Me adentré en el bosque, suponiendo por donde había ido Eduard, sorteaba los troncos y las ramas de los árboles que habían caído debido a la tormenta. Iba corriendo, mi respiración era fuerte y agitada y mi corazón parecía estar a punto de salir disparado de mi pecho, pero a pesar de ello no me detuve, seguí con mi paso rápido.
Comencé a notar como las gotas de sudor empezaban a brotar de mi piel, cayendo por mi frente y provocando que mi camisa empezara a mojarse, estaba realmente nerviosa e incluso tenía miedo por lo que podía encontrar. Crucé el rihachuelo que tantas veces había cruzado, pero esta vez, mi camino era diferente, me dirigía hacia la gran montaña a la que nunca antes había ido. Pude ver una huella del caballo por lo que seguí la dirección que indicaba, más adelante vi otra, por lo que supuse que iba en buen camino.
Continuaba corriendo, aunque esta vez con paso más lento debido que comenzaba a subir la empinada ladera, pude ver entre los árboles a Eduard acercándose a la cima, mi corazón palpitó fuertemente al verlo y yo apresuré mi paso. Mi respiración cada vez era más y más agitada.
Cada vez estaba más cerca de donde había visto a Eduard por última vez, por lo que intenté hacer el menor ruido posible, un sexto sentido me decía que debía pasar lo más desapercibida posible, disminuí mi paso hasta que este fue casi parado, evitando hacer ruido con las ramas que pisaba. A pesar de haberme casi parado, mi corazón seguía latiendo rápido seguramente por la adrenalina que corría por mi venas, a pesar de ello, intenté contener lo más que pude mi respiración. Iba escondiendome tras los árboles, saltandolos de uno a otro, todo estaba en completo silecio.
El ruido de una rama hizo que me asutara y me volteé rápidamente, para ver si había algún peligro, la nariz, se me llenó de olor a humo y de madera quemada, por lo que supuse que estaba cerca del foco de las columnas de humo negro. De nuevo, escuché una rama y justo cuando estaba dándome la vuelta, unos brazos se apoderado de mi, cubriendome la boca y agarrandome los brazos.
Mi corazón comenzó a latir con mayor fuerza y mi respiración sonaba fuerte y agitada, aquel, quien me había retenido, me había levantado de suelo me llevaba hacia algun lugar, comencé a patalear con fuerza, pero mi secuestrador apenas se inmutó de la fuerza con las que iban dirigidas mis patadas, nos dirigiamos hacia un arbusto frondoso y profundo.
Una vez allí, me dejó en el suelo y aflojó un poco sus brazos, fue entonces cuando conseguí sacar mi brazo derecho e intenté darle algunos golpes sobre su cuerpo. Me cogió el brazo con fuerza y sin quitarme la mano de la boca, me volteó haciendo que nuestros rostros estuvieran pegados, sus ojos azules... Era Eduard
-¿ Qué diablos haces aquí?- por su tono de voz deduje que estaba enfadado- ¿ no ves que esto es peligroso? nos has puesto en peligro a los dos- realemente estaba muy enfadado, pero también preocupado y agitado, sus ojos no me quitaban la vista de encima, tenía una mirada muy peculiar esta vez, parecía tener algo de miedo
-Lo... lo...siento Eduard, no he podido evitar salir corriendo detras vuestra, temía que te pasara algo- mi voz sonaba fragil y con cada palabra que decía me iba sintiendo más y más pequeña
-Desde ahora hasta que salgamos haras lo que diga- continuaba con el mismo tono de voz enojado- vamos sígueme en silencio e intenta hacer el menor ruido posible, sabía que ibas detrás mia desde que cruzastes el rihachuelo- hablaba con autoridad y me hacia sentir como una pulga.
Ambos comenzamos a caminar en silencio, él apenas hacia ruido, en cambio yo me sentía como un huracán que hacia crugir las ramas, los árboles y las hojas que habían en él, apenas levantaba la vista, sin prestar atención a lo que había a mi alrededor pero Eduard continuaba con semblante autoritario, observando cada uno de los movimiento que se producían a nuestro alrededor. Fuimos andando así un buen rato, yo pisaba los pasos que él daba.
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Y en el fin del mundo
Historical FictionEl mundo que conocemos ha sido destruido, la población que ha sobrevivido a las guerras, a las crisis y a la hambruna, ha corrido a refugiarse en el campo, en los bosques, intentando comenzar de nuevo y huyendo de la amenaza inminente del emperador...