Capítulo 28

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—Entonces, competidora profesional, ¿eh?—cuestionaba George al tiempo que caminábamos de camino a casa.

—Eso dice. No me siento así, pero supongo que será divertido, ¿no lo crees?

—Claro que lo creo, pero no me convence que tengas que viajar con ese chico. Ya sabes, parece un inepto.

—No parece, lo es.

—Eso creo—sonrió.

—¿Crees que mis padres me dejen ir?

—Sinceramente, yo no te dejaría ir—le dediqué una mirada molesta—, pero yo no puedo decidir eso. Debes preguntarles.

—Debería.

—Si... porque lo harás, ¿cierto?—arqueó una ceja.

Reí. —Claro que lo haré, no puedo irme sin permiso... ni dinero.

Rió también.

Caminamos hasta la casa en silencio por un rato. Realmente me gustaba la idea de poder visitar Londres, significaba una nueva forma de poder comprender realmente la esencia de la vida de George. Era como viajar con él, pero sin dejar el presente.

Me gusta pensar que esos sitios serán recordados. Y no sólo porque fueron parte de la historia de los Beatles. De George. Sino porque han sido centro de sentimientos y forman parte de la vida de muchas personas que algún día morirán, pero dejarán el legado que deja toda persona qué pasa por aquí. Su huella en el mundo. Y puede que esa sea como una huella en la arena, en la playa, y que el mar vendrá y la borrará para desplazar esa arena a otro lugar, tal vez otra playa, o quizá el fondo del océano. Pero esa huella nunca se desvanecerá por completo. Los granos que la formaron seguirán existiendo, transformándose, y esa huella insignificante terminará siendo historia de la gran playa que tocó.

Es así con la tierra. Con las personas. Todo se queda. Siempre evoluciona, pero está justo donde lo dejaste. Funcionan así.
George dejó muchas cosas que nunca se desvanecerán.

moon

—¿Londres, dices?—alzó una ceja mientras leía papeleo en su escritorio.

—Si. Se supone que ahí está la sede de las academias cómo ésta—ladeo mi rodilla y trato de no parecer emocionada.

—¿Segura que estarás bien? Digo, no conoces esa ciudad y sólo irán otras... ¿cuántas personas, dices?

—Robert, Jake, Piper–la secretaria de la academia– y yo.

—No lo sé...

—Papá, sabes que es una buena oportunidad, ya sabes, recreación, deporte y todo eso—bajé la mirada.

Miró a sus ocupaciones una última vez y suspiró.

—Está bien. Todo para que estés bien—se levantó, se sentó frente a mi y acarició mi cabello—, me alegra que te estés superando—sonrió—.

—Gracias, papá—levanté la mirada.

—Tengo que ocuparme de eso. Avisar a la escuela y eso. No te preocupes, yo hablaré con el tal Robert y me aseguraré de que llegues sana y salva, tú solo ve y prepara tus cosas, ¿si?

—Okay—sonreí y salí de la habitación para dirigirme a la mía, tirarme a la cama y sonreír.

—Parece que vamos a Londres—dijo mientras sonreía y me miraba a través de sus gafas, sentado en el otro lado de la cama.

—Deja de decir las cosas primero que yo, Lennon—susurró George saliendo por detrás con una sonrisa en el rostro y un zape a la cabeza de John.

—Vamos, chiquitín, eres demasiado lento—volteó los ojos y rió.

—Hola, Johnny—sonreí, me levanté y lo abracé.

—Me alegro por ti, pequeña—correspondió.

Me separé y los miré. Parecían emocionados también.

—¿Creen que podamos visitar otros lugares?

—Depende del tiempo de estadía y lo que dure la competencia—Harrison encogió de hombros.

—¿Como qué lugares?—John alzó una ceja.

—No lo sé, turistear, ya sabes. Me gustaría ir a más lugares de Inglaterra.

—Liverpool queda lejos de ahí—dijo George, causando que yo le dirigiera una mirada triste—, un poco, digo.

—¿Qué tanto podría tardar un tren de Londres a Liverpool?—pregunté esperanzada.

—No lo recuerdo... tal vez unas horas, algo así. No es mucho, supongo—contestó John.

George sólo se encogió de hombros. Supongo que visitar ese lugar le haría despertar muchos recuerdos de cuando vivía. De cuando disfrutaba de su juventud. Tal y como yo. No como yo disfruto mi juventud, sino la edad.

¿Cómo era George Harrison cuando tenía mi edad?

While My Guitar Gently WeepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora