capitulo 8

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Eduard y yo nos quedamos mirando la luz parpadeante que salía por una de las pequeñas ventanas que tenía la casa mientras la lluvia nos empapaba, sin decirnos nada, solo se escuchaba el azote de las hojas por el viento y los golpes que daban las gotas de lluvia contra las hojas de los árboles.

- Ahí tienes tu ansiada cabaña- me dirigí a él sin voltearme para mirarlo.

-¿Cómo sabes que es la que buscamos?- se volteó para mirarme pero al ver yo le iba a responder a su mirada volvió la vista al frente.

Pasaron algunos segundos en silencio hasta que iniciamos el paso hacia aquella casa. Esquivamos algunos árboles y matojoss hasta que llegamos a la cabaña. Unos pasos antes de llegar a la puerta de madera que precedía el interior de la casa Eduardo me tomó de los hombros y me volteó hacia él para poder hablarme de frente.

- Se que lo que voy a decirte no te va a gustar, pero debes escuchar lo que te digo - me miraba fijamente a los ojos parecía estar preocupado y nervioso - debes quedarte aquí fuera y cuando escuches que salimos debes esconderte - mientras me hablaba habíamos estado caminando hacia uno de los lados de la casa donde no había luz

- Pero Ed... - no pude terminar la frase ya que en cuanto acabó de hablar corrió hacia el interior de la casa.

Continuaba lloviendo y el agua parecía haber llegado hasta mis huesos, comenzaba a tiritar debido al frío y a causa de la tormenta había oscurecido antes de lo normal.

Había pasado bastante tiempo desde que Eduard había entrado en la cabaña, estaba observando a los caballos comer cuando el cielo se iluminó durante varios segundos. Me quedé paralizada durante varios segundos , hasta que un fuerte y grave rugido retumbó por todas las montañas.

- Genial... tormenta - dije en voz floja antes de que se volviera a iluminar el cielo por otro rayo, pero esta vez no esperé al rugir de las nubes y con paso ligero me atreví a adentrarme en la cabaña.

Mi intención era quedarme en la entrada y pasar desapercibida, Pero para mi sorpresa la puerta daba directamente a un salón donde se encontraban Eduard y un hombre panzudo y sin apenas pelo sobre la cabeza, tenía aspecto sucio, parecía no haberse dado un baño en semanas.

Ambos guardaron silencio a mi entrada, miré a Eduard, estaba sorprendido y me dirigía miradas de desaprobación, eché un nuevo vistazo al hombre, había cruzado sus brazos que se apoyaban en su ancha barriga, este estaba sorprendido ante mi presencia y me lanzaba miradas que parecían poder ver a través de mi ropa.

- ¿Viene contigo? - el hombre se dirigió a Eduardo con voz ronca y tono enojado, él se limitó a agitar la cabeza afirmando, mientras no me quitaba la vista de encima - has podido decirlo antes y nuestro negocio hubiese sido más...rápido - el hombre se acercó a mi y comenzó a girar alrededor mía.

- Ella no entra en negociaciones - Eduard se colocó entre el hombre y yo para que dejara de analizarme, su voz sonó a la defensiva. Ambos se quedaron fijamente mirándose a los ojos, esperando cualquier movimiento para comenzarse a darse golpes, pero no ocurrió nada, el hombre se alejó de nosotros y se sentó en un gran sillón que había junto a una modesta chimenea en la que quedaban algunas ascuas que apenas calentaban la habitación.

- Entonces... dos caballos a cambio de una barca dotada de mastil y vela ¿no? - la voz grave del hombre retumbaba por toda la sala, parecía que un trueno estallara cada vez que pronunciaba cualquier palabra.

- Si, y las cartas de navegación - la voz de Eduard era segura.

- Te daré las cartas de navegación si ella - dirigió su mirada hacia mi y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, aquel hombre comenzaba a darme pánico - se queda aquí conmigo - sonrió de forma escalofriante

Y en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora