Capítulo 26

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Estaba nerviosa.
No había palabras para describir el miedo que me carcomía al entrar al salón de clases sin conocer a nadie, puesto que me habían inscrito en un nuevo colegio, al tener varios incidentes en el anterior.

"Allá va la loca", escuchaba los murmullos en los pasillos mientras iba saliendo de la institución, después de recoger mis papeles para que-según me decía la psicóloga para que no me sintiese tan mal-pudiese ingresar a un "colegio que me ayudara a integrarme".

Desde que eso había pasado, había perdido varios amigos y, sobre todo, había desechado el poco de seguridad que me había estado ganando en mis talleres de música, a los cuales sólo pueden asistir alumnos. Ahora solamente me queda Bill... no es que lo lamente, pero es algo deprimente; Bill es un amor, pues desde que comencé a ir, me ayudó a entrar en confianza, mejorar en la materia y, por consiguiente, reducir mis alucinaciones. Cosa en que George y John habían contribuido, también.

Oh, mis chicos. Habían insistido en acompañarme en este primer día, pero yo me había negado, alegando que "debía integrarme por mi misma, como una chica normal lo haría". Si, claro, como soy una chica normal...

Como me estaba arrepintiendo de haberles dicho que me dejaran sola. En estos momentos, estaba temblando en el coche de mi padre, quien había hecho espacio especial para llevarme, cosa que aprecié, pues él siempre está muy ocupado, principalmente en la mañana.

—¿Sigues nerviosa, cariño?—decía mirando por el retrovisor a su pequeña niña que estaba temblando en el asiento trasero.

—¿Qué dices? ¡No, claro que no!—reí falsamente—, ¿a quién no le encanta ser de nuevo ingreso a mitad del año?

—No me gusta tu sarcasmo, Margot—dijo en modo de regaño.

—Lo s-siento, papá... es sólo que... es difícil. No puedo tener amigos que no se vayan asustando de mi comportamiento en unos meses, a pesar de que ya no me esté afectando la enfermedad.

—Amor...—paró el auto en el color rojo de un semáforo a unas cuadras de llegar al colegio—, sé que no es fácil, que es duro para ti el ser una niña especial, pero, oye... no seas tan pesimista, ve el lado bueno, tal vez esta escuela sea donde encuentres a una buena amiga o amigo, que te aprecie y apoye en esto. Para que te sientas como el resto de los chicos y no tengas que aislarte. Porque eres una niña muy especial, encantadora...—decía acariciando mi cabello volteado hacia la parte de atrás del carro, dedicándome una sonrisa un tanto reconfortante, que me ayudaba a tranquilizarme en esos pequeños momentos, antes de que el semáforo cambiase a verde y tuviese que volver al volante. Íbamos temprano, llegaría al colegio unos 20 minutos antes de que todos lo hicieran, sólo para irme familiarizando y no tener que llegar frente a las miradas de todos.

Una vez transcurrido el trayecto, mi papá paró el auto frente a la puerta de la escuela, volteó y me dijo:
—Te amo, pequeña—y bajé del auto para caminar hacia mi pesadilla.

"¿Estás segura de que no te expulsarán?"
"No conseguirás amigos".
"Eres rara, a nadie le agradas".
"Nadie quiere a una maniática de amiga".
"Eres tan tonta que hablas con fantasmas, ¿segura de que no quieres saltar de las escaleras?"

No.
NO.
¡NO!
¡PARA!
¡DÉJAME EN PAZ!
¡TE ODIO!

Murmullos. Una voz me habló por un segundo, abrazándome. Pero otra interrumpió.

¿Ma–Margot?—escuché sobre del bullicio.
Estaba tirada en el suelo.
Levanté la mirada, bajé los brazos y observé a quien me hablaba.

Oye...¿estás bien?—dijo con una voz un tanto preocupada.

Oh... yo... si, estoy bien—me levanté con su ayuda. Sostuvo mis brazos por unos breves instantes, mientras sus ojos verdes me veían con temor y asombro. Rompí su silencio:

¿Qué haces aquí, Jake?—su gesto pareció suavizarse al tiempo que extendía una de sus manos para secar las pocas lágrimas que habían salido de mis ojos.

Aquí estudio, linda—dijo con una sonrisa débil, haciendo referencia a que traía el mismo uniforme azul que yo, haciéndome sonreír a mi también.

—Ah, ya veo...—dije bajando la mirada.

—¿Tú qué haces aquí? Si es que puedo saber, claro—dijo, percatándose de que aún tenía mi brazo agarrado y, al darse cuenta de que ya no estaba llorando, soltándola suavemente.

—Oh, voy a estudiar aquí desde ahora. Me cambiaron—dije dando una explicación breve.

—Lo entiendo... me... alegra que vayamos a estar en la misma escuela—sonrió con sus lindos ojos y labios. Era muy guapo, si. La manera en que lo conocí no fue demasiado linda como para darme cuenta en ese instante.

—Y, bueno... ¿qué... te pasó?—preguntó incómodo, despistándome un poco, quitándome la sonrisa del rostro.

—N-no es algo que me pase muy a menudo... yo sólo... estoy nerviosa. Nuevo colegio, soy la nueva... ¿entiendes?—dije tratando de sonar confiable. Él atinó a hacer una mueca, pero luego suspiró.

—Está bien, tranquila. Será fácil, lo verás...—me sonrió. Tomó de nuevo mi mano y me miró a los ojos.

¿Era a mi a quien estaba mirando?

While My Guitar Gently WeepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora