo volvió a crugir,
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Y en el fin del mundo
Ficção HistóricaEl mundo que conocemos ha sido destruido, la población que ha sobrevivido a las guerras, a las crisis y a la hambruna, ha corrido a refugiarse en el campo, en los bosques, intentando comenzar de nuevo y huyendo de la amenaza inminente del emperador...