Capitulo 7

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El alegre canto de los pájaros junto con los rayos del sol que se pegaban en la piel de mi cara hizo que me despertara, miré hacia un lado y me encontré con Eduard que aún seguía durmiendo muy cerca de mi. Me senté en el suelo, continuaba tapada con aquella pestosa manta del oso, me llevé unas de las mangas a la nariz y no pude evitar hacer una mueca ante aquel horrible olor.

Me levanté de un salto y me dirigí rápidamente hacia la orilla del río y sin pensarlo demasiado me metí en el agua para lograr quitar aquel horrible hedor que emanaba mi ropa, me senté en el fondo y el agua me llegaba hasta el cuello, estuve así un buen rato, hasta que la figura alargada de Eduard que se aproximaba a la orilla me interrumpió.

Se acercó a la orilla lentamente metiéndose en el agua sin decir nada se colocó a mi lado con la mirada perdida y sin mirarme apenas.

- Se suele decir buenos días... - dije con cierto matiz irónico

- Serán buenos para ti que has dormido de un sólo tirón y a pierna suelta- dijo él mientras clavaba su fría mirada azul en mis ojos

- Menudo despertar... ¿ acaso dormistes mal?- estaba de buen humor y mi tono burlón me delataba

- Si no hubiese tenido a mi lado un cerdo roncando hubiese dormido mucho mejor- el tono en el que hablaba Eduard comenzaba a cambiar y empezaba a burlarse de mi

-¡ Eh ! ¡ yo no ronco... y menos como un cerdo !- le dije algo enfadada mientras le asestaba un leve golpe en el brazo, Eduard esbozó una gran sonrisa y me salpicó con el agua

- Si que roncas y sino que me pregunten como he pasado esta noche- continuaba burlándose de mi, esta vez me acerqué más a él coloqué mis manos sobre su cabeza y la empuje hacia dentro del agua, comencé a reír ante aquella situación.

Una vez que Eduard había sacado la cabeza del agua se quedó fijamente observándome, me puse algo nerviosa ante la mirada penetrante del muchacho que poco a poco iba acercándose más aun de lo que estaba anteriormente, estábamos muy pegados el uno del otro, sus ojos fijos en los míos, no pude evitar morderme el labio, parecía que estaba a escasos momentos de besarme, fui cerrando los ojos poco a poco.

- Pero... ¿ qué demonios?- Eduard se había levantado rápidamente dejándome a mi aún dentro del agua y con cara de bobalicona, dirigí mi mirada hacia él, que miraba hacia la orilla y entonces yo dirigí la mia hacia allí.

- Eduard... es un caballo- era un caballo color castaño y lleno de barro y al igual que encontramos al otro, iba con todos los abalorios necesarios para su monta, el animal estaba junto al nuestro.

Eduard se acercaba al caballo castaño con movimientos breves para no asustarlo. Lo tomó de las riendas y se volteó para dirigirse a mí.

- ¡ Ya tenemos caballo para ti!- se dirigía a mi desde la orilla y con la voz alta y clara para que lo entendiera bien, volteé los ojos, aunque él no vio ese gesto de mi parte- ¡ vamos sal del agua!- le obedecí sin hacerme la remolona y pronto llegué a su lado- con él llegaremos antes a la costa- dijo fijando su vista hacia el horizonte- pongámonos en marcha pronto, no debemos disminuir la velocidad, seguramente nos estarán buscando.

Sin decir nada más ambos comenzamos a recorrer los pocos enseres que teniamos, Eduard preparó el caballo blanco mientras que yo eliminaba cualquier rasto que evideciaban nuestra presencia en aquel lugar.Una vez que terminé mi tarea me acerque al nuevo compañero de viaje, debía presetarme, ya que nos quedaba un buen viaje juntos. Fui acortándo nuestra distacia, a pesar de llevar varios días sin dejar de montar a caballo seguía manteniendo cierto respeto y algo de miedo ante aquel imprevisible animal.

Pasé mi mano por su cuello, acariciándolo levemente para que no se asustara y más tarde llevé mi mano a su hocico para que conociera mi olor. El caballo hizo un leve gesto al olisquear mi mano, sonreí al ver que no iba a hacer ningún gesto extraño o violento.

Y en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora