Capítulo 13

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             —¿Vamos a algún sitio en concreto o simplemente estamos dando una vuelta? —Dijo el chico que caminaba a su lado.

Arancha lo miró fijamente unos segundos, pero enseguida volvió a fijar su mirada hacia la calle que ambos recorrían.

—Yo voy a mi casa, tú no sé dónde irás cuando me vaya —contestó fría como un témpano de hielo.

—¿No podemos pasar algo más de tiempo juntos? —Insistió el muchacho.

—No. Además, tengo que estudiar y arreglarme para esta noche —respondió sin mirarlo.

—¡Oh! ¿Vas a salir esta noche? ¡Estupendo! ¡Podríamos salir juntos! Daremos una vuelta por el centro y después podríamos...

—¡No, no, no y no! ¡No quiero salir contigo! Quiero pasar el rato con mis amigos, nada más.

—Me caías mejor cuando eras amable —contraatacó Javier con un tono más duro del que estaba utilizando. Su voz se volvió más grave y la expresión de su cara transmitía parte del enfado que tenía en ese momento.

—Normalmente lo soy, pero cuando me molestan me vuelvo bastante más seca y fría.

—Pues que sepas que odio esa versión tuya —declaró chascando la lengua, bastante molesto.

—No me molestes y verás como no soy así —le retó Arancha con la mirada.

—Estupendo, no te molesto más, si que eso es lo que quieres.

Nada más decir eso, el chico cruzó a la acera paralela por la que ambos paseaban. La chica, impactada, frenó en seco. Era extraño, pero una sensación de vacío la inundó por dentro. No necesitaba más motivos para comprender que se había pasado de la raya.

Entonces hizo algo que nunca pensó que haría: reprodució los pasos de Javier hasta que se encontraba justo detrás suya y, con las últimas fuerzas que le quedaban después de la carrera que había hecho, gritó su nombre lo más alto que pudo.

El muchacho se volvió hacia atrás con un gesto de confusión, y antes de que pudiera reaccionar y comprobar que la chica que había gritado su nombre era Arancha, ésta se enganchó a su cuello lo más fuerte que pudo.

Él, correspondió al abrazo de una manera inmediata. Era una sensación maravillosa. Podía sentir la respiración agitada de la chica, mientras que presionaba fuertemente su cabeza contra su pecho.

Si fuera por Javier, podría estar así horas y horas. Siempre le encantó la idea de poder estar así con una chica, pero nunca había tenido la oportunidad. Hasta ese instante en el que parecía que el universo se había parado a su alrededor.

En ese momento, podía sentir cada parte de su cuerpo, desde cómo sus pequeñas manos acariciaban su pelo hasta los centímetros que ganó en altura al haberse puesto de puntillas.

Cuando se separaron, Arancha lo miró directamente a los ojos, pero enseguida miró hacia abajo, completamente avergonzada por su actitud de antes. Para su sorpresa, Javier le guió suavemente su barbilla hasta que sus miradas volvieron a cruzarse.

Y pasaron los minutos así. Solo importaban ellos dos. Todo lo que había a su alrededor les era indiferente. Ni siquiera el ruido del tráfico o de los trenes que acababan de llegar a la capital podían arruinar aquel momento que parecía perfecto.

Entonces a Arancha la invadió por dentro una sensación extraña, por un instante tuvo un efecto déjà vu. Sentía que ya había mantenido una mirada de esa intensidad con esos mismos ojos. Pero, ¿cuándo?

Con esa última idea en la cabeza, se apartó suavemente de Javier, mirándolo de arriba abajo, inspeccionando cada detalle de ese chico. Finalmente, volvió a mirarlo a la cara, volvió a cruzarse con esos ojos grises, apagados, que ahora parecían brillar un poco más.

Instintivamente, se refugió en su pecho, mientras con la punta de su nariz acariciaba su cuello desnudo. Aspiró su olor. Cerró los ojos. Olía bien, aunque no sabía decir exactamente a qué. Quizás a desodorante o tal vez a gel. Pero había algo que sí sabía: que nunca había olido una fragancia como esa.

Javier poco a poco fue separándola de él, rompiendo así la atmósfera en la que la chica estaba sumergida. La miró con simpatía, mientras que sonreía, mostrando sus dos bonitos hoyuelos.

—¿Sabes? Me muero de hambre, necesito comida urgentemente o te acabaré comiendo a tí.

Ese último comentario provocó una sonrisa nerviosa en Arancha, que se mordía el labio y escondía su boca tras su mano. El muchacho la cogió de la mano y la guió a lo largo de Méndez Álvaro. Su sorpresa fue aún mayor cuando vio que al girar, enfilaron la calle en la que vivía la chica. Minutos después, suspiró aliviada al ver que pasaron junto a su edificio.

Finalmente llegaron al Paseo de las Delicias. Dejaron atrás la estación de metro que tenía por nombre el de esa misma calle hasta que llegaron a una de las panaderías más famosas de toda la ciudad. A esa hora estaba algo vacía, ya que la gente no suele merendar tan temprano.

Arancha se sentó en una mesa mientras que el chico de ojos grises esperaba a que lo atendieran. En esos minutos revisó su móvil. No tenía ningún mensaje de su novio.

Apenas se había acordado de él. Había estado muy ocupada intentando situar a Javier en algún momento de su vida, sobretodo desde que se mudó a Madrid. Lo echa de menos, aunque sabe que cada vez queda menos para volver a verlo.

En ese instante llegó el muchacho rubio con una bandeja en la que había tres berlinas de chocolate y dos vasos de leche, cada uno con su correspondiente cucharilla y sobre de cacao soluble.

—Javier, ¿qué es todo esto? —Preguntó Arancha prácticamente inmóvil.

—Nuestra merienda —respondió él mientras agitaba su sobre de cacao.

—Pero, yo no te he pedido nada. ¡Pensé que solo ibas a merendar tú!

—Esa era mi idea, pero pensé que sería muy maleducado por mi parte que no pudieras comer nada mientras que yo me doy el placer de comer estas delicias del mismísimo cielo.

La muchacha no pudo aguantar soltar una carcajada al escuchar cómo describía a los dulces que había pedido. Sin duda, tenía un gran sentido del humor el cuál estaba oculto tras esa apariencia de chico frío y distante.

—Bueno, pues ya que has pedido todo esto, tendré que comerme mi parte, ¿no? Por cierto, ¿cuánto te ha costado? —Cuestionó abriendo su monedero y buscando las pocas monedas que tenía en él.

—Nada, es gratis —dijo Javier al mismo tiempo que mojaba parte de la primera berlina en su vaso.

—Ah, ¿es que alguien de tu familia trabaja aquí o algo?

—No, es que te invito yo. Además, Arancha, yo no tengo familia. Soy huérfano.


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¡Hola a todos!

Siento muchísimo, de verdad, muchísimo la inactividad.

Este nuevo curso supone todo un reto para mí. Hay muchas cosas en mi vida que están cambiando y eso, por desgracia, me quita mucho tiempo para una de las cosas que más disfruto hacer.

Pero no pasa nada porque... ¡ya he vuelto!

He estado pensado en el desarrollo del libro y he decidido cambiar algunas cosas que tenía pensadas inicialmente con el fin de hacerlo algo más "adictivo" e impactante.

Se vienen muuuchas cosas interesantes.

Saludos, Red.


Simplemente perfecta [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora