—¿Recordáis cuando nos perdimos en el metro y cada una decía que debíamos ir por un lado diferente?
—¡Cómo olvidarlo! —Exclamó Elena.
—Al final tuvimos que preguntarle a una mujer para llegar a Atocha.
Tras pasar toda la tarde en El Retiro, las tres chicas deciden que verán una película en casa de la colchonera. La noche ha hecho presencia en Madrid. Con los brazos cruzados, caminan por la calle en la que vive Arancha, General Lacy.
—O nos damos prisa o de mi nariz colgarán témpanos de hielo —comenta Elena.
—¡Qué pesada! ¡Ya está!
—Ah, ¿es ésta? ¡Qué rápido hemos llegado!
El trío entró en el edificio y subió hasta el piso de Arancha. Avanzó hacia el salón y ahí cada una se quitó el abrigo y las chaquetas.
—¿Qué película os apetece ver? —Preguntó la anfitriona.
—¿Una romántica?
—¡Oh, no por favor! Nos hemos pasado la tarde hablando de chicos, así que no quiero más por hoy —replicó Cristina.
—Vale... ¿comedia?
—Esa idea me gusta más.
—¡Yo quiero la de Ocho Apellidos Vascos! ¡Me encanta esa película! —Exclamó entusiasmada Elena.
Arancha se levantó de su silla y se acomodó en el sofá junto a sus amigas. Una vez se sentó, eligió la película sugerida por Elena. Mientras se descargaba, fue a la cocina para llevar las bebidas y preparar las palomitas. Nada más terminar de servir los refrescos, su móvil sonó desde el salón. Salió disparada hacia allí y, al ver quién le llamaba, fue incapaz de contener una sonrisa. Era su novio.
—¡Hola, amor!
—¡Hola, Arancha!
La chica se sorprendió al escuchar la voz, pues no pertenecía a Julian. Era más aguda. No tenía ni idea quién era, hasta que cayó en la cuenta: Nico.
—Nico, ¿eres tú, chiquitín?
—Sí —afirmó el niño.
—¿Y qué haces con el móvil de tu hermano?
—Está en su habitación hablando con Caroline.
—¿Quién es Caroline? —Pregunta Arancha alarmada por lo que su pequeño cuñado le acaba de revelar.
—Es una amiga de mi hermana. Se queda este fin de semana en casa.
—Nico, ¿puedes pasarme a tu hermano?
—Creo que sí —contestó con dulzura.
—Gracias, cariño.
Mientra esperaba a que su chico se pusiera al teléfono, no dejaba de darle vueltas a lo que le ha dicho Nico. ¿Está con una chica a solas? ¿No le iba a llamar? Además, ¿qué estarán haciendo? ¿Cuánto tiempo llevan hablando? Arancha, para. Eso que estás haciendo se llama no confiar en tu novio y tú confías en él, ¿verdad? Sí, claro que sí.
—¿Arancha?
—¿Julian? —Cuestionó la chica un poco nerviosa.
—Sí, soy yo. ¿Cómo estás?
—Pensé que me llamarías —comentó cortante. Le ha dolido mucho que esté hablando con otra chica que no sea ella. Es bastante celosa, por si todavía no os habéis dado cuenta.
—Sí, y lo iba a hacer, créeme. Pero como me dijiste que ibas a salir con tus amigas, no te quería molestar cuando estuvieras con ellas, por eso te iba a llamar sobre las nueve.
—Ah, así que sí me ibas a llamar —dijo Arancha avergonzada. Pensó que no se acordaba de ella. ¡Pero eso no puede ser! ¡Julian la ama! ¿Cómo iba a olvidarse?
—Por supuesto. La verdad es que agradezco que mi hermano te llamara, porque necesitaba escucharte, saber que estás bien. Y me odio a mí mismo porque no podamos vernos antes, porque de verdad que necesito volver a verte, a abrazarte y a besarte.
La chica, al escuchar todo lo que su novio le acababa de decir, se echó a llorar. No pudo contenerlo. A ella también le encantaría volver a verle. Si fuera por ella, cogería un avión ahora mismo hacia Dortmund.
—Julian... —susurró triste— debo irme. ¿Quieres que nos veamos por videollamada después?
—Arancha, cariño, sabes y de sobra la respuesta a esa pregunta.
Y sonrió. Tampoco pudo evitarlo. Es el mejor novio del universo entero. Y es todo suyo. Ahora piensa que cometió un error al rechazarle la primera vez que se lo pidió, pero eso ya no importa, lo importante es que llevan saliendo más de medio año y la relación parece más que consolidada.
—Vale, pues hasta luego.
—Hasta luego, mi amor.
Se tumbó en la cama de su habitación y suspiró. Por ella, se quedaría allí leyendo un libro hasta que Julian le llamara, pero sus amigas están en el salón y no puede abandonarlas. Se levanta y se va donde se encuentran Cristina y Elena.
—¿Estás bien? Quiero decir... como te hemos escuchado llorar...
—Sí, sólo que echo de menos a Julian.
—¿Cuánto queda para que os volváis a ver?
—Menos de tres semanas —dijo Arancha, sentándose en el sofá.
—Bueno, piensa en que cada vez queda menos en vez de que no estás con él. Así seguro que se te hace más llevadero.
—Intentaré no pensar en ello. Ahora, ¡que empiece la película!
Y lo intentó. Intentó bajo todos los medios no pensar en él. Lo iba consiguiendo hasta la escena en la que Dani Rovira y Clara Lago se besaron. Ahí, los millones de besos que se han dado en lo que llevan de relación se fueron proyectando en su mente: los largos, los cortos, los intensos y los tímidos... Toda clase de besos.
Incluso apareció el primero de todos. El que encendió la llama. Julian y ella sentados en un banco sobre un pequeño puente. Él le cogió el rostro con su mano derecha e hizo que sus miradas se conectaran. Se pegaron más y más, hasta que sus labios se rozaron. No fue un beso brusco, todo lo contrario, delicado como la seda. A medida que el tiempo pasaba, la intensidad fue creciendo.
Y siguió pensando en todos esos momentos tan especiales que ha vivido con él. Estaba tan metida en sus pensamientos, que ni siquiera se percató de que la película había acabado. Elena incluso se había dormido en su hombro y ella no se había dado cuenta. En cuanto Elena se despertó, se despidieron.
Arancha se fue a su cuarto y se tumbó en la cama. Miró el móvil que marcaba las nueve menos diez. Diez minutos para volver a verle.
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En multimedia tenéis el cartel de Ocho apellidos vascos.
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Simplemente perfecta [Libro 2]
RomanceNueva ciudad. Nueva familia. Nuevo instituto. Nueva vida. Tras el accidente, Arancha se mudó a Madrid para empezar de cero. Lejos de su familia, de sus amigos y, sobretodo, de Víctor. El principal motivo de su ida fue él. Ella creía, aunque su famil...