Capítulo 1

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En vez de prestar atención al profesor de Matemáticas, observa fijamente los segundos de su reloj de pulsera. Levanta la vista un momento y ve que está explicando el concepto de fracción. Es increíble que todavía se dé eso, es algo que aprendió en 3º de primaria.

Por fin ese maravilloso sonido para sus oídos hace presencia en el centro. Los alumnos salen de las clases gritando y corriendo. Ella se limita a caminar rápido. Baja las escaleras a toda velocidad y cuando está saliendo por la puerta principal, tropieza con alguien. Pero, para su sorpresa, una mano impide que caiga al suelo. Se aparta el pelo de la cara y ve el rostro de quién la ha salvado de la caída.

Estupendo. De todas las personas de ese instituto, justamente tenía que tropezar con él. Cuando dejan de salir alumnos, el chico hace un ágil movimiento que provoca el roce entre ambos cuerpos. Rápidamente, coloca su brazo alrededor de su cintura, impidiendo cualquier intento de escapar.

               —¿Qué quieres ahora? —dijo ella, molesta.

               —Estar cerca de tí.

               —Pues yo quiero irme a casa con mis amigas, así que déjame.

               —Va a ser que no, aunque te dejaré ir si me besas —añadió el chico, poniendo morritos.

               —Sabes que tengo novio.

               —Pero él no está aquí, no te puede ver.

               —Me da igual, ahora ¡déjame en paz!

Con un empujón, logró separarse de él. Ese chico es realmente pesado, menos mal que es fin de semana y no le verá en más de dos días. Cuando se encuentra frente a la carretera, mira a ambos lados y al comprobar que no viene nadie, cambia a la acera en la que se encuentran sus amigas. Se sitúa entre ellas y comienzan a caminar. 

El cambio a Madrid fue duro, sobre todo el hecho del nuevo instituto, afortunadamente, en el primer día de clases conoció a las chicas que se han convertido en sus mejores amigas.

               —Arancha, ¿qué hacías tan cerca de Adrián? —Preguntó Elena, que no perdió detalle de la escena.

               —Nada. Me había tropezado con él, me cogió la mano y me puso contra su pecho. Después me dijo que para irme debía darle un beso, así que le empujé para venirme con vosotras.

               —Ese chico la ha tomado contigo —comentó Cristina, en un suspiro.

               —Ya te digo. Lo peor es que no sé qué he hecho para que no deje de molestarme.

               —¿Julian lo sabe?

               —No, tampoco tengo pensado decírselo.

               —¿Y si lo descubre? —Preguntó preocupada Elena 

               —Pues le digo que no pasa nada, no quiero que le dé mucha importancia.

               —Creo que la mejor opción será que te alejes de Adrián.       

               —¡Pero si no soy yo la que se acerca! ¡Siempre es él! ¿Qué te crees? ¿Que me gusta que me moleste?

               —Bueno, pues ignórale —opinó Cristina.

               —¡Ya lo hago! Solo espero que se canse, porque en mi vida he conocido a una persona tan pesada.

               —¿Entonces nos vemos esta tarde?

               —Claro, ¿a las cuatro y media?

               —Perfecto —asintió Elena.

               —¡Hasta luego! —Exclamó Arancha.

               —¡Adiós!

Abrió la puerta del portal y subió las escaleras del edificio. Hay ascensor, pero no le gusta usarlo, además, vive en un tercero, no en un sexto. Tras entrar en su casa, dejó su mochila en su cuarto y avanzó por el pasillo para llegar al salón. Cuando llegó a la sala, vio a su tío sentado en el sofá. Él se incorporó y le dio un beso y un abrazo a su sobrina.

               —¡Hola, tito!

               —¿Qué tal el día?

               —Bien, hoy saldré con mis amigas y después de comer hablaré con Julian.

               —Me alegro. Por cierto, hoy ha llegado esto.

El hombre cogió un sobre de la mesa del salón y se lo dio a Arancha. La chica sonrió cuando vio que era una carta de su familia. La abrió y no pudo evitar que algunas lágrimas salieran de sus ojos. En el sobre había también unas cuantas fotos de su familia y amigos. ¡Los extraña tanto! Espera con ansias para que lleguen las navidades y poder verlos. Aunque sólo estará en España hasta el veintisiete de diciembre porque el resto de las vacaciones las pasará en Dortmund junto a Julian.

Cuando se mudó a Madrid con sus tíos, su novio fue una de las personas que le ayudó a asentarse en la capital. Vino a finales de agosto para ayudarla con la mudanza y a principios de octubre. Este año, no estuvo con ella en el puente de la Constitución en diciembre, pero durante esos días hablaron un par de veces diarias.

Mientras ayudaba a su tío a poner la mesa, pensaba en él. Quiere que las vacaciones lleguen ya para poder verle, aunque ahora debe quedarse en Madrid.

               —¿Cuándo empiezas los exámenes?

               —El martes —contestó la chica con tranquilidad.

               —¿Cómo los llevas?

               —Bien, sabes que he estado estudiando todo lo que llevo de curso.

               —¿Y Julian?

               —Él ya los ha empezado.

Ambos callaron y dejaron que el sonido de la televisión fluyese por la habitación.

Cuando terminaron de comer, recogieron la mesa, la limpiaron y barrieron el suelo para que no hubiera ninguna miga de pan ni nada por el estilo. Después, su tío se fue a dormir la siesta y ella se dirigió a su dormitorio.

Cogió su mochila y sacó de ella el estuche, la carpeta y los libros de Lengua y Francés. Se sentó en su silla y abrió su libro de Francés por el tema dos. Antes de poder sacar los apuntes de la asignatura, un sonido en su ordenador la alertó de que tenía una petición de videollamada. Encendió el portátil y aceptó sin dudarlo. Al ver quién estaba en la pantalla, sonrió.

               —Buenas tardes, mejor novia del universo.

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¡Hola a todos!
           

Aquí está el primer capítulo de este libro. Voy a intentar hacerlos un poco más largos, así que tardaré más en actualizar.

Me despido ya de vosotros.

¡Nos leemos!

Red.

Simplemente perfecta [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora