—¿Puedo pasar?
—Sí.
Julian abrió despacio la puerta y observó a su hermano en el suelo de la habitación, sentado encima de la alfombra. Caminó hasta llegar a su altura y se sentó a su lado. El niño al verle, apoyó la cabeza en el hombro de su hermano mayor.
—¿Qué haces despierto todavía?
—No quiero dormir —contestó Nico triste. Pensó que su hermano le dejaría jugar un rato más.
—Pero debes dormir.
—¿Y que pasa si no lo hago?
—Que mañana estarás todo el día bostezando porque tendrás sueño y te levantarás con unas ojeras tan grandes que parecerás un monstruo.
El chico, se levantó rápidamente y se metió en la cama. Julian le ayudó a arroparse porque no llegaba bien a las sábanas. Se sentó en el colchón y le acarició la cabeza, revolviéndole el pelo. El niño se quejó tras esa acción de su hermano. Estuvieron en silencio durante casi un cuarto de hora.
—Bueno, yo me voy a dormir ya que sino mañana no voy a ser capaz ni de bajar las escaleras.
—¡Espera! ¡No te vayas, por favor! —Le pidió Nico.
—Tengo que irme.
—Pero no quiero quedarme solo.
—¿Y qué hacemos entonces?
—¿Puedo dormir contigo?
La pregunta le sorprendió. Volvió a mirarle. Estaba súper dulce así, sentado en su cama con su pijama de dinosaurios. ¿¡Cómo iba a decirle que no!? Le hizo un gesto para que fuera con él y el chico obedeció a la primera.
—¿Me coges, tato?
Y le cogió. No puede decirle que no. ¡Es su hermano pequeño! Además, tiene cinco años, así que no pesa demasiado.
Caminó a su cuarto con Nico en sus brazos. Lo dejó encima de la cama y cerró la puerta. Quitó los cojines y las sábanas. Su hermano gateó hasta llegar hasta donde estaba Julian y se tumbó encima de él, como si fuera parte de la cama.
—¿Piensas dormir así?
—Sí.
—Pues va a ser que no.
Le cogió de nuevo y lo sentó a su lado. Después lo arropó y se tumbó. A los cinco minutos, su hermano dormía profundamente. Él, sin embargo, no era capaz de pegar ojo. Entonces, empieza a recordar la conversación que ha tenido con su chica esa noche.
Hace una hora...
—¡Hola, cariñito! —Exclamó ella alegre.
—¡Hola, mi amor!
—¿Cómo se ha portado tu hermano?
—Él siempre se porta bien conmigo. Jugamos con sus juguetes, le leo cuentos, coloreamos... En resumen: cosas de hermanos.
—No os habréis aburrido...
—Ni lo más mínimo —contestó él riendo.
—¿Alicia te ha vuelto a molestar?
—No. Aunque no creo que tarde mucho en volver a hacerlo. La que sí ha venido a verme a sido Caroline, una de las amigas de mi hermana. De las cuatro, es la que más se parece a tí físicamente, pero tú eres mucho más guapa que ella sin duda alguna —comentó sonriendo.
—Owww... ¡Eres tan tierno! ¡Me están entrando unas ganas de ir ahora mismo a Dortmund y darte un beso!
—Y a mí. Lo que pasa es que yo siento eso cada vez que pienso en tí, mi vida.
—¡Ay, Julian! ¡Cállate ya, que me voy a poner a llorar! —Dijo Arancha abanicándose los ojos.
—Perdona, perdona. Yo te lo decía para que te quedara claro que por muy grande que sea la distancia, siempre vas a ser tú la que reine en mi corazón.
—Vale. Creo que me ha quedado claro. ¡Ahora cállate! Por favor —mencionó sonrojada.
—Ya paro. ¿Qué tal con las chicas?
—Lo mismo de siempre. Espero que te lo pases bien mañana en la fiesta de Richard. Eso sí, ni se te ocurra beber.
—Lo sé. No pienso tomar ni una gota de alcohol. Soy un chico responsable —añadió orgulloso.
—Yo te aviso por si acaso.
—Bueno, y a tí te digo exactamente lo mismo para el cumpleaños de mañana.
—Lo único que tenemos pensado es ir al Pans & Company de Sol, comernos los menús, dar una vuelta por Madrid y por último, avisarte de que me voy a casa y dormirme. ¿Te parece buen plan? —Preguntó dudosa.
—Está bien. Lo importante es que te diviertas.
—Sí. Pero todavía no le he comprado el regalo.
—¿Qué le gusta?
—Escuchar música, el balonmano y leer.
—Pues un libro —propuso Julian.
—¡Qué buena idea! Mañana me pasaré por alguna tienda y le compraré uno. ¡Gracias, amor!
—De na...
El chico no terminó la frase porque su novia se había ido. Al medio minuto aproximadamente, apareció de nuevo en la pantalla de su portátil.
—¿Dónde has ido?
—Me ha llamado mi tío. Acaba de llegar del trabajo.
—Vale. Pues mañana nos vemos, ¿no?
—Sí, aunque no sé a qué hora porque te recuerdo que tengo que ir a casa de mi amiga a hacer el trabajo.
—Es verdad. Pues cuando llegues si quieres. Hasta mañana, preciosa.
—Que descanses, cielito mío.
Ahí concluyó la conversación con Arancha. Sólo espera que no tarde mucho en volver de casa de Alejandra, porque la echa muchísimo de menos. Lo único que puede hacer es dormirse y esperar hasta el día siguiente.
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Simplemente perfecta [Libro 2]
RomanceNueva ciudad. Nueva familia. Nuevo instituto. Nueva vida. Tras el accidente, Arancha se mudó a Madrid para empezar de cero. Lejos de su familia, de sus amigos y, sobretodo, de Víctor. El principal motivo de su ida fue él. Ella creía, aunque su famil...