Capítulo 8

5 0 0
                                    

Negro. Eso es lo único que ve. Un negro infinito. Negro por arriba, abajo y a los lados. De repente, una luz blanca le ciega. Entonces, una figura aparece misteriosamente en lo alto. El chico se queda mirando fijamente a esa especie de ángel que cada vez estaba más cerca de él.

Cuando la figura se encontraba a unos cinco metros, el chico reconoció al instante de quién se trataba:

—¡Arancha! —Exclamó ilusionado.

En ese momento, su novia le miró con los ojos inundados en rabia y odio. El chico, sorprendido, se echó instintivamente hacia atrás, mientras que Arancha le seguía obligando a retroceder. De repente, el chico tropezó con una piedra que había en su camino de marcha atrás, y se cayó al suelo. Presa del pánico, volvió a ponerse de pie como acto reflejo.

Su novia aprovechó ese momento de confusión para abalanzarse encima de él. En ese instante, empezaron a forcejear. La fuerza que ella tenía era muy superior a la suya. Finalmente, cayó derrotado en el suelo y se dio un buen golpe en la cabeza debido al brusco movimiento.

Arancha le agarró del cuello de la camiseta y se posicionó encima de él, con una pierna en cada costado del chico. Lo miró a los ojos, que reflejaban miedo y confusión.

—No sé qué haces ni por qué estás aquí, pero te aseguro que será el último sitio en el que estés con vida —dijo la chica con toda la ira del mundo en su voz.

—Arancha, mi amor...

—¡No me llames así! ¡Yo no soy tu amor! ¿Lo has entendido? —El chico asintió levemente con la cabeza—. Bien, antes de que mueras, quiero ser sincera contigo: nunca te quise, Julian. Si empecé a salir contigo fue por aburrimiento. Estaba cansada de que siempre me dijeras "te quiero" y todas esas chorradas, así que finalmente acepté para que te estuvieras calladito.

—Eso... no... no es ver... verdad —replicó el chico, con el poco valor que le quedaba—. Tú... tú... me a... amas.

—Otra vez con esas —dijo la chica, soltando un suspiro—. Mira, ya te lo he dicho, ¿vale? Nunca me gustaste. De verdad. Ahora, vas a dejarme en paz, quieras o no, porque dentro de nada no serás más que un puñado de cenizas.

—Arancha, para, por favor.

—Sabes que no lo voy a hacer —comentó esbozando una sonrisa.

A continuación, sacó una bolsita del bolsillo de la túnica. Chasqueó los dedos y a su lado apareció una planta.

—Te voy a hacer una demostración de cómo vas a morir y qué pasará después.

La chica sacó una especie de polvos y se los puso en la palma de la mano. Después, sopló y empezaron a flotar en el aire hasta depositarse en la planta. De repente, una especie de niebla lo inundó todo. Cuando pudieron ver de nuevo, la planta había quedado reducida a cenizas.

—¿Lo has visto? Pues ahora es tu turno.

El chico asintió con la cabeza. Sus ojos se cerraron con fuerza instintivamente y poco a poco, fue sintiendo cómo el polvo se iba asentando en su piel. Lentamente, fue colándose en su epidermis. Cuanto más penetraba en su piel, más intenso era el dolor. Hasta que hubo un momento en el que no sintió nada.

Sobresaltado, Julian despertó. Estaba en su cama. En su habitación. En su casa. En su barrio. En Dortmund. 

Suspiró aliviado cuando supo que se trataba de una pesadilla. Apoyó la cabeza en el cabecero de la cama y cerró los ojos. Encendió su móvil que descansaba en la mesilla y comprobó la hora. Eran las seis y cuarto de la mañana.

Simplemente perfecta [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora