Química imparable

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Narra Rama

-Me duele demasiado la cabeza.-Protesté mientras me servía un vaso de jugo de naranja.

-Si, anoche cuando volviste a la sala de cine parecías otro.-Contestó mi mellizo.

-¿Y Micaela?.-Pregunté.

-Micaela volvió mucho antes que tu, ya estaba más tranquila.-Sonrió.

-Como para no estarlo.-Susurré.

-¿Qué dices?.-Frunció el ceño.

-¿Qué por qué sonríes tanto?.-Reí.

-Pues...no sé si debería contártelo.-Dudó.

-Vamos, somos hermanos.-Lo miré sonriente.

-Mica y yo nos besamos.-Esbozó una enorme sonrisa.

¿Había oído bien? ¿Se besaron? ¿Después de besarme a mi?, y encima se tomaba el atrevimiento de decir que mi personalidad le parecía detestable por que usaba a la gente para mis antojos ¿y eso cómo lo etiqueta ella?. Aún así tuve que fingir mi mejor sonrisa, no quería arruinar el estado de felicidad de mi hermano, pero esto no iba a quedar así.

-Voy a salir a correr un rato para despejarme, a ver si me pasa este dolor infernal. ¿Te importa?.-Lo miré esperando que no sospechara nada.

-No tranquilo, lo mejor será que salgas un poco.-Aprobó. Yo asentí y subí a cambiarme.

Me puse unos pantalones grises de deporte bajos, una camiseta de manga corta térmica negra y mis AirMax, me peine con las manos y me lavé la cara. Íbamos a tener un charla.


Narra Mica

Me desperté perezosamente con un agudo dolor de cuello, no había dormido muy bien, o al menos no de la mejor postura. Intenté hacer algunos movimientos para aliviar el dolor y la molestia, pero no había caso, seguramente sería una contractura.

Fui a la cocina y me preparé un café y unas tostadas. Me senté en la mesa y cuando estaba apunto de comenzar el mejor momento de un sábado por la mañana, mi amado desayuno, el timbre me interrumpió. Suspiré molesta y me levanté a abrir la puerta.

-¿Qué haces?.-Miré con desconcierto al individuo que se encontraba frente a mi.

-Quiero hablar contigo ¿puedo?.-Me miró molesto.

-Claro, adelante.-Dije de manera irónica. Él pasó y yo cerré la puerta.-¿Y bien?.-Enarqué una ceja.

-Te besaste con mi hermano.-Me miró furioso.

-¿Es una pregunta o una afirmación?.-Reí.

-¡Basta, deja ya tu retorcido juego!.-Alzó la voz.

-Sí.-Afirmé.

-¿Por qué?.-Me miró sin entender.

-Porque me gusta.-Me encogí de hombros sin entender muy bien su pregunta.

-Te besaste conmigo, ¿te da morbo el jugar a dos puntas con mellizos?.-Me miró mal.

-Primero, tú me besaste a mi. Segundo, no me da ningún morbo ya que yo no juego a nada. Tercero, es irónico que precisamente a ti te moleste que yo juegue a una, dos o tres puntas cuando tu juegas a veinte.-Aclaré.

-Un beso es de dos, no digas que yo te besé.-Contestó.

-Claro que lo hiciste, yo no quería, fue un error, un malentendido ¡estabas colocado, fin!.-Sentencié.

-¿Cómo puedes decir eso? ¿Y echarme la culpa porque estaba colocado? si tú no me hubieras dejado a lo mejor no hubiera acabado en ese estado y acosándote besándote sin tu quererlo.-Alzó la voz.

Competencia de egos ; RamaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora