Obediente como perrito

998 75 15
                                    

Narra Mica

Salí de la ducha y me enrollé rápidamente en la toalla mientras estornudaba. Aunque hacia más de trenta y cinco grados yo estaba helada, no dejaba de tiritar y los dientes me castañeaban violentamente. En el entrenamiento había sudado y pasado mucha calor, y luego me metí en el auto con el aire acondicionado...el cambio de temperatura no me había sentado muy bien.

Me sequé el pelo para que no me diera más frío, hasta que este quedó completamente liso. Fui a mi habitación y me vestí. Decidí ponerme un jersey más abrigado por que tenía mal cuerpo y no quería ponerme peor.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Bajé a la cocina y me tomé un ibuprofeno. Le di un trago a un vaso de agua que había sacado y me dio un escalofrío. Odiaba tomar medicinas, encima seguro que me iba a dar fiebre ya que el ibuprofeno quita el dolor pero no evita la fiebre. En ese momento sonó el timbre, mi regalo del viernes, no tenía suficiente con esto sino que se sumaba el plus de Rama.

-Hola.-Saludó cuando abrí la puerta.

-Hola.-Desvié la mirada.

-Estás loca con esa ropa, si de verano también me gustas.-Me miró de arriba abajo.

-Muy gracioso.-Estornudé.

-¿Estás bien?.-Preguntó.

-Sí, vamos.-Subí las escaleras. El me siguió.


Narra Rama

Odiaba trabajar en silencio. Ella no me miraba, ni si quiera de reojo. No hacia un solo gesto, no levantaba la cabeza de lo que estaba escribiendo, ni una sola palabra, nada. Me ponía nervioso estar así, no se como ella podía soportarlo. No me contuve más y la miré. Tenía la piel blanca, algo raro en ella que siempre estaba morena, sus mejillas estaban teñidas de un color rojo intenso y sus ojos azules parecían apagados y cansados.

-Podemos dejarlo para mañana.-Rompí el silencio.

-Es la fiesta.-Contestó sin mirarme, seguía escribiendo algo.

-¿Vas a venir?.-Pregunté extrañado después de su rotunda negativa.

-Congo invitó a Dalila, no voy a dejarla sola.-Respondió levantando la cabeza, al fin.

-Está bien que la quieras cuidar, pero tienes fiebre.-La miré.

-No es para tanto.-Clavó su mirada en mi, pero no era tan amenazante o intimidante como de costumbre.

-¿Puedo?.-Me acerqué a ella. Micaela se limitó a asentir. Pusé la palma de mi mano con cuidado en su frente. Estaba ardiendo.-Claro que sí es para tanto. No sé como no estás delirando.-La miré preocupado. Que fuera un mujeriego y narcisista no significaba que no me importaran las personas. Aunque no fuera de mi mayor agrado no podía dejarla así.

Competencia de egos ; RamaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora